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EL ESTADO INTERIOR
Ser consciente de los estados interiores y de los acontecimientos exteriores
y obrar apropiadamente es saber vivir inteligentemente. Para vivenciar
cualquier evento de manera inteligente es necesario tener un determinado
estado específico. Sin embargo, las gentes, cuando revisan su vida, piensan
que ésta en si misma está constituida exclusivamente por eventos exteriores.
¡Pobres gentes! piensan que si tal o cual acontecimiento no les hubiese
sucedido, su vida habría sido mejor.
Suponen que la suerte les salió al encuentro y que perdieron la oportunidad
de ser felices. Lamentan lo perdido, lloran lo que despreciaron, gimen
recordando los viejos tropiezos y calamidades. No quieren darse cuenta las
gentes que vegetar no es vivir y que la capacidad para existir
conscientemente depende exclusivamente de la calidad de los estados
interiores del alma.
En verdad, no importa lo hermosos que sean los acontecimientos externos de
la vida, si no nos encontramos en tales momentos en el estado interior
apropiado, los mejores eventos pueden parecernos monótonos, fastidiosos o
simplemente aburridores.
Alguien aguarda con ansiedad la fiesta de bodas, es un acontecimiento, pero
podría suceder que estuviese tan preocupado en el momento preciso del evento
que en realidad no disfrutara y que todo aquello lo viviera de una manera
tan árida y fría como un protocolo superficial.
La experiencia enseña que no todas las personas que asisten a un banquete o
a un baile gozan de verdad. Nunca falta un aburrido en el mejor de los
festejos y las piezas más deliciosas alegran a unos y hacen llorar a otros.
Muy raras son las personas que son conscientes del evento externo, de su
estado interior y se comprenden a sí mismas.
Es lamentable que las gentes no sepan vivir conscientemente: lloran cuando
deben reír y ríen cuando deben llorar. Ser consciente y obrar apropiadamente
es algo por completo diferente. La persona espiritual, sabia, puede estar
alegre pero nunca lleno de loco frenesí; triste pero nunca desesperado y
abatido; sereno en medio de la violencia; abstemio en la orgía; casto entre
la lujuria, etc.
Las personas melancólicas y pesimistas piensan de la vida lo peor y
francamente no desean vivir. Todos los días vemos gentes que no solamente
son infelices, sino que además -y lo que es peor- , hacen también amarga la
vida de los demás. Gentes así no cambiarían ni viviendo diariamente de
fiesta en fiesta; la enfermedad psicológica la llevan en su interior. Estas
personas poseen estados íntimos definitivamente perversos. Sin embargo, esos
sujetos se autocalifican casi siempre como justos, santos, virtuosos,
nobles, serviciales, mártires, etc. Son gentes que se autoconsideran
demasiado; personas que se quieren mucho a si mismas. Suelen ser individuos
que se apiadan mucho de si mismos y que siempre buscan escapatorias para
eludir sus propias responsabilidades. Personas así están acostumbradas a las
emociones inferiores y por ello crean constantemente elementos psíquicos
infrahumanos, alimentan diariamente al ego.
Los eventos que llamamos desgraciados, los reveses de la fortuna, la
miseria, deudas, problemas, etc., pertenecen únicamente a aquellas personas
que no saben vivir. Cualquiera puede formarse una rica cultura intelectual,
pero son muy pocas las personas que han aprendido a vivir espiritualmente.
Cuando uno quiere separar los eventos exteriores de los estados interiores
de la consciencia demuestra su incapacidad para existir dignamente. Pero
aquellos que aprenden a ser conscientes de los eventos exteriores, obran con
conocimiento en sí mismos para adecuar su estado interior a las
circunstancias y actúan apropiadamente, marchan por el camino de la Luz. |
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