|
LOS AÑOS PERDIDOS DE
JESÚS
La
vida de Jesucristo ha marcado durante más de 2.000 años el devenir de los
acontecimientos mundiales. Sus enseñanzas son el paradigma de bondad y
amor que han seguido millones de personas. Pero muchos capítulos de su
vida son un enigma, en especial los que van desde los 13 hasta los 30
años. ¿Dónde estuvo? ¿Qué hizo? ¿Estuvo Jesucristo una temporada en la
India, Tíbet y Nepal, adquiriendo conocimientos secretos? Veamos…
Parece que la respuesta a éstas y otras preguntas se halla en un compendio
de antiguos textos que permanecen ocultos entre las paredes de los
monasterios budistas situados en la India y el Tíbet.
Por ello, tratando de dilucidar lo acontecido, embarqué en un viaje que me
llevaría a la inhóspita región de Laddak, al norte de la India, hasta cuya
capital, Leh, arribo sobrevolando las nevadas cumbres a bordo de un
pequeño avión de Jet Airways, mientras repaso mentalmente las historias
que otros antes que yo han escrito sobre estas tierras.
Es una árida región enclavada a más de 3.500 metros de altura, pero que en
algunos puntos alcanza la cota de7.000. La provincia permanece aislada
gran parte del año ya que las temperaturas por estos lugares fluctúan
desde los 30 grados bajo cero en invierno hasta más de 35 en verano, con
las nieves perpetuas vistiendo sus cumbres. Los pedregosos caminos
ascienden hasta centenarios monasterios budistas que nos trasladan a lo
más profundo de nuestros sueños.
Esta es la tierra de los puertos de alta montaña, de los lagos de aguas
turquesa que son el espejo donde se refleja el cielo más azul que jamás se
haya visto.
Aquí, los ríos Indo y Zanskar se convierten en manantial de vida,
transformando la aridez en un vergel, donde la fresca hierba se mece junto
a las doradas espigas de trigo. Sus habitantes son sumamente amables,
adivinándose en sus rostros una forma de vida asociada a la mística que,
en otros puntos del planeta, ya se ha perdido. Con este decorado de fondo,
iniciamos el viaje en busca de las ansiadas respuestas, en busca de la
figura del Mesías.
Indagar en la vida Jesús es harto difícil; las informaciones se sobreponen
y forman un rompecabezas en el que muchas piezas no encajan; los datos que
no han sido clasificados permanecen en el olvido o simplemente son
ignorados por historiadores y teólogos, que ven cómo se tambalean sus
creencias.
La principal fuente de información sobre Jesús son los evangelios,
escritos entre los años 60 y 100 después de Cristo, pero el tiempo
transcurrido entre la crucifixión y el inicio de la redacción de estos
escritos hace que muchos de los datos que aparecen en ellos no puedan ser
considerados como ciertos. Además, sus textos fueron interesadamente
retocados.
Las versiones de los textos que han llegado hasta nuestros días, no son
las que los evangelistas y los apóstoles escribieron; los manuscritos
evangélicos más antiguos de los que tenemos noticia son del siglo IV, y
desde el siglo I fueron muchos los que interpretaron, transcribieron e
incluso transformaron –por razones teológicas casi siempre– los textos
originales.
Descubrimientos como los manuscritos de la biblioteca de Nag Hammadi en
Egipto, y fragmentos de un evangelio secreto escrito por san Marcos en el
desierto judío de Saba, contienen datos más verosímiles que los que ha
presentado la Iglesia a través del Nuevo Testamento.
Estos hallazgos no hacen más que confirmar que, entre la vorágine de
textos antiguos, existen algunos que confirman que Jesucristo estuvo en
las montañas del Himalaya y en ciudades hindúes como Benares. Dichos
manuscritos no serían una novedad para el Vaticano, pues parece que en los
estantes de su inmensa biblioteca están depositados 63 legajos en varias
lenguas orientales que se refieren a los años perdidos de Jesús.
Siguiendo los pasos de Nicolás Notovich, el explorador ruso que a finales
del siglo XIX se aventuró a recorrer las regiones escarpadas del norte de
la India, inicié el peregrinaje.
El primer lugar que mis botas pisaron fue el monasterio de Hemis. Notovich
afirmó que en su viaje descubrió la copia de un antiguo manuscrito
budista, cuyo original se encuentra en la capital del Tíbet, que afirmaba
que Jesús vivió en la India durante varios años. Pero no sólo él tuvo el
privilegio de leer los citados textos.
Varias décadas después otros corroboraron su historia. El yogui Swami
Abhedananda publicó una traducción de los manuscritos en 1929; el pintor,
periodista aventurero y científico Nicolás Roerich descubrió y confirmó
los mismos versos y, por último, los lamas del monasterio de Hemis se los
mostraron en 1939 a Elizabeth Caspari y a su compañera, asegurándoles que
“…estos libros dicen que Jesús estuvo aquí…”. |
|