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Las ancianas escuchan su cuerpo.
Por lo general, es cierto que prestamos atención a nuestra apariencia
externa y que, como siempre, nos damos cuenta de las partes del cuerpo que
más nos disgustan. Es nuestro deber, sin embargo, estar a bien con algo más
que con la mera apariencia del cuerpo a medida que vamos madurando; lo
cierto es que, si no escuchamos a nuestro cuerpo y no prestamos atención a
nuestras necesidades y a los placeres físicos, este vehículo, que requiere
de una buena conducción para llevarnos por una vida cómoda y larga, nos
limitará en cambio la actividad y la posibilidad de transformarnos. Además,
si escuchamos al cuerpo, veremos que a menudo nos enseña a prestar atención
a algo importante que, de otro modo, se nos escaparía o ignoraríamos.
Una anciana aprende que satisfacer lo que desean tanto el cuerpo como la
psique nos aporta una sensación de bienestar; por ejemplo, cuando una mujer
que quiere bailar busca tiempo para dedicarse a ello. Si el baile es
alegría, liberamos endorfinas, priorizamos el placer y disminuimos el dolor
y los sufrimientos. La sensación del tacto deseada es otra cosa que alimenta
cuerpo y psique y que nos hace sentir un cosquilleo de placer. A los cuerpos
también les gustan los orgasmos. Una clase de baile, un masaje aplicado con
cierta regularidad, los animales domésticos o un vibrador, son cosas que se
encuentran al alcance de una mujer madura; por tanto, ¡prohibido quejarse
por no tener un marido que baile o un amante! Hay cuerpos que anhelan la
caricia del sol. Otros desean sentir el viento o el cortante aire de la
montaña. Viajar o caminar confiere energía a algunos cuerpos. En resumen,
una anciana escucha su cuerpo como si fuera la extensión de su psique.
Cuando los dos se muestran unidos en función de lo que interesa o se desea,
las imágenes, las emociones y los recuerdos se entrelazan con sensaciones y
actividades físicas. En verdad, la psique y el cuerpo son uno solo.
Hay muchas mujeres maduras que también aprenden a escuchar su cuerpo, del
mismo modo que ciertas personas se muestran en sintonía con las vibraciones
y los sonidos de sus automóviles, saben decir cuándo hay algo que "no marcha
bien" y lo que debería arreglarse. Se trata de molestarse en prestar
atención, que para muchos es algo que tan sólo se hace cuando aparecen los
problemas. Para otros, en cambio, escuchar es su segunda naturaleza.
El cuerpo también expresa sentimientos, y si no permitimos que las emociones
emerjan a la luz en calidad de sentimientos, aparecerán en forma de dolor o
síntomas físicos. Lágrimas de sufrimiento sin derramar, la reacción ante un
aniversario... El cuerpo recuerda las fechas cargadas de emociones cuando la
mente ya las ha olvidado. La rabia ignorada, el resentimiento, la hostilidad
o la tensión resultante del miedo o la ansiedad, pueden aflorar como dolor o
sufrimiento, en forma de un ataque de asma, un trastorno intestinal,
insomnio o erupción cutánea. Una anciana escucha el mensaje que se oculta
entre los sentimientos y el cuerpo; y este mensaje le lleva a buscar una
respuesta interior a la pregunta "¿qué está pasando?" cuando un síntoma
físico que le resulta familiar reaparece.
Una mujer madura también presta atención a las posibles percepciones
corporales: interpreta lo que éstas le dicen sobre las personas y las
situaciones. ¿Hacia quién te sientes atraída físicamente? ¿Ante quién das un
paso atrás cuando se te acerca? Tener la carne de gallina, apretar las
mandíbulas, ruborizarse, o notar que se te ponen los pelos de punta, son
mensajes especialmente importantes que debemos interpretar, pues en el
momento en que surgen el cuerpo nos está diciendo algo.
El aspecto externo que una anciana pueda tener no necesariamente le ha de
importar. Lo que cuenta es que su valía como mujer y ser humano no dependa
de eso. Después de la menopausia, los efectos de la gravedad en general se
vuelven más palpables. Todo tiende a colgar y a perder firmeza. Cosas como,
por ejemplo, la belleza saludable de alguien que está en forma y tiene buena
salud, un guiño, una sonrisa auténtica y la risa espontánea, contribuyen a
hacer que una persona sea atractiva, independientemente de la edad que
tenga. Sin embargo, las mujeres maduras que desean parecer jóvenes, porque
es así como se sienten, desearán tratarse las arrugas y las bolsas bajo los
ojos, mientras que a otras, en cambio, les encantarán esas mismas arrugas,
el pelo cano o blanco, y disfrutarán pareciendo abuelitas o ancianitas
sabias. |
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