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  LA RESPUESTA SEXUAL FEMENINA

Hace sólo muy poco tiempo que la fisiología sexual femenina se ha sometido a la investigación científica. La mayor parte de nuestros actuales conocimientos se deben al importante trabajo de William masters y Virginia johnson (1966).

Masters y Johnson distinguen cuatro fases en la respuesta sexual, aunque, en realidad, éstas surgen juntas. La primera fase consiste en la excitación. En la mujer, la respuesta primaria es la vasocongestión o congestión de los tejidos que rodean la vagina. Esto significa tan sólo que una gran cantidad de sangre se acumula en los vasos sanguíneos de la región pélvica. La respuesta secundaria consiste en la contracción de diversas fibras musculares (que se denomina miotonía), que se traduce, entre otras cosas, en la erección de los pezones.

Quizá, la respuesta más notable en la fase de excitación sea la humidificación de la vagina con un fluido lubricante. Dicha respuesta parece muy diferente de la más notable de los varones: la erección del pene. En realidad, Masters y Johnson descubrieron que los mecanismos fisiológicos subyacentes son los mismos, es decir, la vasocongestión (los vasos sanguíneos se congestionan con sangre).

Es de dominio público que la vasocongestión provoca la erección en el varón. Masters y Johnson creen que las gotitas de humedad que aparecen en las paredes de la vagina durante la excitación sexual son fluidos que rezuman de los vasos sanguíneos congestionados de la región circundante. En consecuencia, las bases fisiológicas son las mismas en los varones y en las mujeres, aunque la respuesta observable parezca diferente.

No obstante, la lubricación sólo señala el principio de la respuesta sexual femenina. En la fase de excitación, se producen también otros cambios, especialmente en el clítoris. Éste, situado encima de la unión de los labios menores, es, como el pene, una protuberancia con un bulbo o glande en su extremo. El glande está densamente poblado de terminaciones nerviosas muy sensibles. Por tanto, el clítoris es el órgano más sensible, desde el punto de vista sexual, del cuerpo de la mujer.

En respuesta a la estimulación, el glande clitoridiano se hincha, aumentando el diámetro de la protuberancia, probablemente debido también a la vasocongestión. Este fenómeno puede producirse en respuesta a la estimulación a la que nos referimos antes; a la producida en otra zona del cuerpo, como los pechos, o a la simple estimulación psicológica, como una cadena de pensamientos eróticos.

La vagina también responde en la fase de excitación. En estado de reposo, la vagina viene a ser como un balón desinflado; está dividida en un tercio externo (o tercio inferior, si pensamos en la mujer puesta en pie) y dos tercios internos (o tercios superiores). Durante las sucesivas fases de respuesta sexual, los tercios interiores y exterior reaccionan de forma muy distinta. En la última parte de la fase de excitación, los dos tercios interiores de la vagina sufren una expansión espectacular o hinchazón. Esto produce una expansión o retracción de las paredes vaginales que rodean el cérvix.

En la segunda fase de la respuesta sexual de la mujer, la fase de meseta, el principal cambio consiste en la aparición de la "plataforma orgásmica". Esta expresión alude al tercio exterior de la vagina, cuando se hincha y congestiona con sangre, reduciéndose su diámetro hasta en un 50%. En consecuencia, mientras la porción superior de la vagina se expande durante la excitación, la porción inferior o externa se estrecha en la fase de meseta. Por tanto, la plataforma orgásmica presiona el pene (si hay un pene en la vagina en ese momento), lo que se traduce en un notable incremento de la estimulación erótica que experimenta el varón.

El otro cambio importante que se produce en la fase de meseta es la elevación del clítoris. Éste se retrae y se aparta de la entrada vaginal, aunque sigue respondiendo a la estimulación. También se producen una serie de respuestas autónomas, entre las que se encuentran el incremento de las pulsaciones, de la presión sanguínea y de la tasa respiratoria.

De nuevo, estos complejos cambios parece que se deben a dos procesos fisiológicos básicos: la vasocongestión y la mayor miotonía o tensión muscular, que se producen tanto en el hombre como en la mujer. La disposición para el orgasmo tiene lugar cuando ambos procesos han alcanzado niveles adecuados.

En la fase de meseta, la mujer toma la fuerza psicológica y fisiológica del almacén constituido por la creciente tensión sexual, hasta que puede dirigir todas sus fuerzas físicas y mentales a dar el salto a la tercera fase, u orgásmica, de expresión de la tensión sexual.

El orgasmo femenino, la tercera fase de la respuesta sexual, consiste en una serie de contracciones musculares rítmicas de la plataforma orgásmica. Por regla general, se produce una serie de entre 3 y 12 contracciones, a intervalos algo inferiores a un segundo. El comienzo de la experiencia subjetiva del orgasmo consiste en un espasmo inicial de la plataforma orgásmica que precede a las contracciones rítmicas. El comienzo subjetivo del orgasmo es pélvico y se concentra de un modo específico en el clítoris, vagina y útero

De este modo se han descrito las sensaciones del orgasmo en la mujer.

En la mujer, el orgasmo surge con una sensación de suspensión momentánea, seguida por una intensa sensación en el clítoris, que se extiende por toda la pelvis. Esta fase varía en intensidad y puede llevar consigo también sensaciones de "caída", "apertura" o, incluso, emisión de líquido. Algunas mujeres comparan esta fase del orgasmo con unos dolores de parto muy tenues. A continuación, se siente una sensación de calor que surge de la pelvis y se extiende por todo el cuerpo. La experiencia culmina con las características sensaciones de palpitaciones en la pelvis.

En contra de la creencia popular, el orgasmo no señala el final de la respuesta sexual. En la cuarta fase o fase de resolución de dicha respuesta, los principales cambios fisiológicos consisten en la relajación de las tensiones musculares de todo el cuerpo y en la liberación de la sangre de los vasos congestionados. En la mujer, los pechos, que estaban turgentes, con los pezones erectos, retornan a su estado normal. El clítoris vuelve a su posición, no retraída, y recupera su tamaño anterior. La plataforma orgásmica se relaja y la porción superior de la vagina se deshincha. La vuelta de la mujer al estado no estimulado puede ocurrir hasta media hora después del orgasmo. Si la mujer alcanza la fase de meseta sin llegar al orgasmo, el proceso de restauración tarda más, con frecuencia, hasta una hora. Las prostitutas, que llegan de modo habitual a la excitación, sin llegar al orgasmo, pueden experimentar efectos fisiológicos acumulativos, que se traducen en una hinchazón crónica de los tejidos vaginales.

 

 

 

 

 

 

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