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El dominio de la naturaleza emocional. El trabajo sobre el inconsciente, la sanación del pasado II.

La soledad


Otro aspecto que hay que afrontar en esta parte concreta del camino es la soledad. En efecto, cuando el Ser comienza a manifestarse cambian nuestros valores; nuestra manera de percibir la vida cambia. Y entonces se encuentra uno desfasado respecto al mundo «ordinario» que, dicho sea de paso, no es el «verdadero» mundo; es el mundo de la ilusión, de la separación y del miedo, es el mundo creado por la consciencia inferior. El verdadero mundo, el que está por encima de las ilusiones de la mente inferior, es el mundo del alma, desde el que se percibe la realidad tal como es. No por ello es menos cierto que, cuando uno empieza a salir de las brumas de la ilusión, puede sentirse temporalmente separado de su entorno familiar si éste no se encuentra en la misma vibración. Pero esa experiencia de separación no es negativa; en realidad se trata de un test a través del cual se mide el dominio emocional que uno tiene, su autenticidad, su verdad interior y su desprendimiento; superada la prueba, lo conduce a poner aún más de manifiesto en el mundo el amor y el servicio. Ese período de aparente soledad es también la época en la que se cruzan en nuestro camino aquellos con quienes estamos unidos desde mucho tiempo atrás a nivel del alma (no de la personalidad); nos encontramos con los seres apropiados para acompañarnos en la vía de la manifestación más completa de la esencia de lo que somos.

 

Aceptar la indiferencia por el servicio prestado

Los que están más avanzados en el camino, aquellos para quienes el servicio se ha convertido en algo prioritario y han dejado de lado la satisfacción de las necesidades de la personalidad (tanto en lo material como en lo afectivo), se verán sometidos invariablemente a otra prueba. La personalidad no siempre tiene el mismo punto de vista que el alma, que es de donde proviene su deseo de contribuir al bienestar de la humanidad. Siempre en busca de más aprobación y amor, la personalidad espera sin duda agradecimiento por el servicio prestado, agradecimiento que no siempre llegará, ni mucho menos. Una de las pruebas de la autenticidad del servicio es, precisamente, ser capaz de ofrecerlo sin esperar nada a cambio.

El cambio de interés que hace pasar de la búsqueda de las satisfacciones personales a la actividad de servicio es un signo seguro de que se avanza en el camino. Pero no hay que forzar las cosas. A una niña hay que dejarla jugar con su muñeca todo el tiempo que quiera; eso está muy bien. Después, a medida que vaya creciendo, pasará naturalmente a otras actividades; ya no le interesará la muñeca. De la misma forma, es necesario que, en un primer estadio, el ser humano experimente los deseos de la personalidad. Después, de un modo natural, deseará jugar en la vida a otro juego; entonces elegirá el servicio, no por deber, sino porque lo demás ya no le interesa.

Luego, con mucha frecuencia, la luz interior molesta. Por lo que no ha de extrañarle a uno verse convertido en blanco de la crítica, de la incomprensión, de la ingratitud, incluso de la calumnia. Es el test que permite al discípulo medir su dominio emocional, su libertad y su capacidad de amor incondicional. Es una prueba difícil de pasar. Es un estadio en el que se da sin recibir a cambio nada exterior; sólo en la propia alma puede uno encontrar la fuerza y el amor necesarios al servicio. Es la única fuente. Pero es también lo que garantiza la autenticidad del trabajo interior y la calidad de la contribución ofrecida. Ser consciente de que esto constituye una prueba importante en el camino permite no sucumbir al desánimo y continuar avanzando cualesquiera que sean las reacciones adversas del entorno.

 

Y no temas tener que servir a un dueño ingrato.
Sírvele más todavía. Y, en su lugar, déjame que sea yo quien
esté en deuda contigo, porque entonces sabrás que
cada minuto, cada servicio suplementario que rindas,
te será recompensado.

 

Ser conscientes de las dificultades del camino no debe desanimarnos. Al contrario, debe ayudarnos a atravesar las dificultades con mayor fuerza y perseverancia. En su primera, lección de piano, un alumno puede sentirse desanimado ante la amplitud de la tarea que tiene por delante, ante la dificultad de lo que tiene que aprender y la cantidad de esfuerzos que ha de hacer. Pero, si su motivación es lo bastante fuerte, si confía y si practica con regularidad cualquiera que sea su estado de ánimo, apoyado por un buen profesor, llegará a adquirir un dominio del instrumento que, unos años antes, le parecía, inaccesible.

Lo mismo ocurre en el trayecto que nos conduce al dominio de la personalidad. Si uno se mantiene firme en esa parte del camino que parece llena de baches, se da cuenta a más largo plazo de que puede hacer un trabajo aún más profundo y, sobre todo, de que puede servir cada vez con mayor autenticidad a los que lo rodean, beneficiándolos cada vez más. Esto es lo que se puede observar en la práctica de la terapia y autosanación, cuando se acompaña a numerosas personas en un proceso profundo de interiorización.

Por difícil que a uno le parezca este período, ha de saber que tiene medios para atravesarlo trabajando directamente en la liberación de viejas memorias. Porque son esas memorias las que originan en gran parte la falta de dominio emocional, como hemos visto a lo largo de este espacio; y esta etapa concierne en esencia al desalojo emocional. Este aspecto del trabajo ha sido descuidado a menudo en muchas disciplinas espirituales en las que, con muy buena voluntad, se intentaba poner en práctica los valores del alma, pero sin tratar de desalojar las memorias activas de un modo directo. Y, en los momentos más inesperados, las cargas contenidas en el inconsciente saltaban a la cara de los desgraciados discípulos que no sabían qué hacer con sus «demonios» interiores. Por eso el trabajo era arduo y difícil, generaba mucha culpabilidad y, en definitiva, estaba reservado a unos pocos individuos muy motivados o muy avanzados en el camino interior. La purificación tomaba varias vidas, y requería además la presencia de un Maestro que, habiendo alcanzado ya el conocimiento, pudiera guiar a su discípulo paso a paso.

Que esto ocurriera así ha sido lo apropiado durante mucho tiempo. Pero ahora que la consciencia media de la humanidad es más elevada y el desarrollo mental más avanzado, se pueden desalojar del inconsciente las memorias activas con bastante rapidez, apoyándose en métodos y conocimientos adecuados, a condición de permanecer en contacto con el maestro interior y continuar profundizando en todos los aspectos de la primera etapa. Porque, como en la escuela, al mismo tiempo que se adquieren conocimientos nuevos hay que asegurarse de que los precedentes han sido bien asimilados, revisándolos en caso necesario e integrándolos en los nuevos. Todo está en todo: todos estamos en la escuela de la vida y de la transformación.

Si uno es consciente de la necesidad de trabajar su sombra al mismo tiempo que busca la luz, y ahora que conoce con más precisión los mecanismos del inconsciente, puede encontrar métodos de trabajo eficaces para liberar las cargas del inconsciente y facilitar así el contacto con la luz de su Ser.

 

 

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