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Las memorias
vinculadas al inconsciente colectivo
Al realizar un
trabajo avanzado para desalojar las memorias activas, hemos comprobado que
parece haber un vínculo con el inconsciente colectivo, de modo que la
experiencia nos ha conducido a ampliar una vez más el modelo. El vínculo con
el inconsciente colectivo puede contemplarse desde distintos puntos de
vista, que, si se consideran desde una perspectiva suficientemente amplia,
en el fondo se complementan.
Se puede considerar
que cuando una memoria activa no ha sido integrada en el curso de una vida
dada, ésta se imprime en el inconsciente colectivo y queda accesible a
cualquiera. Cuando el Ser escoge una nueva encarnación, puede apropiarse de
ciertos aspectos de ese inconsciente, bien para experimentar una memoria en
resonancia con lo que su instrumento (la personalidad) tiene que trabajar
específicamente (si se considera la posibilidad de una evolución personal),
bien (si se considera que no hay evolución personal) para hacer un trabajo
de liberación y de sanación del inconsciente colectivo a fin de hacer
avanzar la consciencia global de la humanidad. En realidad, los dos aspectos
están íntimamente ligados.
Lo que ocurre en el
inconsciente sería igualmente válido en el supraconsciente. Puede
considerarse que lo que algunos seres humanos han adquirido está disponible
para el resto de la humanidad. Pero no por eso es menos necesario que la
unidad de consciencia esté dispuesta a recibirlo, lo que implica una cierta
evolución personal.
Para ilustrar esos puntos de vista que, en el fondo, son complementarios,
podríamos ampliar la analogía de la casa propuesta con anterioridad. Nuestra
situación en el seno de la humanidad es comparable a la de varias personas
que viven en una misma casa, todavía en construcción. Cada uno tiene la
responsabilidad de su habitación, tiene que acabar de construirla,
limpiarla, mejorarla y embellecerla. Puede uno decidir no ocuparse más que
de su habitación, sobre todo si se tienen pocos medios y poca energía (grado
de evolución poco avanzado). Si uno ya ha hecho un excelente trabajo en su
cuarto, puede ir a ayudar a los que están más atrasados, que se beneficiarán
de su experiencia. Incluso puede hacerles un poco de limpieza, para que vean
cómo ha de hacerse, pero no puede hacer todo el trabajo en su lugar, porque
la instalación de la habitación de cada uno debe ser la ocasión de expresar
su propia originalidad y de aportar su contribución a la belleza general...
Además, aparte de las habitaciones individuales, también hay lugares
colectivos: la cocina, el salón y el cuarto de baño, que pertenecen a todo
el mundo. Quién ha hecho cada cosa, quién la ha ensuciado, no es importante.
Cada uno construye, limpia, embellece en función de su energía, de sus
competencias, de su amor (en función de su grado de evolución). Es posible
que así ocurra en la gran casa que es la consciencia de la humanidad...
Y es posible también
que, cuando todo haya terminado y todo el mundo haya contribuido a todo,
esos «coinquilinos» abandonen la noción de espacio individual. La totalidad
de la casa estaría entonces disponible para todos, según las necesidades de
cada uno...
Hemos constatado por propia experiencia que, en efecto, cuando se desalojan
suficientes memorias «personales», se encuentra en el fondo del inconsciente
toda la historia de la humanidad. Se puede entonces entrar en contacto con
unas memorias que no nos pertenecen individualmente, pero que resuenan en lo
más profundo de nuestro ser porque todos formamos parte de la gran familia
humana. El trabajo de sanación que se efectúe en ese momento concierne a la
sanación del inconsciente colectivo y, de esa forma, podemos rendir un gran
servicio a la humanidad. Accedemos así a un aspecto trascendente de nuestro
ser, un aspecto que supera en mucho nuestra personalidad presente.
A nadie sorprenderá,
pues, que reconsideremos el modelo presentado anteriormente. Al principio,
seríamos una chispa divina, de modo que nuestra consciencia contendría mucho
más que la consciencia de una pequeña individualidad separada. Eso es lo que
se experimenta, en efecto, en el curso de un camino avanzado de
conscienciación. Cuando se alcanzan ciertos grados de trascendencia bien
conocidos en las tradiciones antiguas, es posible sentirse uno mismo como
una parte mucho más amplia del Universo que la de la simple personalidad;
por ejemplo, se puede entrar en contacto con la consciencia de todo un
conjunto de seres humanos (todas las madres, todos los guerreros, toda una
raza) o con la consciencia de una parte del reino vegetal (de las flores, de
los árboles) o mineral, de un planeta, de una galaxia o de un átomo; en
realidad, de todo lo que existe en el universo.
Hay cada vez más
personas capaces de entrar en esos estados, llamados con frecuencia estados
alterados de consciencia, que no son más que la expresión de una consciencia
cada vez más amplia, una expansión de consciencia que permitirá a los seres
humanos en el futuro acceder a una fuente de conocimiento mayor y más
directa, que los llevará a manifestar concretamente su poder en el mundo. No
hablamos aquí de estados desconectados de la realidad ordinaria,
consecuencia de un desequilibrio psíquico o inducidos por drogas. Hablamos
de una expansión controlada que permite percibir la realidad de una manera
más amplia, concreta e inteligente, y desarrollar así una acción mucho más
eficaz, práctica y positiva en el mundo.
En las tradiciones
espirituales orientales, a través de esos estados de expansión de
consciencia se pretende alcanzar la expansión final, llamada samadhí, estado
de unión con la totalidad de la creación. De hecho, no hacen más que
expresar la liberación de las cadenas de la condición humana.
Cuanto más
evolucionado está un individuo, tanto menos depende del inconsciente
colectivo; en consecuencia, tanto más libre es y con tanta mayor facilidad
puede acceder a él conscientemente y aportarle la sanación. Pero también se
da la paradoja siguiente: cuanto más individualizado está un individuo, es
decir, cuanto más avanzada está su evolución, tanto menos separado está de
los demás y tanto más en contacto está con el alma de toda la humanidad y se
encuentra menos retenido por las memorias personales que ha trascendido en
el transcurso de su propio camino.
En ese sentido,
algunas enseñanzas espirituales orientales rechazan la idea de un karma
personal; y ciertos enfoques psicológicos niegan la existencia de una
historia individual. Si consideramos la situación del ser humano desde la
perspectiva de la evolución, podemos conciliar unos enfoques que, en
principio, parecen contradictorios. Las paradojas en el camino del
conocimiento del ser humano no han de detenernos; al contrario, deben
empujarnos a buscar una perspectiva más amplía que armonice las aparentes
contradicciones. Reuniendo los diversos enfoques en un todo más coherente,
cada uno de ellos tiene su propio significado. Ampliando nuestro
conocimiento, tenemos la posibilidad de adquirir mayor dominio de nuestro
destino personal y colectivo.
Un discípulo de un
gran Maestro espiritual de la antigua India tuvo una visión que pasamos a
relatar para ilustrar este punto:
El Maestro, un ser
«realizado», como los llaman en la tradición oriental, vivía en paz con sus
discípulos en un ashram cuando su país fue invadido por unos bárbaros. Al
llegar al ashram, derribaron las puertas y masacraron a toda la comunidad,
incluso al Maestro espiritual. Sólo un discípulo, que se escondió a tiempo,
pudo sobrevivir y presenciar la masacre, y, gracias a su capacidad de
percepción de las energías superiores, vio cómo los cuerpos sutiles de cada
uno de sus hermanos abandonaban sus respectivos cuerpos físicos y subían
hacia la luz. Eso lo entristeció mucho. Después atrajo su atención una
visión muy especial. Su amado Maestro acababa de morir y abandonaba su
cuerpo. Pero lo que vio no fue que los cuerpos sutiles de su Maestro
subieran hacia la luz, como los de los demás, sino que de él brotaba
directamente una luz que se expandió por todo el espacio. El alma del
Maestro, que al parecer ya no tenía más karma que resolver ni más lecciones
que aprender, partía a reunirse con el alma universal. Su consciencia ya no
necesitaba una forma separada. Después de haber abandonado su forma física,
que había tomado por amor y servicio a la humanidad, su conscienda volvía a
adquirir su dimensión universal Su «individualidad» se agrandaba hasta el
punto de englobar a todas las demás y a todo el Universo.
Este breve relato nos
recuerda que, en definitiva, somos todo el Universo. Estamos hechos de
esencia divina, no estamos separados de nada ni de nadie, no somos nuestra
pequeña personalidad. La separación es la ilusión en la que nos mantiene el
ego durante algún tiempo, hasta que hayamos dominado por completo la
materia, personal o colectivamente. En ese sentido, nuestro propio trabajo
interior no está separado del de los demás; hace que nos vayamos aproximando
cada vez más unos a otros, y deshace la ilusión de una identidad separada.
De modo que, mediante un trabajo interior consciente, no sólo aceleramos
nuestro propio proceso evolutivo, sino también el proceso evolutivo de otros
seres, en particular el de nuestra descendencia, y, en definitiva, el de
toda la humanidad. Porque, por encima de lo que pueda transmitir el vínculo
físico de una simple célula, todos estamos vinculados energéticamente en el
campo de la energía universal. Según el principio de los campos
morfogenéticos de información, que estudiaremos con más detalle en espacios
posteriores, la evolución de la consciencia de cualquier individuo repercute
en el conjunto de la humanidad.
Cuando alguno de nosotros alcanza la iluminación, todos la comparten.
Sentencia budista.
Y, llegados a este
punto, también nos damos cuenta de lo ilusoria que es la búsqueda de una
liberación estrictamente personal. La humanidad, a cierto nivel, es una, y
no podemos ignorar que formamos parte de un todo. Si lo ignoramos, es que el
ego está aprovechando en su favor la búsqueda interior, y, en lugar de
aproximarnos a la luz del Ser, nos estamos separando de ella. La plena
liberación llega cuando el ego cesa de tratar de definirse, cuando el alma
está en plena posesión de su vehículo.
Entonces ya no existe la sensación de ser una identidad separada. Aparece
naturalmente un inmenso amor por la humanidad y un deseo de servir, no a
partir de una posición individual, sino de un sentimiento profundo de
pertenencia, o, más aún, de un sentimiento de identificación con la
humanidad entera. La consciencia se ha ampliado hasta el punto de englobar
la de toda la raza humana y la de todo el Universo.
En los espacios siguientes, cuando hablemos de experiencias pasadas, nos
referiremos tanto a experiencias personales como a las procedentes de los
antepasados o del inconsciente colectivo. Porque lo importante es encontrar
los medios de liberar esas memorias. Y ocurre que, cualquiera que sea su
origen, todas ellas dan lugar al mismo tipo de comportamientos y de
limitaciones; y, para desalojarlas, pueden ser tratadas de manera análoga.
Ahora estamos ya en
condiciones de describir con mucha mayor precisión determinadas dinámicas
que condicionan toda una serie de comportamientos limitadores que podemos
observar en la vida cotidiana. Conocerlas con detalle nos ayudará a
comprendernos mejor y a amarnos más, a nosotros mismos y a los demás, y a
descubrir la verdadera fuente de nuestra libertad.
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