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CUANDO EL SEXO
DESPIERTA
El despertar de la sexualidad abarca fenómenos biológicos complejos, al
mismo tiempo que involucra emociones, comunicación y conceptos acerca de
nosotros mismos y los demás.
Los adolescentes aprenden acerca de la sexualidad desde su primera infancia.
Siendo lactantes, tienen sensaciones al tocarse, por la manera de ser
acariciados, abrazados, besados y acunados. Es la gran vivencia de la
intimidad. De niños, incorporan los mensajes verbales y no verbales (gestos,
mímica, tono de voz, etcétera) de sus padres y los adultos que los rodean,
observando atentamente sus interacciones, sus expresiones de afecto y sus
actitudes sexuales. Durante la adolescencia prestan gran atención a las
manifestaciones de erotismo en la televisión, las películas, la música y los
anuncios comerciales. Es legítimo asegurar que el adolescente contemporáneo
está bombardeado por fuertes presiones en dirección de la iniciación sexual,
al mismo tiempo que está confundido acerca de sus propios cambios corporales
y emocionales.
El joven flirtea con el floreciente sexo, con el propio y con el ajeno,
aunque sea del mismo sexo. Se presentan enamoramientos de personas mayores
(las jovencitas se enamoran de sus profesores y los jovencitos de las
estrellas de cine y de las top models). Los enamoramientos de adultos, en
general, no tienen significado erótico y son temporales. La posibilidad de
seducción y abuso sólo será motivo de preocupación cuando la persona mayor
se quiera aprovechar de la admiración del adolescente.
Es bien conocida la gran importancia que cobra el aspecto físico y los
jovencitos de ambos sexos se pasan horas delante del espejo del lavabo.
Pueden verse feos y presentar una dismorfestesia (sentimiento o complejo de
deformidad), o bien pánico a volverse deformes (dismorfofobia). Asimismo,
las chicas, especialmente, son conscientes de la atracción y atención que
dispensa la gente (y los padres) a su cuerpo exuberante. Es sabido que
muchas madres toman prestados los vestidos de su hija adolescente o se los
prueban en su ausencia, intentando de esta forma compararse y, al mismo
tiempo, competir en aspectos juveniles. Incluso hay algunas madres que
presentan actitudes de celos (que se denominan contraedipianas), que pueden
implicar conductas hostiles de la madre respecto a la hija en relación al
interés que despierta -o cree que despierta- en el padre.
Durante la adolescencia son frecuentes los enamoramientos fogosos y
apasionados, pero efímeros, como los amores de verano que acaban en
septiembre... Pero, aunque breves, también pueden ser muy «íntimos», porque
es durante las vacaciones de verano cuando acontecen las primeras relaciones
sexuales en un buen número de adolescentes (en una reciente encuesta en los
Estados Unidos se demuestra que el 60 % de los jóvenes tienen relaciones
sexuales por primera vez durante sus vacaciones).
Devaneos y amoríos entre adolescentes los ha habido en todas las épocas. En
las postrimerías del siglo XVI la Julieta de Shakespeare tenía trece años
cuando sus furtivos romances con Romeo. Y su madre le habla del matrimonio,
señalando que "más jóvenes que tú son ya madres; en cuanto a mí, fui tu
madre cuando aún no tenía tu edad, y tú todavía eres doncella". No hemos de
escandalizarnos de que la naturaleza disponga el cuerpo de nuestros
adolescentes para que sean capaces de sentir el apetito sexual. Años atrás,
la maternidad temprana era algo habitual que no preocupaba a nadie. Por
citar algunas cifras, cada año en Francia nacen 3.000 niños de madres
menores de 16 años. En los Estados Unidos hay un millón de embarazos por año
de jóvenes entre 15 y 19 años, o sea que una adolescente de cada diez queda
embarazada anualmente (la máxima frecuencia de embarazos se sitúa a los
15-16 años, representando un 55 % del total). También es frecuente la
maternidad de niñas de 12 y 13 años en Asia, América del Sur y África. Y
siempre el embarazo en la etapa adolescente es clasificado, bajo un punto de
vista sanitario, de alto riesgo (véase más adelante). |
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