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La vida del alma.
Pero este nacimiento del propio ser superior representa solamente un aspecto
del esfuerzo interior; es necesario dar otro paso más. Aunque el hombre
practique el situarse frente a sí mismo como si fuera otra persona, no deja
de observarse solamente a sí mismo: contempla las experiencias y acciones
con las que se halla estrechamente unido por las condiciones peculiares de
su vida. Pero él debe elevarse sobre este nivel, a lo puramente humano, que
nada tiene que ver con su situación particular; pasar a la contemplación de
aquello que le afectaría como ser humano, aunque viviera en circunstancias y
en una situación enteramente distintas. De esta manera suscita en sí mismo
algo que se eleva sobre lo puramente personal, y le hace dirigir la mirada
hacia mundos más elevados que aquellos con que le relaciona la vida
cotidiana. El hombre comienza así a sentir y a darse cuenta de que pertenece
a tales mundos superiores, acerca de los que nada pueden enseñarles sus
sentidos ni sus ocupaciones cotidianas, y de este modo va trasladando a su
interior el centro de su ser.
Presta atención a las voces internas que le hablan en los momentos de
quietud; se halla en íntima comunión con el mundo espiritual; se ha apartado
de la vida cotidiana; cesan los ruidos de esa vida, y el silencio reina en
torno suyo; rechaza todo lo que le hace recordar las impresiones del mundo
externo. La calma interna de la contemplación y el diálogo con el mundo
puramente espiritual llenan toda su alma.
Esta contemplación en quietud debe convertirse en necesidad natural de la
vida del discípulo. Al principio, se halla sumergido en un mundo de
pensamientos, pero tiene que desarrollar un vivo sentimiento para esta
tranquila actividad pensante; debe aprender a amar lo que el Espíritu hace
fluir en su ser. Pronto dejará de considerar este mundo de sus pensamientos
como menos real que las cosas de la vida cotidiana que le rodean; comienza a
vivir con sus pensamientos como lo hace con los objetos del espacio.
Y así se le acerca el momento en que empieza a sentir que lo que se le
revela en el íntimo trabajo del pensamiento es algo mucho más elevado, más
real que las cosas materiales del espacio; se percata de queden este mundo
del pensamiento hay algo que posee vida; comprende que los pensamientos no
son simples imágenes vanas, sino que, a través de ellos, le hablan entidades
ocultas.
Desde el silencio, empieza a escuchar algo como un lenguaje. Antes, percibía
sonidos mediante su oído físico solamente, ahora resuenan en su alma. Se le
ha revelado un lenguaje, un verbo interior. El discípulo experimenta la
mayor felicidad cuando vive por vez primera este instante. Una luz que emana
de lo íntimo de su ser se derrama sobre todo su mundo exterior; una segunda
existencia comienza para él; le inunda la corriente de un sublime mundo
divino.
Esta vida del alma en el pensamiento, que se va ampliando hasta convertirse
en una vida de esencialidad espiritual, se llama en la gnosis y en la
ciencia espiritual meditación -reflexión contemplativa. Esta meditación es
el medio para adquirir el conocimiento suprasensible. Mas en tales momentos
el discípulo no debe abandonarse al goce de sentimientos ni tener en su alma
emociones indefinidas, lo que le impediría alcanzar el verdadero
conocimiento espiritual. Sus pensamientos deben adquirir perfiles claros,
concisos, bien definidos.
En este esfuerzo encontrará apoyo si no se abandona ciegamente a los
pensamientos que se le ocurran; más bien, deberá compenetrarse de los
pensamientos elevados que hombres evolucionados, y ya sumergidos en el
Espíritu, han concebido en tales momentos. Deberá tomar como punto de
partida los escritos que tienen su origen en semejante revelación obtenida
por la meditación. Los encontrará en la literatura mística, gnóstica, o en
la de la ciencia espiritual moderna. También en el espacio virtual de esta
página Web. Aquí se ofrece al discípulo material para su meditación. Los
propios investigadores del Espíritu han depositado en tales espacios los
pensamientos de la ciencia divina; el Espíritu los ha dado a conocer al
mundo por medio de sus mensajeros.
Mediante estas meditaciones se produce una total transformación del
discípulo. Comienza a formarse conceptos enteramente nuevos acerca de la
realidad; todas las cosas adquieren para él un valor nuevo. Nunca se acentúa
lo suficiente que esta transformación no convertirá al discípulo en apartado
de la realidad: de ninguna manera lo alejará de sus deberes cotidianos, pues
comprenderá que la acción más insignificante que tenga que cumplir, la
experiencia de menor importancia que se le ofrezca, guardan relación con las
grandes entidades cósmicas y los acontecimientos universales.
Cuando, por medio de sus instantes de contemplación, haya llegado a ver
claramente dicha relación, se dedicará a sus ocupaciones diarias con nuevas
y mayores fuerzas, porque ahora sabe que su trabajo y sus sufrimientos los
realiza y los sufre por la vasta relación cósmico/espiritual. Fuerza para la
vida y no indiferencia es lo que nace de la meditación.
La vida del discípulo se desarrolla a pasos seguros; él se mantiene erguido
sea cual fuere lo que la vida le depare. Antes ignoraba por qué trabajaba o
sufría; ahora sí lo sabe. Es obvio que este trabajo meditativo conduce más
seguramente a la meta si se practica bajo la guía de personas
experimentadas, quienes por sí mismas saben cómo se debe proceder mejor.
Escúchese, pues, el consejo y las instrucciones de semejantes personas con
lo que realmente no se pierde la libertad de actuar. Lo que, de otra manera,
no sería más que andar a tientas, se convierte bajo tal dirección en un
trabajo preciso.
Quien acuda a personas que tengan conocimiento y experiencia en este
dominio, nunca tocará en vano a su puerta. Debe tener presente, sin embargo,
que busca solamente el consejo de un amigo y no la superioridad de alguien
que quiera dominarlo. Siempre se comprobará que los que verdaderamente saben
son los hombres más modestos, y que nada es más ajeno a su naturaleza que la
llamada ambición de poder.
Quien, por medio de la meditación, se eleva a lo que le une con el Espíritu,
comienza a dar vida a lo que es eterno en él y que no está delimitado por el
nacimiento y la muerte. Sólo puede dudar de tal ser eterno el que no lo
conoce por experiencia propia. La meditación es el camino que conduce al
hombre al conocimiento, que incluye la visión del núcleo de su ser eterno e
indestructible; y sólo mediante la meditación puede el hombre llegar a esta
visión.
La gnosis y la ciencia espiritual hablan de lo eterno de este núcleo del ser
humano y de su reencarnación. Muchas veces se pregunta: ¿por qué el hombre
no sabe nada de lo experimentado más allá del nacimiento y de la muerte? No
es así como debiera formularse la pregunta, sino: ¿Cómo se puede adquirir
tal conocimiento? En la meditación adecuada se abre el camino. Mediante
ella, se suscita la memoria de lo vivido más allá del nacimiento y de la
muerte. Cada uno puede adquirir este saber, cada uno puede desarrollar las
facultades de conocer y de ver por sí mismo, lo que enseñan la mística
genuina, la ciencia espiritual, la antroposofía y la gnosis; sólo tendrá que
elegir los medios adecuados.
Únicamente un ser dotado de oídos y de ojos puede percibir los sonidos y los
colores; pero nada percibiría el ojo, si faltara la luz que hace visible los
objetos. La ciencia oculta ofrece los medios para desarrollar los oídos y
los ojos espirituales y para encender la luz espiritual. Los medios de
enseñanza espiritual pueden designarse como compuestos de tres grados:
1. La etapa preparatoria, en que se desarrollan los sentidos espirituales.
2. La iluminación, que enciende la luz espiritual.
3. La iniciación, que conduce a la comunicación con las entidades
espirituales superiores.
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