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Hitler: el hijo del íncubo
Fernandine de Saussure, el gran lingüista suizo y creador del método
estructural, hubiera tenido en Hitler su signo lingüístico perfecto, donde
el significado, -idea o representación mental- fuera evocado por la palabra
Hitler y el significante, -imagen de ese algo- estuviera definida por la
palabra horror.
Pero Hitler, no sólo representa un signo lingüístico perfecto. Como dice
Erikson, la inmensa literatura psiquiátrica ha descrito a Hitler “...como un
paranoide psicópata, un niño sádico amoral o un neurótico que actúa bajo la
compulsión de matar. En ocasiones, era todo eso, pero, por desagracia,
también algo más. Fue en primer lugar un aventurero, en una escala
grandiosa. La personalidad del aventurero es similar al del actor, porque
siempre debe estar listo para personificar, como si los hubiera elegido, los
roles cambiantes que le sugieren los caprichos del destino. Sabía como
acercarse al límite, cómo dar la impresión que iba demasiado lejos, para
luego volver a acercarse a su público en suspenso... Hitler sabía explotar
su propia histeria...” Y si se quiere, manipularla a su antojo.
Adolf
Hitler nació un 20 de Abril de 1889 en un pueblo austriaco de
Braunauarm-Inn, cercano a la frontera bávara. Su padre Alois fue un hijo
ilegítmo que tomó el apellido de Hitler de su abuelo paterno. Después de la
muerte de dos esposas se casó con su hijastra Klara Poelzl, 23 años más
joven que él, y de esa unión casi incestuosa nació Hitler. La historia que
siguió es bien conocida. Padre violento. Hitler, joven rebelde e inadaptado
social “... El pensamiento de esclavizarme en un hombre de oficina me
enfermaba... también el hecho de no ser el amo de mi propio tiempo...”,
escupía en la edulcorada Mi Lucha, su único escrito autobiográfico.
El fracaso de sus pretensiones artísticas al negársele la entrada a la
Escuela de Arte en Viena, convirtió al joven Hitler en un ser resentido y
amargado, carácter que se acrecentó con el fallecimiento temprano de sus
progenitores. Los pocos que lo conocieron durante esa época oscura lo
describen como un “hombre perezoso, huraño y tan reacio a todo tipo de
trabajo que prefería empeñar sus libros y las pocas pertenencias personales
que poseía a salir a trabajar y ganarse unos pocos hellers...”
El próximo salto es su entrada a la Primera Guerra, que lo dejaría preparado
para su integración a la vida política alemana. ¿Pero su antisemitismo, sus
teorías raciales, su misticismo posterior, sus influencias? ¿Por qué este
período de su estancia en Austria es tan poco apreciado? El error de la
mayoría de los biógrafos ha sido centrar la atención en los acontecimientos
posteriores, pero la etapa vienesa, (1903-1913) ha sido cubierta por un
manto de sombras. Arrojemos un poco de luz.
Por aquellos años Hitler era un desocupado, que vendía acuarelas de su
autoría para sobrevivir. Repasando el trabajo de August Kubizek, que
compartió una pensión con Hitler y que más tarde plasmó estas vivencias en
una biografía que tituló El Joven Hitler. La Historia de nuestra amistad se
presenta un retrato poco común y un poco idílico de su personalidad. “Los
que lo conocieron aquel año en Viena no comprendían la contradicción entre
su apariencia bien educada, su lenguaje culto, su comportamiento seguro y la
existencia miserable que llevaba, y lo consideraban altivo y pretencioso. No
era lo uno ni lo otro, simplemente no encajaba en el orden burgués...”
El futuro líder fue un apasionado lector que concurría a las Bibliotecas
Públicas de Viena, pero fue en la Biblioteca Nacional, dependiente del
Palacio de Hofburg, donde encontró su mayor fuente de inspiración. De la
filosofía decadentista alemana tomó como modelos a Schopenhauer y a
Nietszche.
Arturo Schopenhauer (1788-1860), heredero de Kant, fue uno de los primeros
pensadores que fundió la filosofía oriental con la occidental. De esta época
data "Querer es esencialmente sufrir”, y como vivir es querer, toda vida es
por esencia dolor", influencias directas de sus estudios del Budismo. Pero
es en su obra capital, “El mundo como voluntad y representación” donde
hallamos al verdadero Schopenhauer. Aquí postula que la verdadera esencia
del hombre se encuentra en la práctica de la voluntad a la que considera su
motor, y afirma con notable pesimismo que “toda satisfacción, o lo que
comúnmente se llama felicidad, es, por su naturaleza, siempre negativa,
nunca positiva”. Años más tarde Nietzsche llevaría al extremo el camino
emprendido por Schopenhauer.
Se ha creído ver en Friederich Nietzsche (1844-1900) -el hombre que dijo,
entre otras cosas, “Dios ha muerto”-, el real impulsor e ideólogo del
nazismo. El filósofo nihilista y ateo, defensor de la raza aria, blasfemo
antijudáico, y visionario del superhombre, dejó una obra extensa y compleja.
Sostenía que la superación de hombre estaba dada por la voluntad del poder
que lo elevaba como especie -la supervivencia del fuerte sobre el débil-
clara herencia darwinista.
En su escrito mayor “Así Habló Zaratustra” expresa con firmeza que "el
superhombre es lo que yo amo, él es para mí lo primero y lo único, -y no el
hombre: no el prójimo, no el más pobre, no el que más sufre, no el mejor-".
Y aunque la Historia lo exima y se despachen ideas de manipulación, y
malinterpretación, no hay dudas que la esencia de Nietzsche caló hondo en el
joven Hitler, que más tarde puso en práctica lo esbozado en borrador...
Sin embargo no se puede cargar a la Filosofía el peso de la responsabilidad,
el lector absorbe pero a veces no decodifica, como sin duda fue el caso de
Hitler.
“La Divina Comedia de Dante”, “La Educación de la Raza” por Lessing, el
“Fausto” de Goethe, fueron otras obras que mantuvieron ocupada la mente del
joven Hitler. La Historia sin embargo fue una de sus asignaturas favoritas y
a nadie escapa que en multitud de discursos hizo gala de su sapiencia en la
materia.
Alan Bullock, uno de los biógrafos más importantes, escribió: “pasaba mucho
tiempo en bibliotecas públicas, pero sus lecturas eran aparentemente
indiscriminadas y nada sistemática: La Antigua Roma, Religiones Orientales,
Yoga, Ocultismo, Hipnosis, Astrología..” Este aparente interés por
disciplinas poco ortodoxas revela en Hitler un aspecto inusitado y
desconocido. ¿Se trataba de un típico joven con inclinaciones místicas o
existía un algo más? Existía, como ya se verá...
“ ...En esta pequeña ciudad junto al río Inn, bávara por la sangre y
austriaca por la nacionalidad, iluminada por la luz del martirio alemán,
vivían, hacia fines del siglo pasado mis padres...” Dejando de lado la prosa
poética de Hitler, centrémonos en en Braunauarm-Inn, su pueblo natal. Pocos
conocen que este poblado fue considerado un “hervidero de médiums y
videntes”, y menos aún “que dos famosos médiums, los hermanos Scheneider,
nacieron en él, y que uno de ellos tuvo la misma ama de cría que Hitler”.
Así como no hay una mera coincidencia en nacer en un pueblo de brujos,
tampoco lo es el hecho de que la Abadía benedictina de Lanbach, donde Hitler
experimentó “la fervorosa vocación del sacerdocio” fuera un sitio tapizado
por cruces gamadas. Un lugar, que “fue un poderoso foco de atracción para
los iniciados de los secretos del templarismo, esa mística mitad monje,
mitad soldado”, y que era visitada por regularidad por Adolf Joseph Lang,
más tarde fundador de la Orden del Nuevo Temple y que luego sería conocido
como George Lanz Von Liebenfels. Y aquí debemos extendernos un poco sobre
este hombre que también contribuyó en el caudal racista de Hitler.
George Lanz von Liebenfels nació en 1872. “A los 19 años tomó el hábito
cisterciense”, que le permitió tener un conocimiento acabado de la Biblia y
los Evangelios, además de su incursión en la naciente teosofía. Sus
anormalidades se desarrollaron pronto. Creía en la teoría que postulaba que
Cristo-Frauja, nombre germánico antiguo “fue un iniciado ario que se opuso a
las fuerzas oscuras representadas por la sinagoga”. ¿Vamos entendiendo?
Más tarde llevó al extremo estas concepciones en un libro que tituló: La
Teozoología o los Simios de Sodoma y el electrón de los Dioses, mezcla de
misticismo teosófico, temática evolucionista, antropología y zoología. Decía
que los arios serían los hijos de los dioses, la raza Teozoa, en eterno
conflicto con la raza Antropozoa -judíos- especie inferior en estatura, con
características animales y sólo accesoriamente humanos, con tendencia a la
práctica desenfrenada de la sexualidad que corrompen a los hijos de los
dioses.
Pero el legado no se esfumó en tapa dura; Lanz se lanzó a la publicación de
una revista, a la que bautizó como Ostara -nombre que según se cree responde
a la pascua germánica y en adoración de una antigua divinidad estacional
indogermana-. Con un formato cercano a lo monográfico, Ostara presentó
artículos que no se sonrojaba en aquella época ante la mezcla de sexo en
concordancia con el Ocultismo. Al parecer la publicación tuvo cierto eco
entre la sociedad vienesa, que durante más de veinte años (1905-1927)
acompañó con guiños de asentía el mensaje racista que Lanz proponía.
Este conocimiento pasó las fronteras de Austria y se expandió a otros
países. Y aquí debemos volver la mirada a nuestro principal actor ¿Absorbió
Hitler este conocimeinto o sólo fue otro ciudadano pasivo inmerso en las
circunstancias? Gran cuestión, porque no todos están seguros de que la
conexión Lanz-Hitler fuera algo concreto y de que hubieran nacidos frutos.
Entre los argumentos a favor se encuentra un testimonio del propio Lanz que
relató como en 1909 “recibió la visita de un joven que dijo llamarse Adolf
Hitler, interesado por comprar los números atrasados de la revista Ostara.
Lanz se los regaló al percibir el estado de miseria del joven”.
Investigaciones posteriores confirmaron que el domicilio que dejó Hitler a
Lanz corresponde a la pensión que habitó por espacio de un año en Viena.
¿Por qué entonces se sugiere que estos relatos carecen de veracidad? “Para
unos se trata de un mito, no consta que Hitler fuera lector de Ostara.
Algunos historiadores afirman que atribuir a Hitler interés por Ostara es un
arma más de la guerra psicológica destinada a ridiculizar al Führer...”.
Rumores, rumores...
Nada impide atar cabos, y la discusión se torna eterna. Lo cierto es que un
joven reacio al trabajo, pintor frustrado, y de carácter díscolo, adquirió
muy pronto conocimientos ignorados para una gran mayoría en cuanto a lo
oculto. Y si bien hemos testificado de sus lecturas discriminadas, y de el
aire que en esos momentos azotaba Europa, su posterior ascenso dentro de
esos círculos conoció maestros más avezados que en las sombras y tras
bastidores crearon los verdaderos lazos entre este y el otro mundo. La
educación de Hitler, como veremos en el espacio siguiente, fue un largo
proceso que ocupó casi toda su vida. Para más datos, te invito a penetrar en
los secretos de la Thule. |
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