LA FANTASÍA
Lo
que entendemos, generalmente, por «fantasía» se denomina, en lenguaje técnico,
fantasía representativa. Como su nombre indica, consiste en la representación
mental de objetos o personas que no tenemos ante nuestra vista en esos momentos,
o bien en escenas que no están ocurriendo y que no se responden tampoco con una
experiencia vivida anteriormente (entonces constituiría lo que llamamos
recuerdos). Puede tratarse de algo que existe y que no conocemos —el aspecto de
un lugar que nunca hemos visitado—, pero que podemos imaginarnos, por medio de
la fantasía; otras veces se puede imaginar cómo será algo que todavía no ha
sucedido, y que quizá no llegue incluso a suceder nunca, como es el caso de una
adolescente que se imagina a sí misma teniendo un encuentro amoroso con alguno
de sus ídolos cinematográficos.
Hay tres
tipos fundamentales de fantasía representativa: la fantasía creadora, la
fantasía de deseos y la fantasía de temores.
La
fantasía creadora se caracteriza por la elaboración de algo nuevo con una
finalidad más o menos concreta, es decir, no se limita a proyectar en el futuro
experiencias anteriores o algún tipo de deseo. Es la fantasía que permite al
artista crear sus obras, la que vertebra la labor de los inventores, los
investigadores, los poetas, etc., la que es inherente, en una palabra, a todos
los procesos creativos.
La
fantasía de deseos consiste en vivir mediante la fantasía lo que no hacemos en
la vida real; es un fenómeno conocido también como «soñar despierto», y que se
da con relativa frecuencia en el niño y en el adolescente, y que va disminuyendo
a medida que madura la personalidad. La fantasía como vía de realización de
deseos insatisfechos puede llegar a tener un carácter patológico si ocupa una
gran parte del tiempo de una persona, tal como ocurre cuando se tiene una
personalidad inmadura o un desarrollo neurótico de la personalidad. Soñar mucho
despierto es un mecanismo psicológico que puede disminuir gravemente las
actividades enmarcadas dentro de la vida real. Al fin y al cabo, mediante la
fantasía se obtienen satisfacciones rápidamente, a pesar de que no estén
emarcadas dentro de un contexto real, con lo que se pueden convertir de forma
más o menos automática en una especie de refugio donde conseguir estimación,
poder, autoafirmación, protagonismo, etc. A veces se busca satisfacer deseos
eróticos o puramente materialistas. Esto se contrapone con una realidad en la
que una satisfacción más moderada implica un esfuerzo y unas dosis de paciencia,
por lo que se puede llegar a renunciar a una de estas satisfacciones de la vida
real por las que se pueden conseguir a través de la fantasía. Cuando una de
estas personas llega a comportarse como si fuesen realidad algunas de sus
fantasías contando falsas historias y mentiras en relación con ellas, puede dar
lugar a un cuadro psicopatológico denominado «pseudología fantástica» que abunda
entre las personalidades histéricas. Estas personas se pueden mostrar más o
menos reticentes a reconocer lo irreal de sus planteamientos y conductas, pero
si se ven claramente descubiertas llegan a reconocer la verdad, lo cual las
diferencia de la creencia patológica propia de los cuadros psicopatológicos
delirantes.
La
fantasía de temores constituye algo similar a la fantasía de deseos, pero con un
signo opuesto. Estas personas se representan desgracias que piensan que podrían
ocurrir y que precisamente las asustan particularmente. A veces piensan como
reaccionarían ellos y qué sería de su vida sí esto ocurriese. La fantasía de
temores es relativamente frecuente entre las personas inseguras y las que
padecen ciertos trastornos de tipo neurótico, guardando una estrecha relación
con la ansiedad anticipatoria.