El afán por el riesgo
Hay
personas que parecen disfrutar cuando se comportan creando situaciones que
implican un riesgo mayor o menor para sus vidas. Este afán por el riesgo es
especialmente típico de la adolescencia, pero se puede prolongar durante edades
posteriores de la existencia.
Generalmente se comienza buscando situaciones que impliquen un riesgo pequeño o
remoto para, de un modo progresivo, irse aproximando a comportamientos más
arriesgados. Mediante un análisis psicológico podemos descubrir cómo detrás de
este afán por el riesgo se esconden varios factores que predisponen a este tipo
de comportamientos. Por un lado está el interés por la aventura, lo que en la
adolescencia, sobre todo, está relacionado con la búsqueda de la propia
identidad. El riesgo se constituye, entonces, en un aliciente, ya que sirve para
«probarse a sí mismo», y de este modo conocer sus reacciones, sus limitaciones,
y conocerse mejor a sí mismo en algunos aspectos.
En otras
ocasiones, se recurre a las conductas arriesgadas como un modo de combatir el
aburrimiento o una vida vacía de contenido. Se pretende así conseguir
experimentar sensaciones distintas, dotadas de gran intensidad vivencial. Estas
personas notan entonces que verdaderamente son capaces de sentir, «de vivir» el
momento presente, a la vez que el peligro de muerte les ayuda a lograr que esos
momentos cobren más intensidad. Son personas que no soportan la vida monótona y
rutinaria, y que sólo de este modo saben introducir un aliciente en su vida.
En otros
casos, el afán por el riesgo no es tal, sino que procede del desconocimiento del
mismo. Son personas aparentemente valientes, pero en realidad, lo que sucede es
que no son conscientes de las consecuencias que puede acarrear su conducta. Esto
es especialmente frecuente entre las personalidades psicopáticas e inmaduras.
Estas personas se encuentran plenamente centradas en el presente y tienden de
forma bastante impulsiva, a intentar proporcionarse en cada momento lo que
desean, sin tener en cuenta los peligros que para ellos mismos se pueden derivar
de estos comportamientos.
En otro
orden hay que tener en cuenta que el afán por el riesgo puede deberse a un
deseo, más o menos inconsciente, de morir, tratándose, entonces, de los
denominados equivalentes suicidas. En estos casos las personas se encuentran con
unas expectativas de vida que no les satisfacen, por lo que sienten un profundo
desprecio por la vida, resultándoles indiferente vivir o no. Lejos de tomar una
determinación concreta, lo que les llevaría al suicidio, prefieren dejar en
manos del destino, o simplemente de la suerte, lo que será de ellos. Por esto no
rehuyen cualquier actividad arriesgada; por el contrario, las prefieren a las
demás, ya que en algunos aspectos les resultan más ventajosas.
No todas
las profesiones que implican un alto riesgo para la vida están representadas por
personas de estas características, si bien son más frecuentes estas profesiones
de alto riesgo entre aquellos en quienes se pueden asociar a algunos de los
factores enunciados anteriormente.