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Visitas de alcoba.
Cuando dormimos,
las personas mostramos
una configuración diferente de nuestro ser; nuestra mente, sentimientos y
cuerpo físico se comportan de manera diferente a cuando vivimos
despiertos. Debido a ello,
el ser humano normal
presenta en el estado de vigilia una situación de debilidad y de
indefensión que permite su manipulación. Esta circunstancia es aprovechada
por
una gran variedad de
entidades
que vienen a ella
para operar en él,
unas lo hacen de forma positiva y otras negativa. A los encuentros de
estas entidades con las personas que están dormidas
se les llama “visitas
de dormitorio”.
Existen infinidad de
inquietantes casos de “apariciones de alcoba”, caracterizadas, entre otros
muchos fenómenos, por la aparición de “entidades” casi siempre
antropomorfas, a veces rodeadas de gran luminosidad y semitransparentes.
En muchas ocasiones son la intervención de criaturas extraterrestres con
fines inconfesables.
Miles
de personas sienten que en su hogar hay un "inquilino" que, al parecer, no
es de este mundo. El trauma o inquietud que originan tales experiencias
cambian radicalmente la vida de los testigos y su asimilación depende, en
gran medida, del control psíquico, la seguridad en sí mismo y, sobre todo,
de un equilibrado estado emocional.
Esos extraños “noctámbulos”.
La finalidad última de algunas de las experiencias de dormitorio es elevar
a la persona por encima de los mezquinos intereses, algo así como
impulsarla para trascender hacia otras “realidades” más sutiles que la
nuestra. Lo cierto es que el trauma vivido al inicio de este tipo de
manifestaciones se transforma progresivamente en algo gratificante, en una
auténtica experiencia iniciática por la que los terribles y desconocidos
“invasores” se convierten en nuestros mejores aliados, en nuestros íntimos
“ángeles de la guarda”..., portadores de luz y de conocimiento.
“...Ví que surgía una luz en mi cuarto y que siguió aumentando hasta que
la pieza quedó más iluminada que al mediodía. Repentinamente apareció un
personaje al lado de mi cama, de pie en el aire, porque sus pies no
tocaban el suelo (...) Toda su persona brillaba más de lo que se puede
describir y su faz era como un vivo relámpago (...) Cuando lo vi por
primera vez tuve miedo; mas el temor pronto se apartó de mí. Me llamó por
mi nombre y me dijo que era un mensajero y enviado de la presencia de
Dios, y que se llamaba Moroni...”
Esta “aparición de dormitorio” fue protagonizada por José Smith el 21 de
septiembre de 1823, dando origen a una nueva religión, la “Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, conocida popularmente como
la Iglesia de Mormón. Más de un siglo y medio después aún continúan estas
historias, pero con otro “decorado”...
Julia G. es una joven ama de casa onubense, de 31 años de edad,
acostumbrada a sentir en su propia piel estos encuentros desde que tenía
ocho años, y aunque sus experiencias no la han llevado a fundar ninguna
religión, sí la han hecho enfocar la vida desde una perspectiva
trascendente y espiritual, adentrándose en terrenos esotéricos y en
lecturas ocultistas... “Estas experiencias me han ayudado; me han hecho
comprender que existen otras dimensiones, quién es Dios, y comprendo que
la muerte no existe y que este mundo es una ilusión...”
En la frontera del sueño.
Margarita Lopetegui, quien regentaba una conocida librería en la capital
onubense, cuenta: “Soñé con mi padre, cosa que me extrañó, pues le conocía
sólo por fotos, ya que murió siendo yo muy niña... Me desperté de pronto a
eso de las 3 de la madrugada, traté de encender la luz y, en ese instante,
vi a mi padre a los pies de la cama; me quedé estupefacta; cerraba los
ojos y le veía, los abría y también le veía; cuando me cercioré de que era
cierto, mis manos y mis pies empezaron a temblar, pero no sentía miedo
(...) La habitación se hallaba a oscuras, pero quedó iluminada por la luz
que proyectaban los ojos de mi padre hacia la cama... “Habló en un
castellano perfecto. De repente apareció como la pantalla de un televisor
junto a él y entonces allí se proyectó todo el sueño que había tenido”.
La “aparición” iba interpretando todas las escenas oníricas que se
sucedían en la pantalla... “A partir de ese momento, supe que los sueños
dicen cosas muy importantes y a través de ellos tuve muchísimas
revelaciones”, añadió con cierta alegría en sus ojos... Desgraciadamente,
aunque a esta mujer -que cuenta con 60 años- estas experiencias le han
servido de mucho, han afectado enormemente su relación matrimonial hasta
el punto de haber sido abandonada por su marido, quien no toleró nunca
esas “cosas raras” que le acaecían a su esposa.
No siempre ocurre algo así, y en el caso de Julia G. su marido no solo
acepta con resignación las constantes experiencias de su cónyuge, sino que
se ha visto “compartiendo” alguna que otra vez las “experiencias de
dormitorio”... “Estaba durmiendo -me señala Julia- y mi marido oyó la
puerta, como si alguien la abriera, y escuchó murmullo como de mucha
gente. Se oyó ruido de tazas, luego pasos... Cuando quiso incorporarse en
la cama para ver de qué se trataba, pensando que eran ladrones, se acercó
hacia él un gran ojo y, asustado, me llamó... Al abrir los ojos vi que la
habitación estaba llena de gente al pie de la cama. Eran figuras blancas,
luminosas y todas iguales. No se apreciaban rasgos, como si fueran
siluetas, y no tenían brazos. Había una mujer que cantaba y los demás
hacían música con sus voces. Me puse a rezar y de momento desaparecieron
por la pared...” (mayo de 1987).
Este puede resultar un buen sistema de defensa contra el posible ataque de
estas “entidades” -como asegura la investigadora Ann Druffel-, sobre todo
cuando la víctima se ve abordada por una horrible criatura que le
convierte los sueños en pesadillas insoportables.
Es todo un reto para nuestra mente saber diferenciar lo real de lo
ficticio en estas visiones, que tienen la peculiaridad de producirse en la
oscura frontera entre el sueño y la vigilia. Por ello, ciertos relatos que
gozan de total coherencia y contienen elementos comunes a otros y que, por
tanto, revisten aparente credibilidad, se entremezclan con aspectos
absurdos, fantásticos y de difícil definición incluso para quiénes los
protagonizan.
Fenómenos paralelos.
El fenómeno de los “visitantes” no viene aislado, sino acompañado de una
variopinta fenomenología paranormal que el sujeto ha experimentado, por lo
general, desde su infancia (experiencias extracorpóreas, clarividencias,
premoniciones, voces desconocidas...) Si profundizamos en el pasado de
estas personas no será dificil descubrir antecedentes entre los 8 y 11
años, iniciándose con esporádicos fenómenos de percepción extrasensorial
que con el transcurso del tiempo se vuelven más frecuentes y complejos,
influyendo de forma directa en su personalidad y en su particular modo de
enfocar las cuestiones trascendentales, pues, como argumenta el
investigador Peter M. Rojcewicz, “así como las creencias tradicionales
pueden influir sobre las descripciones y las interpretaciones de las
experiencias, también los encuentros anormales recurrentes pueden
modificar las creencias tradicionales”.
“A los 10 años comencé con estas cosas, cuando murió mi tío y se me
apareció. Al poco tiempo empezaron fenómenos de ruidos, golpes y sombras.
Tenía las experiencias acostada. Cuando cerraba los ojos, flotaba en el
aire y veía caras...”, rememoró Hermelinda Humanes. Al preguntar a Julia
G. sobre sus primeras experiencias, está nos llevó hasta 1969, cuando sólo
tenía 8 años... “La primera vez escuchaba unas voces, cuando me levantaba
sola de la cama (recuerda todavía con cierta inquietud). Escuchaba la voz
de una mujer que me llamaba por mi nombre, como si me quisiera decir
algo... Yo me tapaba la cabeza y ya me dormía. Cada vez que me levantaba
para ir al lavabo me ocurría lo mismo, hasta que una noche vi una figura
blanca, pero era como una nube que se convirtió en una persona. La cara
era de mujer, morena, con una túnica blanca; estaba sonriendo, pero no me
habló nada... Me acosté y me tapé la cabeza; sentí que se acercó a la
cama, pues oí los pasos, pero no me tocó; sólo me rozó y sentí que se fue.
Esa fue la primera experiencia que tuve...”
Plasmar por escrito todos los fenómenos y experiencias que se han
desarrollado en torno y a través de Julia, sin contar las “experiencias de
dormitorio”, ocuparía todo un largo artículo... Psicografías, viajes
astrales, psicometrías, premoniciones, contactos telepáticos,
avistamientos, etc.
El contagio psíquico.
Hay un importante dato que debemos tener en cuenta: el fenómeno “impregna”
a otros habitantes de la casa, se contagia... El marido y la hija mayor,
de 10 años, ya están viviendo sucesos paranormales análogos a los
protagonizados por Julia G. El marido, Antonio C., tuvo un encuentro ovni
mientras se hallaba (por cuestiones de trabajo) en alta mar. Fue el 12 de
noviembre de 1990 y pudo visualizar frente a las costas de Angola -junto a
otros miembros de la tripulación del barco “Monte Penisa”- un gran
“objeto” luminoso que ascendía y descendía para luego quedarse estático y,
finalmente, desaparecer a gran velocidad... No ha sido la única vez que ha
podido ver fenómenos anómalos y extraños “fogonazos”, cuando por la noche
sale a cubierta para otear el cielo estrellado. La hija, María del Mar, en
1988 (con la misma edad en la que la madre comenzó sus experiencias)
presenció una noche, junto a la cama, la aparición de “un ser alto,
moreno, con túnica blanca y con un crucifijo”. Tiempo después, vio otra
“entidad”, pero esta vez era “rubio, con pelo largo y ojos rasgados”...
El caso de Vicente tampoco es aislado, puesto que otros miembros de su
familia, como su sobrino, se han visto envueltos en historias de similares
características, abundando los avistamientos y la presencia de sombras en
la oscuridad de la noche. En las experiencias de Hermelinda destacan las
visiones apocalípticas: días de oscuridad, una “bola de fuego” que se
avecina hacia nuestro planeta, evacuación de los elegidos (llevada a cabo
por Ovnis), cataclismos, etc. Desde temprana edad ella predecía la muerte
de determinadas personas. Su marido, Carlos, pese a ser crítico y
escéptico con las vivencias de su mujer, ha tenido que reconocer que a
veces ha vivido situaciones inexplicables, como la de encenderse y
apagarse las luces de la habitación, sin que, por supuesto, nadie fuera el
causante de ello.
Como último ejemplo, cabe señalar que Margarita, aparte de sus
“apariciones” nocturnas y de sus proyecciones astrales, recibe por vía
psicográfica un sinnúmero de bellas poesías reveladas por elevadas
“entidades espirituales”, o al menos eso es lo que asegura. Es
sorprendente la pila de cuadernos que guarda como un tesoro y que recogen
esos dictados del “más allá”...
La intervención extraterrestre.
Muchas "Experiencias de Visitantes de Dormitorio" son abducciones
extraterrestres, pero como se producen únicamente en el dormitorio, se les
ha denominado así. Los relatos de los abducidos respecto de estos
extraterrestres concuerdan bastante: figuras pequeñas, delgadas, de
enormes ojos negros almendrados, transporte a naves espaciales, exámenes
de los órganos de la reproducción, contactos sexuales, embarazos,
sustracción de los fetos, etc.
Y no se trata de casos aislados, sino de una cantidad inusitada en todo el
mundo, que obviamente no puede atribuirse a ninguna confabulación de
algunos avivados ni tampoco a alucinaciones.
Voces que ordenan.
Vicente, que así se llamaba, hablaba también de sus visiones nocturnas.
Las “experiencias de dormitorio” pueden llegar a obsesionar al testigo de
tal forma que crea ser víctima de un constante control y seguimiento por
parte de las “entidades” y aunque la experiencia no tenga un origen
psicopatológico, sí puede generar una “escisión de la personalidad” si no
es bien “digerida” por el perceptor.
Algo así parecía verse en Vicente, debido a sus ideas bastante delirantes.
Afirmaba sentir extraños pitidos -casi siempre dos- en la zona posterior
de la nuca. Para él era el aviso de que “ellos” estaban allí. Tras dicha
señal, su ritmo cardíaco y respiratorio aumentaba considerablemente y sus
miembros comenzaban a temblar. “Inmediatamente tras los pitidos -contaba
angustiado- empiezan los movimientos y comienza a bailar uno en la cama.
Era un “meneo” espantoso. Llegaba a pensar de que se me iba a parar el
“motor” -refiriéndose al corazón-; es más, hubo un momento en que no lo
sentí. El ruido lo escucho perfectamente y otras veces, a nivel mental, he
sentido otros pitidos, otras cosas raras. La última vez fue en la nuca,
donde tenemos la cervical... Oí dos pitidos como diciendo: ¡Aquí
estamos!...”
Este malogrado testigo creía que por las noches esas “entidades”
experimentaban con él. Era tal su convicción y predisposición, que solía
dirigirse a “ellos” diciendo: “¡Venga, que ya estoy dispuesto; haced lo
que queráis conmigo!”. Constantemente, al despertar, veía a la altura de
media habitación “luces” de colores rojos y azules. No faltaron “voces”
que le ordenaron tomar una actitud o postura. “Estaba acostado, serían las
cuatro de la madrugada y de pronto siento los pitidos en mi cerebro.
Comprendí que eran “ellos”. Intenté levantarme, pero una voz me dijo:
¡Permanece echado!”. Su obsesión llegó a extremos inusitados cuando
aseguró que esos “visitantes” convivían en su casa. “Presiento que están
en la habitación conmigo y, de alguna manera, se me manifiestan” -dijo
convencido-. Una tarde, oyendo detenidamente sus originales aseveraciones,
su mujer empezó a sonreír ante lo que decía su marido, y éste,
malhumorado, le replicó: ¡Mira Isabel, ahora mismo “ellos” están aquí y
están viendo que tú te estás riendo...!”
Hermelinda Humanes, narra en otra ocasión un hecho relacionado con este
asunto. “En la visión que tuve vi que un niño me avisaba de que había dos
soles. Salgo a la calle y al salir veo que era por la mañana, y me dije:
“Si el sol está aquí, ¿cómo es que hay otro?...” De pronto vino hacia mí
la nave y ya no recuerdo nada. Cuando me desperté me encontré en una sala
que era toda metálica, redonda, con unos mandos; veo una mesa de
operaciones donde yo estoy tumbada; la mesa está en el centro, hay una
lámpara grande, redonda, arriba en el techo. Delante de mí había tres
seres muy altos, vestidos con monos blancos, delgados y que desprendían
una cierta energía positiva... Mentalmente, me dieron la opción de verles
las caras, pero me advirtieron que tenía que estar muy preparada para
vérselas... Entonces yo, no sé por qué, decidí no verles las caras.
Después de eso recuerdo que me levanté completamente nueva, repuesta, como
si me hubieran puesto pilas nuevas...”
Un extraño sonido en la nuca.
Esta señora, Hermelinda Humanes, recordó (tras preguntarle si había
descubierto en alguna parte de su cuerpo alguna extraña marca o cicatriz)
haber notado por aquellas fechas del “encuentro”, a finales de 1989, “algo
que encoge y suena... como dos granitos en la nuca...” Es significativo,
como se desprende del relato, que las “apariciones de dormitorio”
contengan simultáneamente elementos de dos polos que parecían bien
opuestos: las abducciones y el contactismo.
Los “extraterrestres” tampoco se ausentaron de las enigmáticas visiones de
Margarita Lopetegui. Haciendo memoria recordó que “en 1978, cuando tenía
45 años, empecé a contactar telepáticamente con “Luz del Alba” -según me
confesó, este “ser” era oriundo de Ummo. Me hablaba de Adán y Eva, de
Lucifer, de su rebelión y otras cosas así...” Y en sueños, ella viajaba
hasta la “nave extraterrestre”, donde “un ser vestido de blanco y al que
no le veía la cara me daba instrucciones” (descripción similar a la que
hizo Hermelinda sobre los tres seres).
No es necesario viajar por una carretera solitaria para tener un encuentro
cercano con Ovnis, ni tampoco invocar a los “hermanos cósmicos” sobre la
cima de una montaña... El fenómeno se ha “transmutado” a sí mismo, y ahora
nuestro propio hogar, la intimidad de nuestra alcoba, puede convertirse en
el escenario ideal para manifestarse entes que, a buen seguro, no
pertenecen a nuestra “realidad” cotidiana...
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