EL ALUMNO QUE ACOSA Y EL ALUMNO ACOSADO
Es importante señalar que los inductores del acoso pueden no ser los mismos que
los que lo ejecutan. Estos serían los típicos casos donde existe un grupo,
dentro del cual está bien diferenciado el líder de los más cercanos y de otros
que se someten a su voluntad; es decir, se hacen evidentes grandes diferencias
entre él, o los que ejercen cierto poder, y los que no.
Quien ejecuta el acoso se gana y se asegura la cercanía del líder o cabecilla y
evita a la vez que se metan con él; el inductor del acoso consigue hacer patente
su dominio dentro del grupo.
Existe en ellos una clara falta de empatía, que es la habilidad que permite a
las personas conocer el estado en que se encuentran los demás, y en cierta forma
ser capaces de ponerse en el lugar del otro, para saber qué sienten y poder
actuar en consecuencia. Los acosadores ejercen sus conductas fundamentalmente
por cómo se sienten ellos mismos, aunque son plenamente conscientes de los actos
que llevan a cabo. La parte a la que no llegan es a conocer cómo vive
interiormente el acosado la situación y a saber las consecuencias que puede
estar teniendo para él.
La intolerancia es otra característica de este tipo de alumnos. Tolerar a los
demás supone un gran valor que engloba la capacidad de desarrollarse a uno mismo
frente a la variedad que supone la individualidad de cada uno y, además, hacerlo
sin necesidad de enfrentarse al que es distinto para llevar a cabo los propios
propósitos. Hay dos aspectos que explican la intolerancia del acosador, por un
lado, la necesidad que tiene de hacerse notar y valer en el grupo y, por otro,
la incapacidad para conseguirlo plenamente a través de conductas alejadas de)
acoso y más normalizadas.
Esto refleja una cierta inseguridad tras la fachada de algunos acosadores, que
parecen los más listos, los más atrevidos o los que más triunfan. A través de
este tipo de actos intentan reafirmarse.
Aunque puedan mantener comportamientos normalizados en otras áreas, e incluso en
ésta con muchos otros compañeros, el acosador se desenvuelve bien utilizando
conductas agresivas, pudiendo llegar a automatizarlas y emplearlas siempre que
está presente el acosado y se da lj ocasión. El hecho de que esta conducta
agresiva le permita conseguir sus objetivos, y que el acosado se vea cada vez
más impedido a reaccionar adecuadamente, refuerza su uso y aumenta su capacidad,
lo que se puede traducir en conductas cada vez más intensas y frecuentes.
Las características personales muy notorias y diferentes a las del resto del
grupo generalmente pueden ser la causa del inicio de ciertas conductas de
discriminación, pero no necesariamente del mantenimiento y empeoramiento de
ellas. Lo normal es que sean sus respuestas ante el acoso lo que incida más en
su evolución.
Aunque al principio las respuestas defensivas son variadas, según los distintos
casos y los distintos alumnos, lo que van consiguiendo con ellas no les ayuda a
solucionar el problema, incluso pueden ser contraproducentes. En ciertos casos,
el acosado puede utilizar conductas muy agresivas, lo que incrementa la
violencia, pero no hace que el acosador cese; en otros, el acosado se inhibe a
la espera de que cese el acoso. En todos los que se cronifican aparece una
cierta debilidad, manifiesta a través de conductas de retraimiento, inhibición,
lloros, aislamiento..., que el acosador percibe como la consecución de sus
objetivos.
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