Lo
endógeno. Todo el mundo sabe que en muchos enfermos mentales graves suele haber,
en su árbol genealógico, alguien con síntomas parecidos. Endógeno significa
originado dentro, no producido por ningún agente exterior físico ni psicológico.
No hay motivos en el medio ambiente. La observación popular coincide con la
investigación científica. En las depresiones endógenas no falta otro pariente
con algo similar, quizá en forma atenuada (o más grave). En la esquizofrenia, el
papel de la herencia también ha sido demostrado aunque no en modo tan abrumador.
El sujeto hereda la predisposición. Algo así como sí estuviera «programado» para
tener síntomas. Pero el ambiente, si es favorable, puede ayudar mucho para que
la enfermedad no se desarrolle.
Son
endógenas muchas depresiones, no todas, ni mucho menos, y las esquizofrenias.
Cada día se sabe más sobre las alteraciones bioquímicas del sistema nervioso en
estos enfermos. También se estudia con mayor finura la acción de los
psicofármacos sobre el estado mental correspondiente.
Las
familias de los deprimidos endógenos insisten en que no comprenden el origen de
la tristeza: «Todos lo queremos, va muy bien en el trabajo, no tiene problemas
económicos ni sentimentales, no hay motivo para que esté así.»
Es
verdad, no hay motivo. Nada en el ambiente social. Pero como no existen efectos
sin causas, los trastornos «no motivados» psicológicamente ni socialmente tienen
causas bioquímicas. Por eso son poco eficaces los consuelos ingenuos de los
parientes y amigos, cuando no son contraproducentes. El enfermo tiene razón
cuando dice que «no lo comprenden».
En los
trastornos endógenos los psicofármacos han demostrado su utilidad cuando se
emplean a su debido tiempo y adecuadamente. En cambio los consuelos y los
intentos de ayuda psicoterápica logran muy poco en las etapas de máxima
actividad de la enfermedad.
Lo
exógeno. Originado fuera. A diferencia de lo endógeno, aquí la herencia y la
predisposición tienen muy poco papel y lo fundamental es una causa física o
química bien identificada; ésta puede ser aguda, de breve duración, como la
fiebre que hace delirar o provoca alucinaciones, o crónica, como la hipertensión
arterial, que da lugar a estado de ansiedad, o la arteriosclerosis (causa de
enfermedades de la memoria, atención, modificaciones del carácter); o como el
hipertiroidismo, que además de dar un brillo especial a la mirada, con ojos algo
saltones, «acelera» el lenguaje, el pensamiento y las emociones del sujeto y
tiene en vilo a sus familiares.
Claro que
la predisposición individual y familiar no debe ser del todo descartada. La
obesidad, por ejemplo, es «exógena» cuando el obeso come demasiado y hace poco
ejercicio. Pero hay familias delgadas y otras con sobrepeso, en las que la
alimentación no parece variar tanto como para justificar el trastorno. La
diabetes es una enfermedad del metabolismo, que produce algunas veces
alteraciones nerviosas y psicológicas, en parte endógenas y en parte exógenas.
Un accidente de tráfico con lesión cerebral no puede ser más «exógeno». Y, sin
embargo, hay individuos que se accidentan mucho en la carretera, en el trabajo o
en su casa y otros que no.
Lo
reactivo. Un médico, que debía ser muy buen diplomático, inventó el término
depresión endoreactiva. Supo ver el papel desencadenante de los disgustos:
problemas laborales, jubilación, muerte de un familiar, desengaño amoroso, etc.,
en casos en que la predisposición era mínima o prácticamente nula. Pero, por si
acaso, la tenía en cuenta.
Lo
reactivo es ante todo una respuesta de la personalidad individual ante un
estímulo procedente de la sociedad en que vive. En nuestro tiempo son cada vez
más frecuentes síndromes angustiosos después de un atraco, pérdida o
inestabilidad del puesto de trabajo, disminución del prestigio personal, revés
económico, calumnia. Una amenaza de muerte, una violación, un cese
administrativo, son ejemplos de situaciones desestabilizadoras del equilibrio
personal. ¿Cuándo es patológica la reacción? Cuando la intensidad y duración de
los síntomas sobrepasan claramente la proporción estímulo-reacción. Suelen ser
más intensas las reacciones en los casos en que sorprenden al sujeto sin darle
tiempo a elaborar «defensas» psicológicas. La jubilación «se ve venir». La
muerte súbita de un familiar, un secuestro, una mala noticia, suelen ser
inesperadas.
Lo
reactivo no siempre es leve ni de mejor pronóstico que lo endógeno o lo exógeno.
En cada trastorno hay que valorar el papel de cada uno de estos factores porque,
lejos de excluirse, se complementan y justifican el alcance y la importancia de
los síntomas.