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Amor a primera vista
Mucha
gente desea conocer a aquella persona que pueda ser el amor de su vida, pero
muchas relaciones finalizan con la frase “no estamos hechos el uno para el
otro...”
El amor no se basa tan sólo en una atracción física mutua y quizás tampoco
en un gusto compartido por la comida japonesa o mexicana. Los estudios sobre
las relaciones personales han demostrado que lo que realmente importa son
los valores, la actitud y la entrega.
¿Existe pues el amor a primera vista?
Esta pregunta siempre desata el debate. Por un lado están los fervientes
defensores de la química instantánea, y por el otro, los que descalifican
con énfasis la posibilidad de que un hombre y una mujer se enamoren con tan
sólo mirarse. Es probable que tanto unos como otros tengan razón, pues
existen casos que confirman la primera teoría y otros que la refutan. Pero
lo cierto habitualmente es que quienes ponen todas sus expectativas en
enamorarse en el primer contacto, generalmente llevan las de perder, pues
ponen tantas expectativas en la primera cita que si no logran su objetivo se
sienten irremediablemente frustrados.
Los tímidos/as suelen alinearse entre los que apuestan a la química
instantánea. Y es que les cuesta tanto tomar la iniciativa de invitar o
aceptar la invitación de alguien, que prefieren apostar todas sus fichas en
una supercita que los conduzca directamente al amor y los saque del aprieto
de tener que buscarlo.
Aspirar a enamorarse a primera vista puede ser tan romántico como
frustrante. Y no es para menos, si tú te empeñas en que tu Romeo o tu
Julieta caiga rendido a tus pies con tan solo una caída de ojos, únicamente
te estarás cargando sobre tus espaldas la realización de un sueño que
probablemente nunca deje de ser tan sólo eso, un sueño. Y como el que espera
desespera, inmediatamente vendrá la sobredosis de ansiedad.
Pero eso no es todo, tras cada intento fallido vendrá la decepción y, lo que
es peor, es probable que te pierdas el conocer a esa persona con la que
compartir todas las riquezas de un amor maduro.
“A la pregunta sobre para qué necesito a alguien, solo puedo responder con
una historia, con una porción significativa de mi biografía o con su
totalidad”.
¿Por qué tengo esa necesidad de salir de mí, de buscar “algo” en el otro?
Esta búsqueda natural está impulsada por el amor con mayúsculas.
Buscamos una verdad, la verdad de nosotros mismos, nos buscamos a nosotros
mismos. En el fondo buscamos nuestra “chispa” de divinidad.
La búsqueda comienza por nosotros mismos, en nuestro interior. Y
automáticamente somos impulsados a salir de nosotros. Me percibo a mí mismo
cuando salgo fuera de mi, en el contacto con el otro; con el lenguaje del
amor de la otra persona para conmigo tomo conciencia de mi y de mi dignidad.
Sólo quien se experimenta a sí mismo como ser humano, como un todo pleno de
sentido, puede comprender a los otros.
El amor perfecto se da en la amistad donde deseo el bien de mi amigo/a por
mi amigo mismo. La amistad es un hábito que tiene por objeto las acciones
para con los demás bajo el signo de la gratuidad. Amo íntimamente a mi
amigo/a simplemente porque es persona. Lo descubro más allá de lo que cuenta
de sí mismo, desde su vocación, desde su esencia.
Toda amistad, todo amor, se funda en una comunicación de vida por eso tiene
que haber reciprocidad. Y ahí es donde voy buscando y encontrando mi
plenitud.
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