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LAS DIFERENCIAS ENTRE
LA SEXUALIDAD DEL HOMBRE Y DE LA MUJER
Un estereotipo tradicional en nuestra cultura es que la sexualidad femenina
y la masculina son muy diferentes. Se dice que las mujeres carecen de
interés por el sexo y tardan más en excitarse. En cambio, se supone que los
hombres están permanentemente excitados. ¿Qué pruebas científicas existen
sobre las diferencias de género con respecto a la sexualidad? Hay pruebas de
diferencias en dos áreas: la estabilidad del orgasmo y la masturbación. En
otras dos áreas, las pruebas son más confusas: el deseo de la práctica
sexual y los motivos para mantener relaciones sexuales, y la excitación ante
materiales eróticos. Nos ocuparemos de todas a continuación.
Basándonos en estudios realizados durante los años cuarenta y cincuenta, hay
ciertas pruebas de que varones y mujeres difieren en cuanto a la estabilidad
con la que tienen orgasmos durante las relaciones heterosexuales. En
promedio, parece que las mujeres son menos estables que los hombres en
cuanto a los orgasmos (al menos, durante el coito). Los investigadores han
descubierto una y otra vez que alrededor del 30% de las mujeres casadas
nunca tienen orgasmos, o sólo a veces, durante el coito con sus esposos.
kinsey estimó que, en promedio, la mujer casada de su muestra tenía orgasmos
en torno al 75% del tiempo de relación sexual con su esposo. kinsey creía
que los varones tenían orgasmos durante el 100% del tiempo o casi, por lo
que no procedió a tabular unas estadísticas comparables con respecto a
ellos. Asimismo, encontró que alrededor del 36% de las mujeres de su muestra
nunca había tenido un orgasmo antes de casarse. En general, estos datos
reflejan el fenómeno de que, para las mujeres, es difícil tener orgasmos
durante la relación sexual. En efecto, algunos libros (como "La lucha por el
orgasmo") expresan lo que sienten algunas mujeres, como si tuvieran que
luchar para conseguir un orgasmo.
Investigaciones más recientes muestran cierta tendencia hacia una mayor
estabilidad de las mujeres, con respecto a la consecución del orgasmo, en
sus relaciones sexuales con sus esposos. En otras encuestas (hunt, años 70)
sólo entre el 10 y el 15% de las mujeres manifestaba no tener orgasmos o
sólo en raras ocasiones. Esta creciente estabilidad del orgasmo puede
relacionarse con diversos factores, entre los que están la mayor variedad de
técnicas, como el cunnilingus y el uso de vibradores, que, en la actualidad,
se utilizan en las relaciones sexuales entre esposos. La tendencia parece
orientada en la dirección de la reducción de la diferencia de estabilidad
del orgasmo que, en otros tiempos, era muy grande.
Una sorprendente diferencia de género que apareció en los estudios de kinsey
corresponde a la masturbación. En su muestra, el 92% de los varones se había
masturbado hasta conseguir el orgasmo, al menos, una vez en la vida, en
comparación con el 58% de las mujeres. No sólo eran menos las mujeres que se
masturbaban, sino que empezaron esta práctica a una edad más tardía que los
hombres. Casi todos los varones dijeron haberse masturbado antes de los 20
años (la mayoría comenzó entre los 13 y los 15 años), pero un número
importante de mujeres dijo haberlo realizado por primera vez a los 25, 30 ó
35 años.
En contraste con otras diferencias de género respecto a la sexualidad (que
aparecían en el antiguo informe kinsey, pero que parecen haberse evaporado
con el tiempo en el estudio más reciente de hunt), las diferencias de género
con respecto a la masturbación parecen constituir un fenómeno muy real. Hunt
(1974) descubrió que el 94% de los varones y el 63% de las mujeres de su
muestra se habían masturbado hasta el orgasmo al menos una vez, porcentajes
muy próximos a los hallados por kinsey en la generación anterior. Hunt
descubrió que tanto los chicos como las chicas de su muestra habían empezado
a masturbarse antes que los del estudio de kinsey, aunque las chicas también
comenzaban esta práctica más tarde que los chicos.
No obstante, debemos plantearnos si se trata de una auténtica diferencia de
género o sólo una imprecisión debida a la utilización de informes de los
sujetos sobre sí mismos. En nuestra cultura, sobre todo en decenios
anteriores, se imponían más restricciones sobre la sexualidad femenina que
sobre la masculina. Podría ocurrir que tales restricciones hubieran
desanimado a las mujeres para masturbarse. Por otra parte, quizá llevasen a
que prescindieran de referirse a la masturbación. Es decir, puede que se
masturbaran, pero se mostraran más reticentes que los hombres a la hora de
declararlo.
Por supuesto, no tenemos datos para responder de forma directa a la
cuestión. Sin embargo, la comparación de los datos de kinsey con los de Hunt
puede proporcionarnos una clave. En el tiempo transcurrido entre ambos
estudios, podemos suponer que se redujeran hasta cierto punto las
restricciones impuestas sobre la sexualidad femenina. Una consecuencia
probable de este cambio sería que las mujeres se sintieran más libres para
admitir que habían participado en diversas formas de conducta sexual; por
ejemplo, en el estudio de Hunt, hay muchas más mujeres que manifiestan haber
tenido relaciones sexuales prematrimoniales y relaciones sexuales
orogenitales que en la época del estudio de kinsey. Sin embargo, el
porcentaje de mujeres que dicen masturbarse ha permanecido relativamente
constante (el 58% en el informe kinsey y el 63% en el de hunt). Esto indica
que las mujeres que participaron en el estudio de Hunt se habrían sentido
libres para manifestar que se masturbaban si en realidad lo hacían; después
de todo, estaban dispuestas a declarar que habían participado en relaciones
sexuales prematrimoniales y en sexo orogenital. Por tanto, podemos concluir
que quienes dijeron que no se masturbaban eran sinceras. No obstante, a
falta de pruebas directas, este razonamiento es puramente especulativo.
En consecuencia, los datos indican que existe una importante diferencia de
género con respecto a la incidencia de la masturbación: casi todos los
hombres se masturban hasta conseguir el orgasmo, mientras que alrededor de
un tercio de las mujeres nunca lo hacen.
Otra área en la que hay pruebas de una diferencia de género es en el deseo
de practicar el sexo y los motivos para mantener relaciones sexuales. En una
encuesta efectuada en 1920, dos tercios de las esposas manifestaron que
deseaban las relaciones con menor frecuencia que sus maridos. Aunque kinsey
no proporciona datos directos sobre esta cuestión, indicó que muy pronto, en
el matrimonio, muchos esposos deseaban tener relaciones con mayor frecuencia
que sus esposas, aunque a menudo esta pauta se invertía a mediana edad. Por
tanto, tradicionalmente, parecía existir una diferencia de género en cuanto
a la apetencia de las relaciones, según la cual, los hombres las deseaban
con mayor frecuencia que las mujeres.
Sin embargo, en la encuesta de Hunt, menos del 5% de las esposas manifestó
que deseara una relación sexual matrimonial con una frecuencia menor. Por
tanto, parece que el síndrome de "me duele la cabeza" de la mujer es, más
bien, cosa del pasado. En efecto, en una encuesta, un tercio de las esposas
manifestó que deseaba tener más relaciones sexuales de las que mantenía
Existe el estereotipo de que los hombres y las mujeres difieren en sus
respectivos motivos para practicar el sexo. Los hombres (al menos, de
acuerdo con el estereotipo) se interesan más por los aspectos físicos del
sexo, con una actitud de "entrar y salir". Por otra parte, se piensa que las
mujeres se interesan más por el amor y el romance y se preocupan por los
aspectos interpersonales más que por los físicos de la relación. En una
investigación sobre este estereotipo, en general, los resultados tendían a
confirmar el estereotipo, en cuanto a la diferencia real entre hombres y
mujeres. En una cuestión abierta, a la pregunta: "¿Cuáles serían tus motivos
para tener relaciones sexuales?" He aquí algunas respuestas típicas de las
mujeres:
Sentimientos emocionales compartidos; una maravillosa forma de expresar
¡¡AMOR!!
Mis motivos para tener relaciones sexuales se deberían al amor y al
compromiso que sienta por mi compañero.
Para demostrar mi amor por mi compañero y sentirme amada y necesaria.
Querer compartirme a mí misma con alguien a quien amo, necesitar ser
necesaria.
Amar, sentirme amada, expresar amor a alguien.
Estas respuestas indican con claridad la importancia que la mayoría de las
mujeres confiere al amor y a una relación íntima como elemento de su
expresión sexual. Comparemos esas citas con estas respuestas típicas de los
hombres:
Necesitarlo.
Satisfacerme.
Por placer o por amar.
Para satisfacer mis necesidades.
Cuando estoy cansado de masturbarme.
Estas respuestas reflejan la mayor importancia que dan los hombres (al menos
en este grupo de edad universitaria) al placer físico del sexo.
Por supuesto, no todos los que contestaron daban las respuestas típicas. Por
ejemplo, la contestación a esa misma pregunta de una mujer fue: "Disfrutar
físicamente yo misma, por experimentar, ejercitarme, pasarlo bien y conocer
mejor a alguien". Y he aquí la respuesta atípica de un varón: "La relación
sexual me hace feliz y las personas disfrutan haciendo cosas que les hacen
felices. A menudo, me expreso mejor físicamente. Tengo un montón de amor que
dar y, de ese modo, tengo una forma mejor de expresar mis sentimientos hacia
los demás".
También encontramos diferencias rotundas cuando preguntamos qué sentían con
respecto al sexo "de una noche". Casi todas las mujeres dijeron que se
sentirían culpables o ansiosas, mientras que la mitad de los hombres dijeron
que se sentirían cómodos, relajados o satisfechos. Por tanto, los resultados
del estudio indican que hombres y mujeres difieren en sus motivos para las
relaciones sexuales y en cuanto a la calidad
de la relación emocional que consideran condición necesaria para
mantenerlas.
Otro estereotipo es que existe una diferencia de género en cuanto a la
excitación frente a materiales eróticos, de manera que los hombres
responderían mucho más que las mujeres ante ellos. ¿Hay pruebas científicas
de esto?
En la muestra de kinsey, era mucho menos probable que las mujeres
manifestaran que respondían ante los materiales eróticos que los hombres.
Por ejemplo, alrededor de la mitad de los varones dijo haberse excitado
alguna vez con relatos eróticos; aunque de casi todas las mujeres que los
habían escuchado, sólo el 14% manifestó haberse excitado con ellos. A menudo
se revelan estos datos como prueba de que las mujeres se excitan con menos
facilidad que los hombres.
No obstante, los estudios realizados durante las dos últimas décadas han
proporcionado pocas pruebas de la diferencia entre hombres y mujeres con
respecto a su excitación ante diversos materiales eróticos. Por ejemplo, en
una investigación se estudiaron las respuestas de 128 varones y 128 mujeres,
estudiantes universitarios, frente a diapositivas y películas eróticas.
Estos materiales mostraban caricias y coitos. En diversos tests para
comprobar las diferencias de género, o bien no las hubo o fueron pequeñas, y
el 40% de las mujeres manifestó una respuesta de excitación más fuerte que
la de la media de los hombres. Todas las mujeres y casi todos los hombres
manifestaron haber tenido respuestas genitales ante las diapositivas y las
películas. Y las mujeres, no los hombres, mostraron un incremento de
caricias y coitos en las 24 horas siguientes a la visión de los estímulos
eróticos. En consecuencia, parece que carece de base la afirmación de que
las mujeres no responden en clave erótica a tales materiales.
Heiman estudió sus respuestas mientras escuchaban grabaciones magnetofónicas
de relatos eróticos. No sólo obtuvo las valoraciones dadas por los propios
protagonistas respecto a su excitación, como habían hecho otros
investigadores, sino que tomó medidas objetivas de sus niveles fisiológicos
de excitación. Para hacerlo, utilizó dos instrumentos: un indicador de
tensión del pene y un fotopletismógrafo. Utilizó el indicador de tensión del
pene para obtener una medida fisiológica de excitación de los varones;
consiste en un anillo flexible que se ajusta en torno a la base del pene. El
fotopletismógrafo mide la excitación fisiológica de la mujer; es un cilindro
acrílico que se coloca en la entrada de la vagina. Ambos instrumentos miden
la vasocongestión de los genitales, que es la principal respuesta
fisiológica durante la excitación sexual. Estas medidas fisiológicas
constituyen un gran avance, porque no están sujetas a los errores o
deformaciones que pueden producirse cuando los participantes se limitan a
valorar su propia excitación.
Los sujetos escucharon uno de los cuatro tipos de grabaciones. Existe un
estereotipo que muestra a la mujer más susceptible a la excitación por vía
romántica, mientras que los hombres se excitarían más ante el "sexo bruto".
Las grabaciones variaban según su contenido. El primer grupo de grabaciones
era erótico, incluyendo extractos de materiales eróticos y de novelas
populares que hacían descripciones explícitas de prácticas heterosexuales.
El segundo grupo era romántico; en esas grabaciones se escuchaba a una
pareja que expresaba su mutuo cariño, sin que realizaran actividades
sexuales. El tercer grupo era erótico-romántico, incluyendo elementos
eróticos de prácticas explícitas de sexo, así como elementos románticos. Por
último, el cuarto grupo servía de control; en esas grabaciones se escuchaba
a una pareja que conversaba sin más. Los argumentos de las grabaciones
también variaban según iniciara la actividad el varón o la mujer, así como
si la descripción se centraba en las respuestas físicas y psicológicas de la
mujer o del varón. Por tanto, el argumento de las grabaciones podía estar
iniciado por el varón o por la mujer y centrado en la mujer o en el varón.
De este estudio surgieron tres importantes resultados:
1. El sexo explícito (grabaciones eróticas y erótico-románticas) era el más
excitante, tanto para las mujeres como para los hombres. La inmensa mayoría
de ambos respondió al máximo, tanto desde el punto de vista fisiológico como
desde el de la valoración personal, ante las grabaciones eróticas y
erótico-románticas. En realidad, las mujeres valoraron más las grabaciones
eróticas como excitantes que los hombres. Ni los hombres ni las mujeres
respondieron a las grabaciones románticas ni a las de control (tanto
fisiológicamente como en sus valoraciones personales).
2. Tanto los varones como las mujeres encontraron más excitantes las
grabaciones cuyo argumento era iniciado por una mujer y las centradas en
ella.
3. A veces, las mujeres no son conscientes de su propia excitación
psicológica. Por regla general, existe una elevada correlación entre las
valoraciones de la excitación que hacen los participantes y las medidas
fisiológicas de excitación, tanto respecto a los hombres como a las mujeres.
Cuando los hombres están físicamente excitados, nunca cometen errores al
manifestarlo en sus valoraciones (es muy difícil no reparar en una
erección). Pero, cuando las mujeres están físicamente excitadas, más o menos
la mitad de ellas no lo menciona en su valoración. (Podemos suponer que
siendo tan decididas como para prestarse voluntarias a un experimento de
este tipo y dispuestas a insertarse un fotopletismógrafo en su vagina no se
avergonzarían de repente a la hora de manifestar su excitación; es decir,
parece probable que fuesen sinceras y no se dieran cuenta de que estaban
excitadas).
En resumen, el estudio de Heiman indica que las respuestas de las mujeres y
de los hombres a los materiales eróticos son muy semejantes, aunque, a
veces, ellas no sean conscientes de su propia excitación física. No
obstante, este estudio sólo se refiere a las fases preliminares de la
excitación; quizá haya diferencias entre las mujeres con respecto al momento
en el que reconocen su excitación. |
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