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CÓMO SE GENERAN LOS PROBLEMAS EN LA PAREJA
La
evolución de las relaciones de pareja no sigue, generalmente, una línea
estable, y las crisis, dependiendo de la intensidad o de la frecuencia,
pueden suponer un momento de aprendizaje y de fortalecimiento de la
relación, o de ruptura irremediable.
A
veces puede tratase de pequeños descuidos o molestias cotidianas, que no
tienen el peso suficiente como para considerarse un problema, pero que van
generando un malestar que, en un momento determinado de saturación, es
probable que se empiece a interpretar como falta de atención o de interés
por parte de la pareja. Cuando empiezan a ocurrir estos pequeños
acontecimientos, a menudo se comete el error de callarse, de aguantar, y no
exponer, con cariño y en positivo, lo que está ocurriendo.
Empezar a dar explicaciones propias a una situación sin contrastarla con el
otro puede terminar en un enfado considerable que, con frecuencia, está más
alejado de la realidad que lo que realmente pueda estar ocurriendo. Es por
ello muy importante no dejar que pequeños detalles se conviertan en grandes
y a veces en insalvables problemas, y que se podrían haber superado
comunicándose adecuadamente, cuando se trataban aún de pequeñas cuestiones
fáciles de afrontar.
Durante la convivencia, que supone muchos ajustes entre las dos personas,
independientemente del amor o de la atracción que exista, es relativamente
normal y se puede esperar que algunas de las conductas puedan resultar
molestas a la pareja. Esto puede ocurrir sin tener apenas conciencia de
ello, pero en ocasiones se puede percibir con claridad que algo está
molestando al otro, pues se empieza a producir un distanciamiento o incluso
alguna forma de rechazo.
No es
infrecuente que, en lugar de afrontar la realidad como es, se reproche a la
pareja con comentarios del estilo: «Pues no sé por qué te enfadas, si no es
para tanto. Vaya tontería». Objetivamente, lo relevante en esta situación no
es por qué se está enfadando el otro, sino que, de hecho, le está resultando
molesto. Decirle que no se enfade resulta tremendamente ineficaz, puesto que
ya lo está. En estos casos, le parezca a uno una tontería o no, es
preferible tener en cuenta lo que está sintiendo el otro y, si de hecho se
quiere a esa persona, escuchar, entender lo que ocurre y poner remedio a
situaciones similares con actuaciones alternativas que sean del agrado de
los dos. Esto es superar una crisis.
En
otras ocasiones se trata de pequeños detalles que se repiten con frecuencia,
para los que el organismo no activa ningún sistema psicológico de defensa,
pero que van minando la relación de forma apenas perceptible, y que pueden
terminar con el desmoronamiento de la pareja. Para evitar que esto ocurra,
es aconsejable pararse a pensar sobre esas pequeñas conductas o actitudes
que uno sabe que molestan a su compañero o compañera, e intentar poner
remedio cuanto antes, así como también hacer un análisis de lo que a uno le
gustaría que el otro modificase, aunque fuese ligeramente, y comunicarlo
dentro de un entorno de afectividad y constructivo. El objetivo no será
buscar culpables, sino describir situaciones y encontrar soluciones
satisfactorias para ambos.
Otra
situación frecuente se da cuando uno, o los dos, tienen la sensación de no
estar ya enamorados de su compañero o compañera. Sienten que se ha acabado
el amor, o que ya no tienen ilusión o ganas de seguir adelante en un
proyecto común con esa persona. Puede haberse producido una decepción, pues
lo que se esperaba que iba a ser la convivencia, termina siendo muy
diferente, y con una connotación negativa. Si los dos se encuentran en el
mismo punto, será más fácil llegar a un entendimiento, que puede abarcar,
desde la separación amistosa, hasta una convivencia en armonía, incluyendo
las posibilidades intermedias que dependerán de las circunstancias
específicas de cada pareja. Es mucho más complejo cuando es uno solamente el
que siente que el amor se acabó, mientras que el otro sigue emocional y
racionalmente comprometido con la relación. Pueden darse dos situaciones,
cuando uno de ellos no acepta que el otro no siga enamorado, e intenta por
todos los medios que no se produzca la ruptura:
Hacer caso omiso de lo que se le está comunicando, e insistir en que
continúe la relación
Los
sentimientos no se imponen, se facilitan, de manera que, si se le está
diciendo a uno que ya no se está enamorado, efectivamente es algo que no va
a resultar agradable, pero que no queda más remedio que aceptar. Es bastante
irracional obligar a querer y, si se impone, las consecuencias lógicas van a
ser el resentimiento y la frustración. Nada más alejado de una relación de
pareja basada en el amor, el respeto y el entendimiento.
Caer en el victimismo, de manera que al otro le resulte imposible dejar la
relación
Cuando no se acepta el final de la relación, puede intentar crearse en la
pareja tal sentimiento de culpa que, aunque sea consciente de que el amor se
acabó, piensa que el otro será incapaz de sobrevivir sin él, bien en lo
emocional o en la práctica de sacar lo cotidiano adelante. La culpa también
habrá arraigado en quién se quiere separar si piensa que, por cualquier
razón, el otro no merece o no se le pueda condenar a quedar abocado a la
eterna soledad. Mantener a alguien de esta manera en una relación, sabiendo
que va a producir frustración y, una vez más, resentimiento, es un acto más
próximo al egoísmo que al amor, aunque se haga a éste último responsable de
tantos desmanes. Por ello, sería aconsejable revisar a qué tipo de
sentimientos está respondiendo un comportamiento. Si la forma de obrar es
incompatible con una relación de pareja sana, guste o no, será mejor poner
fin.
Cuando las diferencias son tantas que la relación de pareja se hace apenas
soportable, antes de empezar con el rosario de reproches que se suelen
dedicar a la pareja ante la decepción, sería más eficaz una pequeña
reflexión sobre la propia actuación al tomar la decisión de convivir con
alguien. Quizás, no se hizo un análisis previo apropiado de las áreas de
compatibilidad e incompatibilidad, o se obviaron diferencias con la
expectativa cíe que, con el tiempo, cambiarían.
Antes
de tomar una decisión definitiva, como la separación, es positivo
reflexionar sobre si puede estar ocurriendo también que, debido a diversos
factores, como una mala racha profesional, o de salud, la atención se está
desviado a los aspectos negativos de la otra persona, dándoles un peso mayor
del que en realidad corresponde. Nadie es perfecto, y si se quieren
encontrar defectos, sin duda se encontrarán. En ocasiones, realizar un
pequeño reajuste y volver a fijarse en lo que nos ha enamorado de una
persona, en sus aspectos positivos, que también los tiene, hará que los
negativos retomen su tamaño adecuado y no influyan en el transcurso
saludable de una relación satisfactoria.
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