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El mecanismo de la
mente inferior abandonada a sí misma VII
7. ALGUNAS
ESTRATEGIAS DE LA MENTE INFERIOR PARA PROTEGER EL FALSO YO
En busca de una identidad que no existirá nunca
Cuando la consciencia perdió el contacto con el Ser al identificarse con la
materia, el ser humano perdió el sentido profundo de su verdadera
naturaleza. Desde entonces, busca su verdadera identidad y trata de
encontrar de nuevo el sentido de su existencia, una existencia que desearía
plena y profunda, pero que, por el momento, no percibe así. El único punto
de referencia que tiene entretanto sigue siendo el mecanismo de la mente
inferior, que se define únicamente por los recuerdos almacenados en el
pasado.
Y así es cómo se construye una ilusión de identidad, un falso yo. Pero, al
identificarse con la mente inferior, como ésta no tiene ningún contacto con
la verdadera fuerza de la vida, el ser humano tiene un sentimiento
inconsciente muy desagradable, causante de mucho estrés: el sentimiento de
no existencia, de no identidad. Para compensarlo, el ordenador genera un
conjunto de comportamientos automáticos y de estrategias que refuerzan
constantemente esa falsa identidad construida sobre memorias no integradas.
De modo que las reacciones automáticas a las que da lugar la mente inferior,
aparte de estar ancladas en las memorias activas, tienen por objeto
protegerlas y reforzarlas a toda costa: es una cuestión de supervivencia.
Ésa es la razón fundamental por la que el inconsciente defiende sus memorias
como su bien más preciado y por lo que se resiste a cambiar sus mecanismos
como si le fuera en ello la vida. En realidad se trata de una muerte; la
muerte de su voluntad automática para que pueda resucitar el ser verdadero.
Cambiar la memoria del ordenador le causa al inconsciente un miedo tremendo,
que tendrá que transformar en inteligencia y amor...
La mayoría de los comportamientos habituales que encontramos en la vida
ordinaria son sistemas psicológicos de defensa o de ataque para proteger y
reforzar la ilusión de ese falso yo.
Las estrategias
Entre las estrategias del inconsciente que mencionamos a continuación
aparecen algunos comportamientos que fueron descritos en espacios
anteriores. Empezamos así a ver con mayor claridad cuál es su origen. He
aquí algunas de esas estrategias:
1) Mantener a toda costa el propio punto de vista e invalidar (declarar no
válido) los de los demás: La forma de percibir las cosas desde la mente
inferior procede directamente de las memorias activas y de los sistemas de
defensa. Por eso no sorprende que, a ese nivel de consciencia, el ser humano
defienda sus puntos de vista con tanto empeño y se niegue con obstinación a
cambiarlos. ¡Está en juego su supervivencia!
2) Atarse a lo conocido, resistir al cambio: Todo lo nuevo representa una
amenaza, porque la mente inferior no encuentra asidero. Lo que le
proporciona ilusión de seguridad es el control que ejerce sobre lo conocido.
La rutina da segundad al ego, porque así puede «vivir» en el pasado.
Cambiar, crear, innovar exige una flexibilidad que el ordenador no conoce y
a la que se resiste tanto como puede.
3) Querer demostrar que nuestros sistemas de creencias son verdaderos
recreando las mismas situaciones una y otra vez: Como la mente inferior
proyecta sobre el presente una percepción que procede de sus recuerdos, no
puede percibir más que su propio contenido. De modo que se las arregla para
justificar sus memorias recreando una y otra vez situaciones semejantes a
las del pasado, semejantes realmente o percibidas como tales. Por eso hay
tantas personas que actúan siempre movidas por una misma dinámica, aunque
sea destructora y las haga sufrir, cayendo siempre en los mismos errores.
Jeannette, educada por un padre violento y una madre sumisa, ha registrado
en su inconsciente el hecho de que los hombres del entorno afectivo próximo
son violentos y peligrosos. En su vida adulta, siempre atrae hacia si a
hombres violentos. Y se pregunta por qué. Incluso si algunos hombres de su
entorno no son ni violentos ni agresivos, ella los percibe como tales,
fomentando en sí misma una desconfianza y un bloqueo afectivo que se deben
al pasado. Tiende a alejarse de los hombres tranquilos y generosos;
inconscientemente se siente atraída por los más agresivos, con lo que da
razón a sus recuerdos y los refuerza. Así afianza su mecanismo interior: los
hombres son violentos, y las mujeres, víctimas. Sin embargo, conscientemente
desea todo lo contrario.
Cuando no somos conscientes de ese mecanismo, lo que hacemos, en general, es
echarles la culpa a los demás o a las circunstancias de lo que «nos pasa».
Pero no es más que una percepción deformada de la realidad o una realidad
creada de nuevo (re-creada) sobre recuerdos pasados.
Lo que en definitiva despierta al ser humano
no es la demostración de la falsedad
de su percepción, sino el sufrimiento.
A fin de respaldar
las memorias activas no resueltas, el mecanismo de la mente inferior
condiciona nuestras elecciones, atracciones o repulsiones, de modo que la
realidad no puede demostrar nunca que las memorias son inadecuadas, puesto
que la percibimos precisamente a través de esos recuerdos que la deforman de
manera automática para hacerla corresponder a nuestras experiencias pasadas.
Es decir, que la vida, vivida a ese nivel de consciencia, no puede aportar
nunca la prueba de que nuestra percepción, procedente de las memorias, es
falsa; sólo puede reforzarlas. Vivir a ese nivel sólo causa limitaciones y
sufrimiento.
4) Dominar, manipular, «colonizar»: La búsqueda de poder y de dominación es
otra de las estrategias del ego para proteger sus memorias. Al dominar a
otros seres humanos que él puede manipular según su voluntad, hace una
especie de extensión de sí mismo. Y así refuerza su falsa identidad, no sólo
queriendo tener razón, sino imponiendo su propio punto de vista a los demás.
Un aspecto de ese intento de «anexión» de los demás a uno mismo se encuentra
a menudo en las relaciones de pareja o en las relaciones de padres e hijos.
El ego define su identidad a partir del otro. El adulto que no se ha
realizado a sí mismo trata de compensar su vacío con los hijos, y hace
soportar al niño el peso de una absorción energética y de una proyección
afectiva que lo ahoga. Es una táctica del ego para reforzar su
seudoidentidad, cargándola con la energía de los demás.
5) Evitar la dominación: La resistencia a la dominación y al poder de los
demás, o a lo que el ego percibe como tal, es también una reacción para
mantener la ilusión del falso yo. Como la mente inferior intenta invadir el
terreno de los demás con diversas estrategias, ve en los demás esa misma
intención.
6) Sentirse separado es otra táctica del ordenador para reforzar su falsa
identidad. El ego necesita esa ilusión de separación. El sentimiento de ser
distinto de los demás, de estar separado de los otros, aunque sea doloroso,
le da un sentido ilusorio de existencia.
7) Compararse con el otro: El ordenador activa el mecanismo de comparación
en un intento desesperado por encontrar un sistema de referencia para poder
definirse a sí mismo, lo que es imposible.
8) Buscar la posesión: El sentimiento de posesión da al ego una ilusión de
existencia y de definición de sí mismo. En nuestro mundo materialista, hay
muchas personas que se identifican con sus posesiones materiales y las
protegen no sólo por su propia seguridad, sino porque con ellas definen al
mismo tiempo su falso yo. Y así vemos que mucha gente se identifica con su
coche, con su alfombra persa o con cualquier otra cosa material. Y cuando
ese tipo de persona siente amenazadas sus posesiones, se vuelve tan agresiva
como si la amenazaran a ella misma... Aunque, claro, realmente se trata de
ella misma, puesto que se identifica con sus posesiones. Esto se extiende,
por supuesto, a las posesiones afectivas, que, como todos sabemos, originan
muchas dificultades y sufrimientos y, en algunos casos, auténticos dramas.
Pero no debemos olvidar que, en realidad, estamos poseídos por lo que
creemos poseer..., tanto en lo material como en lo afectivo. Un libro
clásico sobre este tema es: ¿Tener o ser?, de Erich Fromm.
9) Destruir todo aquello con lo que no nos identificamos, y proteger a toda
costa aquello con lo que nos identificamos. Eso explica todos los
comportamientos destructores que encontramos en el mundo, desde la simple
crítica hasta la agresión física.
Todo eso en un
intento desesperado de definir, proteger y reforzar una identidad que no
existe.
Cuando somos prisioneros de ese falso yo, nada de lo que hagamos podrá dar
verdadero sentido a nuestra existencia. Es una búsqueda sin esperanza,
porque el ser humano no se encontrará a sí mismo haciendo funcionar al
máximo la mente inferior, sino precisamente dejando de identificarse con
ella.
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