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Utilización de la mente inferior automática III. La ilusión de la búsqueda del placer.

Cuando algo o alguien se presenta en nuestra realidad, el mecanismo de percepción es el siguiente:

1) Comparamos la situación presente con una situación pasada, y proyectamos una realidad pasada sobre la situación presente. Esto da, en general, una percepción falsa de la realidad.

2)  En función de esa falsa percepción, la mente inferior reactiva sus sistemas de defensa, que son portadores de deseos, de expectativas y de falsas necesidades.

 

Entonces hay dos posibilidades:

 

Primera posibilidad

La realidad, tal como la percibimos, corresponde a las expectativas que han definido las memorias activas procedentes de experiencias pasadas: entonces estamos satisfechos. Si todo el mundo se comporta como deseamos, si hace un tiempo tan bueno como esperamos, si nuestros jefes (o nuestros empleados) actúan como nosotros queremos, si nuestro enamorado se conduce como siempre hemos soñado, y si todo el mundo nos da la razón, entonces nos sentimos felices. Eso es lo que el ser humano ha llamado hasta ahora la felicidad, la satisfacción. Puede ocurrir, claro, pero ¿durante cuánto tiempo?

El «placer» del ego no es más que la satisfacción momentánea de los deseos automáticos procedentes de sus memorias.

 

En busca del placer

Incluso si los momentos de placer son breves y casuales, son suficientes para mantener al ser humano en la ilusión de que encontrará la felicidad si ve satisfechas sus expectativas. Así que tratará de reproducir una y otra vez sus instantes de felicidad; de ahí la constante búsqueda del placer, habitual en la mayoría de los seres humanos. Pero ¿de qué placer exactamente? 

Nada permanece,

sólo el cambio.

Buda

La búsqueda del placer en el ego está abocada al fracaso. Por una parte, porque es muy difícil colmar todas las expectativas y, por otra, porque, aunque se consiga momentáneamente, las condiciones exteriores cambian. Las circunstancias de nuestra vida cambian (las condiciones de trabajo, la situación económica, la conducta de las personas que nos rodean, surgen circunstancias inesperadas, etc.), pero nuestras expectativas, las falsas necesidades y exigencias que se han petrificado en el ordenador, ésas no cambian. Por eso, después de un tiempo (bendito...) en el que la vida ha satisfecho todas nuestras expectativas (es probable que después de haber trabajado muchísimo para conseguirlo), llega un momento en que nuestros deseos se ven frustrados.

A pesar de todo, esa búsqueda conlleva aspectos positivos. Por un lado, hace que el ser humano experimente la vida. Hemos de afrontar la ilusión día tras día, año tras año, vida tras vida, hasta que tomemos plena consciencia de ella y consigamos liberarnos de su atadura. No se puede salir de una ilusión sin haberla experimentado (de forma dolorosa la mayoría de las veces).

Por otro lado, el placer que buscamos no es el que encontramos en la vida cotidiana. Lo que en realidad buscamos es algo mucho mayor y mucho más hermoso que experimentó en otro tiempo el alma, algo que podríamos llamar el éxtasis, cuya nostalgia hace que lo busquemos de nuevo a través de los mecanismos del ego. El verdadero origen de la búsqueda del placer es, pues, la búsqueda de un estado de beatitud que sólo puede ofrecer el alma y que supera en calidad y en intensidad, y con mucho, a todos los placeres de la personalidad. Si queremos obtenerlo algún día, hemos de empezar por buscarlo en la buena dirección.

Entretanto, mientras estemos dirigidos por el mecanismo de la mente inferior, tarde o temprano nos encontraremos en el segundo caso, es decir:

 

Segunda posibilidad

Las cosas o las personas, tal como las percibimos, no son exactamente como deseamos: entonces reaccionamos emocional y mentalmente en función de la estructura de carácter dominante o en función de la memoria que haya sido reactivada por la situación: frustración, cólera, impaciencia, estrés, depresión, violencia, bloqueo emocional, huida, y, por supuesto, todo el arsenal de la víctima. Cada estructura tiene sus deseos (ilusorios), sus expectativas y sus exigencias. Cada estructura tiene sus «demandas alienantes» ¿Por qué alienantes? Porque hacen que nos sintamos desgraciados si no son satisfechas.

En general, buscar la felicidad por encima de los deseos y de las falsas necesidades del ego es una actitud totalmente extraña al común de los mortales. Atrapados en miles de automatismos, estamos acostumbrados a manipular a las personas y a cambiar las cosas (a intentarlo, al menos) para que correspondan a nuestras expectativas, esperando encontrar así la felicidad. Pero jamás se nos ocurre poner en entredicho nuestras expectativas, ni mucho menos pensar en la posibilidad de modificarlas, porque proceden de unas memorias activas ancladas en el ego, con el que nos identificamos.

Y así es como esa característica concreta del funcionamiento de la mente inferior —la de los deseos y exigencias—, proporciona cortos momentos de satisfacción y muy largos períodos de insatisfacción. Nos proyecta constantemente hacia un porvenir ilusorio y nos impide estar aquí en todo instante y disfrutar del momento presente tal como es.

Una consecuencia directa de la dinámica de los deseos automáticos es la resistencia a la vida, que es otro mecanismo anclado en el inconsciente colectivo.

 

 

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