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Una civilización repentina IX

 

En 1956, el profesor Samuel N. Kramer, uno de los grandes sumerólogos de nuestro tiempo, hizo una revisión del legado literario encontrado bajo los montículos de Sumer. Sólo el índice de From the Tablets of Sumer es ya, en sí, una joya, por cada uno de los 25 capítulos en los que se describe alguna de esas cosas en las que los sumerios fueron “los primeros”, como en ser los que hicieron las primeras escuelas, el primer congreso bicameral, el primer historiador, la primera farmacopea, el primer “almanaque del agricultor”, las primeras cosmogonía y cosmología, el primer “Job”, los primeros proverbios y refranes, los primeros debates literarios, el primer “Noé”, el primer catálogo de biblioteca, la primera Época Heroica del Hombre, su primer código legal y sus primeras reformas sociales, su primera medicina, su primera agricultura y su primera búsqueda de la paz y la armonía mundial.


Y esto no es una exageración.


Las primeras escuelas se crearon en Sumer como consecuencia directa de la invención y la introducción de la escritura. Las evidencias, tanto arqueológicas -se han encontrado edificios donde se ubicaban las escuelas- como escritas -se han encontrado tablillas con ejercicios-, indican la existencia de un sistema educativo formal hacia comienzos del tercer milenio a.C. Literalmente, había miles de escribas en Sumer, que iban desde los escribas subalternos hasta los altos escribas, escribas reales, escribas de los templos y escribas que asumían altos cargos del estado. Algunos hacían de maestros en las escuelas, y aún podemos leer sus ensayos sobre las escuelas, sus objetivos y metas, su currículo y sus métodos de enseñanza.


En las escuelas, no sólo se enseñaba la lengua y la escritura, sino también las ciencias de la época -botánica, zoología, geografía, matemáticas y teología. Se estudiaban y se copiaban las obras literarias del pasado, y se creaban obras nuevas.

 

Las escuelas estaban dirigidas por el ummia (“profesor experto”), y entre el profesorado se incluía, invariablemente, no sólo un “hombre encargado del dibujo” y un “hombre encargado del sumerio”, sino también un “hombre encargado del azote”. Parece ser que la disciplina era estricta; un alumno escribió en una tablilla de arcilla que había sido azotado por no asistir a clase, por falta de higiene, por vago, por no guardar silencio, por mala conducta e, incluso, por su mala caligrafía.


Un poema épico que trata de la historia de Erek habla de la rivalidad entre Erek y la ciudad-estado de Kis. El texto épico narra cómo los enviados de Kis se acercan hasta Erek para ofrecer un acuerdo pacífico en su disputa. Pero el soberano de Erek en aquel momento, Gilgamesh, prefería luchar en vez de negociar. Lo que resulta interesante es que Gilgamesh tuvo que poner el asunto a votación en el Consejo de Ancianos, el “Senado” de Erek:

 

El señor Gilgamesh,
ante los ancianos de la ciudad expuso el asunto,
buscando una decisión:
«No nos vamos a rendir ante la casa de Kis,
la vamos a golpear con las armas».

 

 

Sin embargo, el Consejo de Ancianos estaba por las negociaciones. Impertérrito, Gilgamesh expuso el caso ante gente más joven, el Consejo de los Luchadores, que votaron por la guerra. Lo significativo de este cuento estriba en la revelación de que un soberano sumerio tenía que someter la pregunta de guerra o paz ante el primer congreso bicameral, hace unos 5.000 años.


El título de Primer Historiador se lo otorgó Kramer a Entemena, rey de Lagash, que registró en cilindros de arcilla su guerra contra la vecina Umma. Mientras que otros textos eran obras literarias o poemas épicos cuyos temas eran sucesos históricos, las inscripciones de Entemena eran de una prosa directa, escritas únicamente como un registro fáctico de la historia.


Debido a que las inscripciones asirías y babilonias fueron descifradas bastante antes que los textos sumerios, se creyó durante mucho tiempo que el primer código legal fue compilado y decretado por el rey babilonio Hammurabi, alrededor del 1900 a.C. Pero, a medida que se fue descubriendo la civilización de Sumer, fue quedando claro que “los primeros” en un sistema legal, en conceptos de orden social y en la administración de justicia fueron los sumerios.


Bastante antes que Hammurabi, un soberano sumerio de la ciudad-estado de Eshnunna (al noreste de Babilonia) hizo un código de leyes que establecía los precios máximos de los comestibles y del alquiler de carros y barcas, con el fin de que los pobres no fueran oprimidos. También hizo leyes que trataban de los agravios contra la persona y la propiedad, y regulaciones relativas a temas familiares y a las relaciones entre amo y sirviente.


Aún antes, Lipit-Ishtar, un soberano de Isin, promulgó un código del que sólo quedan legibles en la tablilla parcialmente preservada (copia de un original que fue grabado sobre una estela de piedra) 38 leyes, que tratan de las propiedades inmobiliarias, de esclavos y sirvientes, del matrimonio y la herencia, del contrato de embarcaciones, del alquiler de bueyes y de las penas por no pagar los impuestos. Tal como hizo Hammurabi tiempo después, Lipit-Ishtar explicaba en el prólogo de este código que actuaba por mandato de “los grandes dioses”, que le habían ordenado “llevar el bienestar a los sumerios y
los acadios”.


Aún así, ni siquiera Lipit-Ishtar fue el primer sumerio en hacer un código legal. Se han encontrado fragmentos de tablillas en los que aparecen copias de un código promulgado por Urnammu, soberano de Ur en los alrededores del 2350 a.C. -más de medio milenio antes que Hammurabi. Las leyes, promulgadas por mandato del dios Nan-nar, pretendían detener y castigar “a los que arrebatan los bueyes, las ovejas y los asnos a los ciudadanos”, para que “los huérfanos no sean víctimas de los ricos, las viudas no sean víctimas de los poderosos, el hombre de un shekel no sea víctima del hombre de 60 shekels”. Urnammu decretó también “pesos y medidas honestos e invariables”. Pero el sistema legal sumerio y la aplicación de justicia se remontan aún más allá en el tiempo.


Hacia el 2600 a.C. ya tenían que haber sucedido demasiadas cosas en Sumer para que el ensi Urukagina tuviera que instituir reformas. Los estudiosos citan una larga inscripción suya como un testimonio precioso de la primera reforma social del hombre basada en el sentido de la libertad, la igualdad y la justicia -una “Revolución Francesa” impuesta por un rey 4.400 años antes del 14 de Julio de 1789.


El reformador decreto de Urukagina hacía, en primer lugar, una lista de los males de su época para, después, hacer una relación de las reformas. Los males consistían principalmente en el uso indebido de los poderes asignados a los supervisores, poderes que utilizaban en beneficio propio; el abuso de la condición de funcionario; la extorsión que suponían los altos precios marcados por grupos monopolizadores.


Todas estas injusticias, y muchas más, fueron prohibidas por el reformador decreto de Urukagina. Un funcionario ya no podía poner el precio que le viniera en gana “por un buen asno o una casa”. Un “hombre grande” ya no podría coaccionar a un ciudadano común. Se restablecieron los derechos de los ciegos, los pobres, las viudas y los huérfanos, y a cualquier mujer divorciada se le concedía la protección de la ley -hace casi 5.000 años.


¿Durante cuánto tiempo venía existiendo ya la civilización sumeria para requerir tan importante reforma? Está claro que durante mucho tiempo, pues Urukagina afirmaba que había sido su dios Ningirsu el que le había convocado para “restablecer los decretos de los primeros días”, una llamada implícita para volver a unos sistemas aún más antiguos y a unas leyes aún más lejanas en el tiempo.


Las leyes sumerias se apoyaban en un sistema judicial en el que los procedimientos y los juicios, así como los contratos, eran meticulosamente registrados y preservados. Los magistrados actuaban más como jurados que como jueces; el tribunal estaba compuesto normalmente por tres o cuatro jueces, uno de los cuales era un “juez real” profesional, mientras los demás eran extraídos de un grupo de 36 hombres.


Mientras que los babilonios se dedicaron a hacer reglas y regulaciones, los sumerios estaban más interesados en la justicia, pues creían que los dioses señalaban a los reyes, principalmente, para asegurar la justicia en la tierra.


Se puede establecer más de un paralelismo entre los conceptos de justicia y de moralidad que aparecen aquí y los del Antiguo Testamento. Aun antes de que los hebreos tuvieran reyes, fueron gobernados por jueces; los reyes no eran juzgados por sus conquistas o sus riquezas, sino por la medida en la cual “hacían lo que era justo”. En la religión judía, el Año Nuevo marca un período de diez días durante el cual los hechos de los hombres se pesan y evalúan para determinar su destino en el año que comienza. Probablemente sea algo más que una coincidencia el hecho de que los sumerios creyeran en una deidad llamada Nanshe, que juzgaba a la Humanidad una vez al año del mismo modo; después de todo, el primer patriarca hebreo, Abraham, vino de la ciudad sumeria de Ur, la ciudad de Ur-Nammu y su código.


La preocupación sumeria por la justicia, o por la ausencia de ésta, encuentra expresión también en lo que Kramer llamó «el primer 'Job'». Emparejando fragmentos de tablillas de arcilla en el Museo de Antigüedades de Estambul, Kramer pudo leer buena parte de un poema sumerio que, como el bíblico Libro de Job, habla de los males de un hombre justo que, en vez de ser bendecido por los dioses, sufrió todo tipo de pérdidas y de ignominias. “Mi justa palabra se ha convertido en mentira”, gritaba en su angustia.


En la segunda parte, el anónimo padecedor suplica a su dios de un modo muy similar a como se expresan algunos versos de los Salmos hebreos:

 

Dios mío, tú que eres mi padre,
que me engendraste, eleva mi rostro...
¿Por cuánto tiempo más me vas a tener abandonado,
me vas a tener desprotegido...
me vas a dejar sin tu guía?

 

 

Después, viene un final feliz. “Las palabras justas, las palabras puras que pronunció, fueron aceptadas por su dios; ...su dios retiró la mano de la declaración del mal”.


Precediendo en dos milenios al bíblico Libro de Eclesiastés, los proverbios sumerios expresaban muchos de los mismos conceptos e ideas.

 

Si estamos condenados a morir, gastemos;
si hemos de vivir una vida larga, ahorremos.

Cuando un hombre pobre muere, no intentes revivirlo.

Aquel que posee mucha plata, puede ser feliz.
Aquel que posee mucha cebada, puede ser feliz.
¡Pero el que no tiene nada de nada, puede dormir!

Hombre: para su placer: matrimonio;
cuando deja de pensar en ello: divorcio.

No es el corazón el que lleva a la enemistad;
es la lengua la que lleva a la enemistad.

En una ciudad donde no hay perros guardianes,
el zorro es el supervisor.

 

 

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