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  MITOS SOBRE LA SEXUALIDAD FEMENINA

Como la sexualidad ha sido objeto muy a menudo de supersticiones y sólo en raras ocasiones se ha sometido a investigación científica, incluso la moderna cultura occidental está plagada de ideas deformadas al respecto. A continuación, presentamos diversos errores respecto a la sexualidad femenina y los resultados de investigaciones científicas relevantes.



Orgasmos clitoridiano y vaginal.

Freud creía que las mujeres pueden experimentar dos tipos de orgasmo diferentes: el clitoridiano y el vaginal. Desde su punto de vista, pocas aprenden a conseguir el orgasmo masturbatorio mediante la estimulación del clítoris. Sin embargo, en la edad adulta, tienen que aprender a transferir el centro de su respuesta sexual del clítoris a la vagina y al orgasmo coital. Como algunas mujeres no consiguen realizar esa transferencia, sólo pueden experimentar el orgasmo clitoridiano y, en consecuencia, son "vaginalmente frígidas". freud pensaba que el único orgasmo femenino maduro era el vaginal.

Masters y Johnson han desechado este mito, mostrando de modo convincente que sólo existe un tipo de orgasmo desde el punto de vista fisiológico. La respuesta principal consiste en la contracción de la plataforma orgásmica. Es decir, fisiológicamente, el orgasmo es igual, con independencia de que lo provoque la estimulación clitoridiana o la vaginal. Incluso, hay mujeres que son capaces de tener orgasmos mediante la estimulación del pecho, y la respuesta fisiológica es idéntica a la que se produce en el coito. Más aún, incluso en el coito, se estimula el clítoris, como señalamos antes.

Aunque está claro que los orgasmos que proceden, ante todo, de la estimulación vaginal y clitoridiana son iguales desde el punto de vista fisiológico, desde el psicológico pueden experimentarse de forma diferente. Las sensaciones que surgen de la relación heterosexual y de la masturbación clitoridiana, por ejemplo, pueden ser muy distintas. Fisiológicamente, el orgasmo es igual, pero las condiciones presentes (la presencia del varón y el contacto con su cuerpo) pueden llevar a percepciones muy diferentes de la sensación.

Las investigaciones indican que las mujeres que prefieren la estimulación vaginal muestran niveles superiores de ansiedad en comparación con las que se inclinan por la estimulación clitoridiana o ambas. Esto mismo constituye otra prueba en contra de la creencia de freud de que el orgasmo vaginal supone mayor madurez o mejor adaptación que el orgasmo clitoridiano.



Orgasmo único.

Se creía que las mujeres, como normalmente sucede con los hombres, sólo experimentarían un orgasmo, seguido por un "período refractario" de varios minutos o, incluso, horas en los que no serían capaces de excitación ni orgasmo. La investigación demuestra que esto no es cierto y que, en realidad, las mujeres pueden tener múltiples orgasmos. Lo descubrieron kinsey y sus colaboradores manifestando que el 14% de las mujeres que entrevistaron habían experimentado múltiples orgasmos. No obstante, la clase científica desestimó estos informes por poco fiables.

Las observaciones efectuadas en el laboratorio de Masters y Johnson proporcionaron pruebas convincentes de que las mujeres experimentan, en efecto, orgasmos múltiples en un período de tiempo corto. Es más, estos múltiples orgasmos no difieren de los únicos en ningún sentido significativo, salvo en el hecho de que sean varios. No constituyen experiencias menores.
Fisiológicamente, tras un orgasmo, la región vaginal se descongestiona de sangre. No obstante, en la mujer (aunque no en el varón) este proceso es reversible de inmediato. Es decir, si la estimulación erótica de la región es continua o se repite, ésta vuelve a congestionarse, aparece la plataforma orgásmica y se inicia otro orgasmo. Éste es el mecanismo fisiológico que hace posibles los orgasmos múltiples en la mujer. En algunas, este proceso puede continuar hasta la extenuación.

Los orgasmos múltiples se consiguen más a menudo mediante la masturbación que en el coito, dado que, para el varón, suele ser difícil posponer la eyaculación durante períodos tan largos y su estimulación sería necesaria para que éstos continuasen.



La sexualidad y las ancianas.

La creencia popular sostiene que la capacidad de respuesta sexual de la mujer se agota en la práctica a los sesenta años, más o menos, cesando quizá en la menopausia. Algunas personas piensan que la actividad sexual mina su salud y sus recursos físicos y abandonan deliberadamente toda actividad sexual a una edad mediana con el fin de impedir o retrasar el envejecimiento. Una vez más, Masters y Johnson han derrumbado estos mitos.

Para la sexualidad femenina, no hay límite temporal con el paso de los años. También el varón, en condiciones de buena salud y buen ajuste emocional, tiene capacidad para la actividad sexual que, con frecuencia, puede extenderse más allá del nivel de los ochenta años. En una muestra de personas de 70 años ó más que respondieron a un cuestionario elaborado por una revista en 1.984, el 33% de las mujeres y el 43% de los hombres manifestaron que todavía se masturbaban; y el 65% de las esposas y el 59% de los esposos aún mantenían relaciones sexuales con su cónyuge.

Es cierto que, a medida que envejece la mujer, se producen en ella ciertos cambios fisiológicos que influyen en su actividad sexual. En la menopausia, los ovarios reducen de forma drástica su producción de estrógenos, haciendo que la vagina pierda gran parte de su elasticidad, reduciéndose también de manera sustancial su lubricación. Sin embargo, es corriente que, tras la menopausia, se aplique a las mujeres la terapia de reposición de hormonas, que minimiza estos cambios. También ayuda la aplicación de lubricantes. El rendimiento sexual depende mucho más de la oportunidad de expresión sexual regular y activa y de la salud física y mental que de los desequilibrios hormonales.



El punto G.

Se ha dado mucha publicidad al descubrimiento del punto G. El punto G (abreviatura de "punto Gráfenberg", denominado así por el ginecólogo y obstetra alemán Gráfenberg, que lo descubrió en 1944, aunque su trabajo no recibió atención alguna) es un pequeño órgano situado en la parte superior o proximal de la vagina, más o menos equidistante del hueso púbico y el cérvix. Se cree que es una estructura anatómica parecida a la próstata del varón.


Hay dos razones por las que se cree que el punto G es importante. En primer lugar, los investigadores que lo han estudiado creen que es el origen de la eya-culación femenina. Tradicionalmente, se pensaba que los hombres eyaculaban y las mujeres no. Sin embargo, los sexólogos John perry y Beverly whipple (en 1981) manifestaron haber descubierto un líquido que salía de la uretra de algunas mujeres durante el orgasmo. Según un estudio, su composición química es semejante a la del líquido seminal de los hombres, aunque sin espermatozoides. Perry y Whipple estiman que entre el 10 y el 20% de las mujeres eyaculan durante el orgasmo. Se trata de un descubrimiento importante, porque, dada la antigua creencia de que las mujeres no eyaculaban, muchas que sí lo hacen pasaban vergüenza y padecían una grave ansiedad, pensando que se orinaban mientras mantenían relaciones sexuales.

Hay otra razón por la que el punto G puede tener importancia. Basándose en su descubrimiento, Perry y Whipple plantearon la hipótesis de un orgasmo uterino. Creen que hay dos tipos de orgasmo: el orgasmo vulvar (el tipo estudiado por Masters y Johnson, producido mediante la estimulación del clítoris y denominado así por la vulva o genitales femeninos externos) y el orgasmo uterino (que se siente a mayor profundidad y producido por la estimulación del punto G). Esto recuerda mucho el antiguo argumento respecto al orgasmo clitoridiano frente al orgasmo vaginal y, en realidad, habría que dejar en suspenso el juicio sobre la obra de Perry y Whipple hasta que otros científicos independientes lo repliquen.

En un estudio diseñado para comprobar las hipótesis de las ginecólogas Perry y Whipple, se examinaron a 11 mujeres, 6 de las cuales manifestaron que eyaculaban. Estas ginecólogas sólo encontraron una zona como el punto G en 4 de las 11 mujeres, pero no en las demás y el punto G no era más frecuente en las eyaculadoras. El análisis del líquido eyaculado puso de manifiesto que su composición química era como la de la orina y no como la del semen. En consecuencia, la investigación sobre el punto G debe considerarse provisional y no definitiva.

 

 

 

 

 

 

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