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INHIBICIÓN
INTELECTUAL Y FANATISMO
Cuando llega la temible inhibición intelectual se manifiesta muy
gráficamente con las expresiones corrientes: “¡No me entran las cosas!” o
“¡se me queda la mente en blanco!”. Se trata de adolescentes inteligentes,
perfeccionistas, cuya autoexigencia (“se marcan metas muy altas”, dicen los
padres) les conduce a un sentimiento de baja autoestima e inseguridad
respecto a los demás, a los cuales sobrevaloran y envidian.
Quieren hacer las cosas tan bien, tan bien... ¡que se quedan bloqueados! El
cuadro clínico se manifiesta cuando tienen que expresarse en público y,
sobre todo, en los exámenes tanto orales como escritos (en éstos suelen
presentar errores tontos que echan por tierra todo el conjunto). Incluso hay
casos en los que la inhibición de las facultades intelectuales es tan
importante que el adolescente da la impresión de ser un deficiente mental
(lo que en la práctica paidopsiquiátrica se denomina pseudodebilidad
mental).
Una medicación específica para controlar la ansiedad (ansiolítíca), una
relajación de las excesivas expectativas personales (psicoterapia
individual) y una adecuada disminución de la “presión” del entorno escolar
y/o familiar (terapia familiar), pueden hacer que el alumno vuelva a
desarrollar una actividad escolar normal.
También se puede llegar a la inhibición intelectual a través de otra entidad
psicopatológica: el hiperinvestimiento escolar. En esta situación, ¡de
auténtico fanatismo por los estudios!, los adolescentes manifiestan un
interés casi exclusivo por las actividades escolares y presentan un éxito
claramente por encima de la media. Es decir, dan excesiva importancia y
trascendencia a la escolaridad (colocan a la escuela en un elevado pedestal
y le atribuyen, la “invisten”, de excesivos méritos). Son alumnos muy
brillantes, que trabajan al máximo, diferenciándose así de los que presentan
inflexión escolar, que parecen trabajar mucho, pero sin ninguna eficacia.
Pero hacen un mal uso de su intelecto, presentando una inhibición emocional
y una reducción en la capacidad de explorar la vida.
Se trata de adolescentes que temen salir de su infancia, del mundo estable y
dependiente de sus padres. Para ello controlan poderosamente sus impulsos
adolescentes y presentan conductas infantiles para su edad. Su refugio es la
actividad escolar, en la que se muestran hipermaduros (obviamente, con gran
deleite de padres y maestros), bloqueando todo lo que sean comportamientos
turbulentos de la personalidad adolescente.
Si estos casos de hiperinvestimiento escolar son transitorios, no resultan
problemáticos, pero si se convierten en duraderos, la personalidad
frecuentemente psicopatológica (son jóvenes “fríos”, tremendamente
cerebrales) les delata.
Otros pueden presentar un cambio brusco en su ritmo escolar, manifestando
una inhibición intelectual. Y, por último, otros adolescentes felizmente se
aligeran del hiperinvestimiento, entrando en una inflexión escolar
transitoria, de la que pueden salir airosos y reemprender la normal
escolarización. Las medidas medicamentosas y de apoyo psicoterápico ayudan
en todos estos casos. |
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