|
¿LOS AMIGOS DESPLAZAN
A LOS PADRES?
Aparentemente, sí. Es ley de vida: las amistades juveniles juegan en las
relaciones padres-hijos el papel de descentrar. Permiten un alejamiento
parcial de los padres y una primera conquista de la independencia.
Durante alrededor de doce años los padres hemos sido el modelo e incluso los
ídolos de los hijos: nos lo preguntaban todo: nos pedían ayuda por todo;
querían parecerse a nosotros; les gustaba estar con nosotros... Pero, con la
llegada de la pubertad: dejan de pedirnos ayuda; pasan la mayor parte de su
tiempo fuera de casa; rehuyen nuestra presencia... ¡Duele caer del pedestal!
Tenemos así la impresión de que ya no nos necesitan. Hemos dejado de ser el
centro de sus vidas, y el lugar que hemos perdido lo ocupan ahora los amigos
de nuestros hijos.
Algunos padres se resisten a este alejamiento de los hijos. Quieren seguir
siendo imprescindibles en su vida y usan la autoridad de forma arbitraria,
en un desesperado intento de dominar al hijo que aparenta "escapársele de
las manos". Pero, ¡lo que son las cosas!: cuanto más pretenden sujetarle,
menos lo
consiguen.
No hay que darle más vueltas: el nacimiento de la amistad en la adolescencia
supone que la familia no es ya la única influencia importante en la vida de
los hijos. A partir de este momento, los amigos influyen tanto o más que los
padres. Y estos "competidores" recién llegados ya sabemos que pueden ser una
fuente potencial de conflictos entre padres e hijos.
Sin embargo, que nadie crea que todo está perdido cuando emergen los amigos.
Los padres no tardarán en descubrir, por ejemplo, que los amigos de sus
hijos pueden ser magníficos colaboradores en la acción educativa de la
familia (de hecho, en las sesiones de terapia familiar a menudo contamos con
ellos para que ejerzan una función de influencia positiva sobre el paciente
adolescente).
Los hijos adolescentes siguen necesitando a sus padres (aunque no siempre
sean conscientes de ello o aunque carezcan de la humildad y sencillez
necesarias para reconocerlo). Pero en realidad los necesitan, no sólo para
recibir algo de ellos, sino también para darles algo de sí mismos. Llegados
a este punto, es importante insistir en que es un error esperar de los hijos
únicamente correspondencia pasiva, es decir, obediencia. Es preciso
concederles oportunidades para que puedan hacer con sus padres algunas de
las cosas que hacen con sus amigos: opinar, aconsejar, hablar de cualquier
tema con libertad, ayudar... Muchos padres intentan que sus hijos les
confíen sus preocupaciones personales sin que ellos, por su parte, les hayan
hablado nunca de sí mismos. Otros padres dan muchos consejos sin pedir
ninguno a cambio. Olvidan que la razón que fundamenta la amistad es la
reciprocidad: es, pues, una relación de ida y vuelta. |
|