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Las ancianas saben también improvisar.
La mayoría de las ancianas podría definir la vida como una obra improvisada
en constante proceso. Sin embargo, este momento de sus vidas en el que se
encuentran no fue el destino que planificaron. Podríamos decir que han
sufrido muchas "encarnaciones" en esta vida, al mirar hacia atrás y
contemplar las etapas, los lugares y las personas que fueron importantes
para ellas en distintas épocas. La cantante y actriz Madonna podría
representar a ese modelo de mujer que se ha reinventado a sí misma, y éste
es precisamente el caso de muchas mujeres, sobre todo de las que rondan los
sesenta y crecieron con guerras y revoluciones sociales fundamentales que
les influyeron en el ámbito personal. Jamás nos fue dado un sendero único
por el cual caminar.
Es bastante frecuente que las mujeres de esta generación se hayan casado más
de una vez, hayan vivido
en pareja y hayan tenido varios o muchos compañeros sexuales. Algunas
tuvieron hijos pronto, y ya son abuelas. Otras fueron madres tardías, cuando
unas cuantas amigas de su misma edad entraban en una temprana menopausia.
Hubo quien se volvió a casar y creó familias multiparentales. Incluso hubo
mujeres que adoptaron huérfanos de países extranjeros.
Como mujer en edad madura es posible que nuestra familia de origen resida en
algún punto geográfico muy distante del que vivimos en la actualidad. Quizá
también llevemos una vida muy distinta a la de ellos. En función del estado
civil y la circunstancia, a lo mejor hemos vivido en la pobreza o en la
riqueza, nos las hemos apañado como madre soltera y desempleada, nos hemos
casado con alguien rico, o hemos sido madres burguesas... en distintas
épocas de la vida. Incluso es posible que hayamos creado nuestra propia
empresa, o bien hayamos conseguido, y luego perdido, beneficios ficticios en
Bolsa. Quizá nosotras mismas, o alguna mujer que conozcamos, vivamos o
hayamos vivido en una comuna o un ashram, formemos parte de un sangha
budista, o nos hayamos convertido en sacerdotisas protestantes.
A lo mejor accedimos a profesiones y empleos que en el pasado estuvieron
vetados para el género femenino, o a los cuales sólo accedían las mujeres
con un papel simbólico; o bien hemos sido amas de casa toda la vida, o nos
contrataron para un puesto de trabajo que tradicionalmente se reservaba a
las mujeres. Puede que incluso nos hayamos quedado a residir en la ciudad
natal y hayamos estado casadas con un solo hombre con el cual formamos una
familia.
Con independencia del pasado, en general los cambios se producen durante los
años de vejez. Se inicia la jubilación, que puede durar más años que la vida
laboral si aceptamos una jubilación anticipada y disfrutamos de una larga
vida. Las mujeres suelen sobrevivir a sus maridos, y convierten la viudez en
una nueva etapa muy completa. El nido ya está vacío, y los polluelos quizá
han terminado viviendo muy lejos.
La flexibilidad, el ingenio, una buena salud, amigos, la capacidad de
aprender y seguir creciendo, sentirse necesaria o prestar algún servicio,
poseer intereses cautivadores, junto con la capacidad de disfrutar solas,
son cualidades que nos ofrecen la oportunidad de improvisar una buena vida.
Gracias a la curiosidad y al espíritu aventurero hay ancianas que descubren
todo un nuevo mundo de intereses. Algunas finalmente retoman lo que dejaron
"en barbecho" durante décadas. Hay mujeres que florecen tardíamente en todos
los aspectos de la vida. Cuando Mamá se convierte en viuda, por ejemplo, a
menudo sus hijos adultos se sorprenden de lo independiente que se vuelve al
constatar cuánto viaja, o con qué empeño se pone al frente del negocio.
La etapa de la vejez es una época en la que muchas mujeres buscan modos de
"devolver". Profundamente conscientes de las oportunidades que han tenido,
las mujeres maduras engrosan las filas del voluntariado en todas las
comunidades, son abogadas y activistas a todos los niveles.
Una anciana es ella misma. Acepta el cambio, aprecia que todo lo que hay en
su vida es bueno, comprende el proceso de la pérdida de la vitalidad y de la
muerte, y sigue adelante. Su identidad no queda definida por el papel social
o profesional que representa; la actividad que lleva a cabo y la persona con
quien comparte su vida son expresiones de su misma persona, no de su
identidad.
Cuando llega la hora de poner fin a una etapa de su vida, sabe hacerlo, lo
cual le permite iniciar una nueva fase. Ella se inventa a sí misma de un
modo intencionado; aunque también sabe improvisar, adaptarse al cambio y
obrar ante la circunstancia que le llama a obrar. Si la metáfora fuera la
música, el instrumento sería su persona, y el profundo tema de su melodía,
el que imita los latidos de su corazón. Cada etapa es como un movimiento
distinto de una obra fundamental, con variaciones sobre el mismo tema.
Mientras la música no cese, las mujeres maduras no dejarán de ser
conscientes y de obrar apropiadamente. |
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