EL
INFIERNO DE LAS AGRESIONES, LAS OFENSAS Y EL CHANTAJE
Si
existe algo que hace que la recuperación de la pareja sea muy difícil, eso
es caer en el goteo incesante de reproches, ofensas y humillaciones.
Curiosamente, existe una idea arraigada de que cuando uno quiere a alguien
tiene derecho a reprochar y corregir, incluso en público, o casi mejor en
público, a la pareja. Ni qué decir tiene que se trata de algo irracional, a
la vez que ineficaz y profundamente dañino.
Un
reproche bastante común es culpabilizar al otro de cualquier cosa que uno
haga mal. Si chilla es porque el otro le saca de quicio. Si le engaña es
porque no es capaz de satisfacerle. Si es taciturno es porque el otro no
sabe hacerle feliz. Nada de esto tiene sentido. Cada cual es responsable de
lo que sale por su boca, así como del tono en que lo hace.
Existen alternativas de conducta aparte de alzar la voz. Si uno no sabe
procurarse momentos de alegría durante la jornada, no hay por qué traspasar
esa responsabilidad a la otra persona. Cuando no se es feliz con alguien, o
cuando percibimos que estar junto a un cierto tipo de personas no saca
precisamente lo mejor de uno mismo, lo más eficaz será alejarse. Del resto
que ocurra será culpable, o mejor lo denominaremos responsable, uno mismo.
Echar las culpas a otro libera de muchas responsabilidades y hace sentirse
mejor, pero no es la mejor forma de resolver y afrontar los problemas.
Las
personas que no saben pedir adecuadamente lo que quieren o necesitan, suelen
recurrir con frecuencia a la queja o al reproche. El inconveniente que
presentan estas personas obrando así es que no suele quedar muy claro lo que
quieren, juegan mucho con la ambigüedad para que el otro interprete el
mensaje, y no puedan satisfacer adecuadamente la petición; por esta vía se
suele dejar un cierto poso de insatisfacción y frustración en la pareja. Hay
una pregunta sencilla que nos sirve para poder eliminar cuanto antes esta
conducta del repertorio: «¿Qué es exactamente lo que quieres o lo que me
estás pidiendo?». Es una buena manera de que empiece a aclararse
saludablemente la comunicación.
Una
de las causas que originan estas conductas suele ser un manejo ineficaz de
las emociones, más concretamente de la ira, a la que se da rienda suelta sin
atender a las consecuencias a veces irreparables que ello provoca.
Se
estarán manejando mal las emociones cuando uno se pone sarcástico, se
muestra retraído emocionalmente, chilla y humilla, habla más de la cuenta,
rompe las reglas de la relación, o impone su voluntad. Estas torpezas suelen
justificarse más adelante con argumentos del tipo: «Pues no sé por qué te
pones así si no es nada; no me he dado cuenta; no sé por qué lo he hecho; es
culpa tuya; te lo merecías; o lo he hecho por tu bien».
Antes
de entrar en el ring de boxeo e intentar ganar a la pareja por KO, es mejor
pararse a pensar cómo se piensan luego recoger los añicos en los que habrá
quedado la relación. Pedir perdón, sólo, en muchos casos no será suficiente. |