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CONDUCTAS INDICATIVAS DE UNA «MALA» ADOLESCENCIA
Absentismo escolar
Con la
llegada de la Educación Secundaria Obligatoria (12 años) y el Bachillerato (16
años), que a veces coincide con un cambio de colegio, o con la entrada en el
instituto, comienza una época de zozobra, de cambios, de riesgos reales, en la
que el hijo se va a independizar más, va a contactar con otros jóvenes de todo
tipo.
Lo cierto
es que este cambio le sirve para prepararse para la vida profesional,
permitiéndole un aprendizaje personal y social de desarrollo. Por otro lado la
escolaridad, el estudio, es por sí mismo preventivo.
No hay
que bajar la guardia como padres, el contacto con los profesores sigue siendo
necesario, no de forma tutelar, pero sí interesada. En esta etapa de la vida hay
horas de estancia en el hogar, las hay en el instituto o colegio, y también las
dedicadas al ocio, que se llenan de encuentros e intercambios. Así debe ser,
siendo necesario constatar que las actividades en el tiempo de ocio son sanas y
junto a compañeros o amigos aconsejables. En ocasiones el absentismo escolar se
hace frecuente (pasan el día en el parque o los recreativos). ¡Atención! A veces
el hijo explica que desea abandonar el instituto o el colegio, ya sea porque sus
aprendizajes son escasos, por nula motivación o por conflictos en la familia
(utilizándolos en este caso como amenaza). Los padres han de escuchar razones,
pero desde un criterio irrenunciable, el de que ha de obtener los estudios
básicos.
Tener a
un hijo en casa «sin hacer nada» es inadmisible, significa hipotecar su futuro y
situarle en grave riesgo en el presente.
No se
puede obligar a amar y no se puede obligar a estudiar (a ponerse delante del
libro sí, pero eso es otra cosa). En España, la educación es obligatoria hasta
los 16 años; es un derecho y un deber, un acierto, verdaderamente. Pero la
realidad, terca, que a veces no se pliega al mandato de las normas, leyes,
reglamentos, nos muestra a los «objetores escolares», a los absentistas. No
tienen edad para trabajar, no quieren estudiar y no estudian.
Algunos
dicen que cuando tengan edad, trabajarán, otros no. No piensan estudiar, ni
trabajar, desean vivir. Sí, vivir bien, cómodamente, exigir de los otros, ser
parásitos, vagos que culpabilizan a los demás.
Lo que
hay que hacer es imponer las dosis necesarias de autoridad y límites, decir
«hasta aquí hemos llegado» y exigir apoyo, comportamiento cívico, implicación en
las labores y objetivos familiares y sociales.
Los
internados rígidos pueden ser en estos casos recomendables, como lo es que se
pongan a trabajar en cuanto tengan la edad laboral, si es que se muestran
incapaces de superar las exigencias del estudio, o cursar garantía social.
Otra
realidad se concreta en la llegada de menores de otros países, no motivados por
nuestra educación obligatoria, que conllevará abandono escolar y conatos de
violencia en colegios e institutos. Son auténticos «objetores escolares».
Conflicto social
El
absentismo escolar es un síntoma de riesgo y resulta el mejor predictor de
implicación en el conflicto social. Suele ser en los ambientes marginados y en
ocasiones degradados (familias con problemas de drogadicción) donde los niños
llegan al colegio sin capacidad para mantener la atención; así nace un desfase
que cursará en vivencia de incapacidad y abandono de metas; hacia los 12 años
adoptarán actitudes rebeldes en el aula, y el siguiente paso será el abandono
prematuro de los estudios.
Además,
las expectativas de logro no son iguales cuando los padres poseen estudios que
cuando no es así; la influencia del grupo de iguales ratifica esas
diferenciaciones.
Coincidiremos en que el aumento de presupuestos, su mejor reparto, así como la
lucha contra el paro laboral, son fundamentales para resolver esta injusticia.
Se
deberán subsanar las carencias de instalaciones de muchos centros y optimizar la
utilización de las existentes, por ejemplo, los campos de deporte han de ser
aprovechados también por las tardes. Igualmente habrá que buscar educadores que
«enganchen» con los muchachos. Intervenir en la realidad contextual del
adolescente de forma global, con su familia, su grupo de iguales, intereses y
actividades y constatar cuáles son los otros factores de socialización
(billares, vídeos, revistas, etcétera). La actuación debe ser interdisciplinar.
El hecho
es que hay niños que no quieren ir a la escuela, o que a sus padres les viene
bien que se queden en casa cuidando al pequeño y que, a veces, en los colegios
se mira hacia otro lado, pues son «niños problemáticos, niños que distraen a los
demás». Lógicamente hay que erradicar el residual y nefasto método «sal de clase
al pasillo, del pasito al patio, del patio a la calle».
Los
profesores, como marca la ley, deben informar a los padres del proceso educativo
de los hijos y han de coadyuvar a inculcar el placer que supone esforzarse por
llegar a conocer. Respecto a los padres, hay familias presididas por la
despreocupación, donde no existen horarios ni para comer, dormir o salir. En
estos casos, todos los hijos se ven marcados por el escasísimo nivel de
formación académica. Otros padres no muestran autoridad, se sienten impotentes
ante sus hijos. Constituye una tarea familiar cumplir y hacer cumplir la
educación obligatoria, así como informarse del aprovechamiento y conducta de los
hijos en la escuela.
La
policía local puede y debe detener a los niños que en horas escolares vagan por
las calles, y lo harán en aplicación de la Ley de Protección Jurídica del Menor
y de la Ley de Bases de Régimen Local. Asimismo, los padres, tutores o
guardadores de niños con ausencias escolares continuadas deben ser citados a
declarar en fiscalía, pudiendo incurrir en responsabilidades penales.
Complementariamente debe frenarse el deterioro social, se debe prestar atención
a los procesos de integración, se han de fomentar las ofertas de ocio sano, se
facilitará la creación de escuelas de padres y el desarrollo de programas de
recuperación para los niños que fracasan, junto a los de formación laboral. La
escuela debe actualizarse más, ha de enseñar aprovechando los avances
tecnológicos, tiene que ser atractiva.
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