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DESARROLLO DE LA
IDENTIDAD SEXUAL DE LOS ADOLESCENTES
Es conocido que en la búsqueda de la identidad sexual lo tiene más difícil
el chico que la chica. Hay razones biológicas, psicológicas y
socioculturales que, aparentemente, ponen trabas a que un muchacho pueda
reconocerse, asumir y actuar como un ser sexual y sexuado. Resulta más fácil
para el varón que para la mujer el perderse en el largo camino evolutivo de
su desarrollo psicosexual, de su proceso de diferenciación sexual, en una
palabra, de la construcción de su identidad sexual.
Diversas hipótesis biológicas sostienen que el desarrollo psicosexual
masculino es mucho más complejo y delicado que el femenino. Se basan en
descubrimientos científicos -desde la década de los setenta-, como el caso
de la embriología que ha demostrado que el óvulo fecundado comienza siempre
a evolucionar a mujer: ¡durante las primeras seis semanas después de la
concepción somos todos fisiológicamente del género femenino! Pasado este
tiempo, si recibió el cromosoma Y, frena su evolución (antes de que comience
la diferenciación del feto) y retrocede, atrofiando una parte del camino
realizado (restos visibles en el varón son la presencia de pezones, sin
ninguna función específica, amén de otros vestigios de órganos femeninos en
el interior del organismo) y, desviándose, se encamina a ser varón. En la
naturaleza ocurre que hay especies que evolucionan siempre de hembra a
varón, como en todos los mamíferos; mientras que los reptiles y las aves lo
hacen al revés, de macho a hembra, y los anfibios y los peces, unas veces
evolucionan en una dirección y otras en otra. En el caso de la humanidad, la
mujer es, por lo tanto, más arquetipo del ser humano que el varón: hay que
volver a cuestionarse, pues, que no fuera Adán el que naciese de una
costilla de Eva...
También existen hipótesis psicológicas que intentan explicar el porqué de
las mayores dificultades en adquirir una identidad sexual en los muchachos
que en las muchachas. Se fundamentan en que, por ejemplo, para la
identificación con el modelo materno sigue la chica una trayectoria más
lineal y continualista, sin apenas saltos; mientras que el chico tiene que
abandonar, de entrada, el motivo (objeto, en terminología psicoanalítica) de
atracción amorosa inicial -la madre-, que mantuvo aproximadamente hasta el
tercer año de vida (y que es el mismo para ambos sexos), para luego
"desviarse" e identificarse con el modelo parental que le corresponde: el
padre.
Nos quedan, por último, hipótesis socioculturales y referidas al ambiente,
que inciden sobre la excesiva estimación de los papeles masculinos en
nuestra sociedad occidental, valorando las conductas machistas y
despreciando cualquier rasgo o atributo del comportamiento del varón que
pueda considerarse femenino. A los chicos se les reprime conductas "no
viriles", como pueden ser los juegos demasiado pacíficos o con muñecas, y se
les enseña con demasiada frecuencia pautas como no llorar o no tocar a sus
compañeros. Hay quien dice que esta represión y falta de naturalidad puede
provocar futuros trastornos. Sobre las iniciales advertencias parentales que
encauzan la actitud sexual del chico, el niño ha de comprender que se le
aconsejaba proceder de una u otra manera como un hecho en sí y jamás porque
no debe proceder como lo hace el otro sexo; ser varón no significa no ser
mujer. Mientras que la educación de las chicas, al ser más permisiva en
estas pautas de conducta, junto con su evolución más completa, entendiendo
el sexo de una manera más rica relacionada con los afectos y las emociones,
de forma más ampliamente erógena y no expresamente genitalizada, hace en su
conjunto que haya menos perversiones sexuales en la edad adulta: por
ejemplo, prácticamente no existen pederastas femeninos en los casos de
abusos sexuales de menores.
La cuestión, sea por una causa u otra, es que las chicas presentan
estadísticamente una menor incidencia de desviaciones de la conducta
heterosexual estándar. Así, se estima que la homosexualidad masculina es
tres veces más frecuente que la femenina. El exhibicionismo es una parafilia
que únicamente afecta al comportamiento masculino. El travestismo es
mayoritariamente practicado por los varones. El fetichismo es también un
cuadro exclusivamente masculino. El transexualismo, con reasignación
quirúrgica y hormonal de sexo, recae en tres varones por cada mujer.
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