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LA CULTURA
DE LA ALIMENTACIÓN
Para una buena preparación gastronómica de los adolescentes, los padres,
secundados por las escuelas, tienen que haber impartido, desde los primeros
años de vida, una educación e información lo más completa posible en materia
de alimentación, de manera que los chicos vean las ventajas de una
alimentación vegetariana y consoliden en su corazón el profundo
sentimiento que les dice que quitar la vida a los animales en inmoral e
impropio de un ser humano espiritual y evolucionado.
En la adolescencia, es bien sabido, se consolidan los hábitos adquiridos
durante la infancia. Y los alimentarios han de ir en cabeza. Los niños han
tenido que probar los alimentos que les son adecuados, acordes a la madurez
de su aparato digestivo, evitando en lo posible la negativa a probar nuevos
nutrientes (neofobia alimentaria), y teniendo siempre bien presente que las
aversiones alimentarias se adquieren, fundamentalmente, entre los 6 y los 12
años.
En la actualidad hemos de aceptar que se están imponiendo nuevas formas de
alimentación, que se encuentran lejos de respetar las leyes naturales que
también rigen el cuerpo humano. La estructura y ritualización de las comidas
parece perder sus orígenes. Asimismo, la desestructuración del sistema de
comidas puede tomar las siguientes formas:
1. Desconcentración. Consiste en una transferencia de las comidas sólidas
(relativamente concentradas en la comida del mediodía y en la cena) en
beneficio de las pequeñas comidas (el desayuno, el bocadillo o tentempié de
la mañana, la merienda y el bocadillo de la noche). Inversamente, el menú de
las comidas principales se simplifica: la comida principal se organiza
alrededor de un solo plato (que ha venido a designarse con el socorrido
término de "plato combinado").
2. Desimplantación. Las nuevas comidas no tienen lugar a horarios fijos. Ni
el principio ni el final de las diversas comidas se sitúan dentro de franjas
horarias estrechas. Esta imprecisión de las fronteras horarias hace que
aparezcan formas híbridas como la merienda-cena o el aperitivo-comida o el
brunch (mezcla de breakfast y lunch, que se toma a media mañana).
3. Desincronización. En las nuevas formas de alimentación, los horarios
están cada vez menos coordinados con vistas a hacer de la comida una
actividad común. Otras actividades sustituyen a la función social de la
comida como marco de encuentro e intercambio.
4. Deslocalización. La comida tradicional tenía lugar en la cocina o en el
comedor, mientras que las nuevas formas no están tan precisamente
localizadas en el domicilio (basta sentarse en el salón, delante del
televisor con un bocadillo y una bebida, o con una bandeja de V-diner, que
hace furor en Estados Unidos), ni tampoco en el exterior, ya que además del
restaurante o la cafetería, se pueden considerar lugares de alimentación: el
coche, el trabajo, el aula de la escuela, los pasillos y campus de la
universidad, los bancos de los parques, la calle...
Para prevenir los trastornos de la alimentación que inciden especialmente en
la etapa adolescente, deben preconizarse patrones correctos de conducta
alimentaria, como pueden ser, por ejemplo, el descubrimiento y la práctica
del número de comidas diarias que uno debe realizar e ingerir los tipos de
alimentos acordes moral e higiénicamente con la naturaleza humana. No hemos
de olvidar que el apetito forma parte de la educación integral del ser
humano. Así como el hambre es un instinto, innato y orgánico, el apetito es
adquirido, cultural y pertenece a la esfera psíquica (el apetito viene a ser
como el componente psíquico o espiritual del hambre).
Saber disfrutar de una buena mesa (uno de los placeres que más dura y se
acrecienta con los años, mientras que otros placeres decrecen), ingiriendo
alimentos vegetales, sanos y naturales, comiendo lenta y reposadamente,
saboreando los condimentos (la saludable práctica del slow-food), es signo
inequívoco de conocimiento y de sabiduría |
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