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Una civilización repentina VIII
Una
de las consecuciones materiales más antiguas de Sumer fue el desarrollo de
la industria textil y de la ropa.
Se considera que nuestra revolución industrial comenzó con la introducción
de máquinas hiladoras y tejedoras en Inglaterra en la década de 1760, y la
mayoría de las naciones en vías de desarrollo han venido aspirando desde
entonces al despliegue de la industria textil como paso previo hacia la
industrialización. Las evidencias muestran que éste ha sido el proceso
seguido, no sólo desde el siglo XVIII hasta aquí, sino desde la primera gran
civilización del ser humano. El Hombre no pudo hacer tejidos antes de la
aparición de la agricultura, que fue la que le proporcionó el lino, y de la
domesticación de los animales, que le proveyeron de lana. Grace M.
Crowfoot (Textiles, Basketry and Mats in Antiquity) expresaba el
consenso académico al afirmar que el arte de tejer apareció en Mesopotamia
alrededor del 3800 a.C
Además, Sumer era famosa en la antigüedad no sólo por sus tejidos, sino
también por su ropa. En el Libro de Josué (7:21) se dice que, durante el
asalto a Jericó, cierta persona no pudo resistir la tentación de guardarse
“un hermoso manto de Senaar” que había encontrado en la ciudad, aun cuando
el castigo era la muerte. Tan apreciadas eran las prendas de Senaar (Sumer),
que la gente estaba dispuesta a arriesgar su vida con tal de hacerse con
ellas.
Una rica terminología existía ya en tiempos sumerios para describir tanto a
las prendas de vestir como a sus elaboradores. La prenda básica recibía el
nombre de TUG -sin duda alguna, la precursora, tanto en estilo como en
nombre, de la toga romana. Estas prendas eran TUG.TU.SHE, que en sumerio
quiere decir “prenda que se lleva envuelta alrededor”.

Las
antiguas representaciones no sólo revelan una sorprendente variedad y
opulencia en cuestión de ropa, sino también de elegancia, donde prevalecían
el buen gusto y la combinación de prendas, peinados, tocados y joyas.
 
Otra
importante consecución sumeria fue la agricultura. En una tierra en la que
sólo se dan lluvias estacionales, los ríos eran los que proporcionaban el
agua para hacer crecer cosechas a lo largo de todo el año por medio de un
vasto sistema de canales de irrigación.
Mesopotamia -la Tierra Entre los Ríos- era, ciertamente, una cesta de
alimentos en la antigüedad. El albaricoquero, que en español se llama
damasco (“árbol de Damasco”), lleva el nombre latino de armeniaca, una
palabra prestada del acadio, armanu. La cereza -kerasos en griego, kirsche
en alemán- proviene de la acadia karshu. Todas las evidencias sugieren que
éstas y otras frutas y verduras llegaron a Europa desde Mesopotamia, al
igual que muchas semillas y especias. Nuestra palabra azafrán viene del
acadio azupiranu; croco, una variedad de azafrán, viene de kurkanu (a través
de krokos, en griego), comino viene de kamanu, hisopo de zupu, mirra de
murru. La lista es larga; y, en muchos casos, fue Grecia la que proporcionó
el puente físico y etimológico a través del cual estos productos de la
tierra llegaron a Europa. Cebollas, lentejas, judías, pepinos, coles y
lechuga eran ingredientes habituales en la dieta sumeria.
Pero también impresiona mucho la amplitud y la variedad de los métodos de
preparación de los alimentos en la antigua Mesopotamia, es decir, su cocina.
Textos y representaciones confirman que los sumerios sabían convertir los
cereales que cultivaban en harina, de la que hacían gran variedad de panes,
gachas, pastas, pasteles y bollos, con y sin levadura. También se fermentaba
la cebada para hacer cerveza, y se han encontrado entre sus textos “manuales
técnicos” para la producción de cerveza. Obtenían vino de la uva y de los
dátiles, y leche de ovejas, cabras y vacas, que utilizaban para beber,
cocinar y transformar en yogurt, mantequilla, nata y queso. El pescado
también era habitual en la dieta. También disponían de carneros, y la carne
de cerdo, animal que pastoreaban en grandes piaras, estaba considerada como
un bocado exquisito. Gansos y patos pudieron estar reservados para las mesas
de los dioses.
Los antiguos textos no dejan lugar a dudas sobre la alta cocina que
desarrolló la antigua Mesopotamia en los templos y en el servicio de los
dioses. Uno de estos textos prescribe la ofrenda a los dioses de “hogazas de
pan de cebada... hogazas de pan de trigo silvestre; una pasta de miel y
nata; dátiles, pastas... cerveza, vino, leche... savia de cedro, nata”.
También se ofrecía carne asada con libaciones de las “primicias de cerveza,
vino y leche”. Una parte concreta de toro se preparaba según una estricta
receta en la que se precisaba de “harina fina... amasada con agua y con las
primicias de la cerveza y el vino”, y mezclada con grasas animales,
“ingredientes aromáticos elaborados con el corazón de las plantas”, nueces,
malta y especias. Las instrucciones para “el sacrificio diario a los dioses
de la ciudad de Uruk” precisaban que había que servir cinco bebidas
diferentes con las comidas, y especificaban lo que debían hacer “los
molenderos en la cocina” y “el chef trabajando en la tabla de amasar”.
Nuestra admiración por el arte culinario sumerio no puede dejar de crecer a
la vista de los poemas que entonan sus alabanzas a los buenos alimentos. Y
la verdad es que, ¿qué puede uno decir cuando lee una milenaria receta de
“coq au vin”?
“En
el vino de la bebida,
en el agua perfumada,
en el óleo de la unción-
el ave que he cocinado,
y he comido”.
Una
economía próspera, una sociedad con tan extensas empresas materiales, no se
podría haber desarrollado sin un eficaz sistema de transportes. Los sumerios
utilizaban sus dos grandes ríos y la red artificial de canales para el
transporte por agua de personas, bienes y ganado. Algunas de las
representaciones más antiguas que se tienen muestran lo que, sin ninguna
duda, fueron las primeras embarcaciones del mundo.
Sabemos por muchos textos primitivos que los sumerios también se metieron en
aventuras marineras de aguas profundas, usando diversos tipos de barcos para
llegar a tierras lejanas en busca de metales, maderas y piedras preciosas y
otros materiales que no podían conseguir en la propia Sumer. En un
diccionario acadio de la lengua sumeria se encontró una sección sobre
navegación en la que había una lista de 105 términos sumerios sobre
diferentes barcos en función de su tamaño, destino o propósito (de carga, de
pasajeros o para el uso exclusivo de ciertos dioses). Otros 69 términos
sumerios, relacionados con el manejo y la construcción de barcos, fueron
traducidos al acadio. Sólo una larga tradición marinera podría haber
generado unas naves tan especializadas y una terminología tan técnica.
Para el transporte por tierra, fue en Sumer donde se utilizó por primera vez
la rueda. Su invención y su introducción en la vida diaria hicieron posible
la aparición de una amplia variedad de vehículos, desde los carros de
transporte hasta los de guerra, y no cabe duda de que también le concedió a
Sumer la distinción de ser la primera en emplear la “energía bovina”, así
como la “energía caballar”, en la locomoción.
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