EL HUMOR Y EL ESTADO DE
ÁNIMO
Humor es
el tono sentimental, agradable o desagradable, que acompaña a una idea o
situación. Cuando este tono se mantiene habitualmente o es el que predomina a lo
largo del tiempo, hablamos de humor dominante o estado fundamental de ánimo.
El estado
de ánimo puede variar entre dos extremos opuestos: desde la exaltación, la
alegría y el entusiasmo, con una importante carga positiva de placer, a sus
polos contrarios la tristeza, la insatisfacción e inhibición, esta vez con carga
negativa de sufrimiento. Entre ambos límites puede albergarse toda una gama de
posibles estados de ánimo intermedios.
Las
variaciones anímicas pueden originarse de dos formas:
1. Por
estímulos ambientales; es decir, externos a la persona, en la que provocan una
reacción en sus sentimientos que dependerá del carácter de la descarga emotiva
provocada. Si dicho estímulo es placentero producirá sensaciones positivas,
proyectando el estado de ánimo hacia la alegría y el júbilo. Por el contrario,
si el influjo ambiental es desagradable, provocará sensaciones negativas,
empujando el ánimo hacia la tristeza, la angustia y la depresión.
En
condiciones normales, existe una relación proporcional entre estímulo y
respuesta en ambos polos.
2. Otras
veces, el estado de ánimo varía su tono hacia uno u otro signo con independencia
de las circunstancias del exterior. Es como si surgiera del interior de la
persona, condicionando su disposición anímica y sin motivos ambientales
aparentes. Entonces hablamos de sentimiento vital, porque impregnan la vida del
sujeto formando parte de él mismo.
De una u
otra manera, tanto el cuerpo como la mente sintonizan con el estado de ánimo y
presentan una apariencia determinada objetiva y subjetiva:
La
persona con «buen» estado de ánimo se siente más vital, más activa y mejor
dispuesta para las relaciones sociales. Conecta bien con el medio ambiente y le
atraen los acontecimientos divertidos, con gran disposición hacia lo alegre y
jovial. Las circunstancias negativas son filtradas por una capacidad mayor para
la tolerancia y tienden a ser minimizadas. Las funciones corporales suelen estar
aceleradas y ello se manifiesta a través de impulsos instintivos, como el
apetito alimenticio y la sexualidad, entre otros.
Objetivamente resalta su mayor actividad, rapidez de movimientos y facilidad de
diálogo. Su cuerpo se mueve con soltura y tiene una apariencia expansiva y
extravertida: brazos abiertos, semblante alegre y risueño y facilidad para
contagiar su estado de hilaridad.
En
cambio, la persona con ánimo bajo presenta la cara opuesta: tiende al
aislamiento social y a la desconexión con el ambiente. Los acontecimientos
positivos resbalan sobre una capa impermeable de pesimismo. Tiene facilidad, en
cambio, para percibir las desgracias que la rodean y con frecuencia tiende a
exagerarlas. Piensa con más lentitud y suele ser unidireccional, tendiendo
siempre hacia lo negativo. Sus reacciones instintivas también se encuentran
mermadas: disminuye el apetito y frena la libido.
Corporalmen te resalta su falta de actividad. No es raro que permanezca inmóvil
en un sillón e incluso metida en la cama sin ganas de hacer nada. Su gesto se
muestra serio o triste y es difícil arrancarle una sonrisa. Los brazos suelen
caer abatidos o apretados contra el cuerpo, dotando a su figura de un aspecto
retraído o introvertido. La acentuación de este estado puede acompañarse de la
angustia y el llanto, con gran sensación de sufrimiento. Pero aquí ya entramos
en el terreno de la depresión que merece un capítulo aparte.
El estado
de equilibrio entre ambos polos, alegría y tristeza, recibe el nombre de
eutimía; y las desviaciones hacia uno u otro sentido se llaman distimias. Cuando
se rebasan unos determinados límites por ambos extremos caemos en el campo de la
patología o enfermedad del ánimo: por un lado, la manía, en el plano de lo
positivo; y por otro la depresión, en el de lo negativo.