mbición
La
ambición es el deseo de conseguir unas metas concretas que el sujeto se propone;
una vez logradas son sustituidas por otras cada vez más importantes. Se dice que
las personas ambiciosas llegan a más en la vida, logran sus objetivos con éxito,
mientras que los que carecen de ambición se conforman con pocos logros y no
suelen plantearse nuevas metas. Esto tiene una gran parte de verdad.
El ser o
no ambicioso es algo que afecta a la totalidad del sujeto, a los aspectos
sociales, laborales y económicos; cualquiera puede querer ascender en su
trabajo, tener más dinero o mantener un determinado status social. La ambición
afecta también a otros aspectos de la vida y muy particularmente a la
afectividad. Un proyecto vital de lo más ambicioso es conseguir una afectividad
estable, hay que planteárselo y esforzarse por lograrlo. El tener amigos,
encontrar una pareja y formar una unión sólida, afrontar las frustraciones y
asumir correctamente las alegrías, mantener un estado de ánimo equilibrado, en
fin, la vida afectiva, depende de uno mismo, del empeño, de la ambición que se
tenga por lograr esa estabilidad.
Se
distinguen tres tipos de ambición: ambición sana o normal, ambición desmedida o
patológica y ausencia de ambición.
La
ambición normal o sana se encuadra dentro de un proyecto vital coherente y
estructurado, con metas lógicas, aceptables y realizables. Esta ambición actúa
como estímulo para lograr el fin propuesto, es de mayor o menor intensidad, pero
siempre comprensible.
La
ambición patológica sobrepasa los límites de la normalidad, hay un afán
desmedido por lograr más y más, generalmente poder, riqueza, dignidades o fama.
Este deseo puede convertirse en una idea obsesiva que domina la vida del
individuo condicionando su conducta general y su relación con los demás que se
deteriora a mayor o menor plazo de tiempo. El que sufre esta ambición patológica
plantea su vida en exclusiva según sus objetivos y el resto de las actividades y
las personas quedan relegadas a un segundo plano.
La
ausencia de ambición no es un estado patológico en sí, pero al faltar unos
objetivos a alcanzar, el sujeto no se plantea metas, se conforma con lo que es y
lo que tiene sin cuestionarse nada más. Hay quien podría justificar esta actitud
afirmando que la felicidad se basa en estar contento con lo que uno es, pero el
ambicioso puede estarlo y desear y aspirar a otras metas.
Hay que
distinguir entre ambición y envidia. La primera es el deseo de lograr unos
objetivos atractivos para el sujeto en función de sí mismo. La segunda es desear
lo que otros tienen y son, es una especie de ambición en función de los demás
que condiciona conductas pero suele acarrear una enorme insatisfacción personal.
Se podría considerar la envidia como una ambición patológica en su punto de
partida.
A la hora
de valorar la conducta de una persona ambiciosa hay que tener en cuenta su
comportamiento con los que la rodean, sobre todo, las posibles repercusiones
negativas que la ambición puede tener en sus relaciones interpersonales. Hay que
canalizar estas aspiraciones siempre dentro del respeto a los otros.