iderazgo
El líder
es esa persona que se define como «jefe nato» o «gran hombre», cabeza de grupo,
sea cual sea la naturaleza de éste, que se encuentra por encima del resto con
una mayor capacidad de mando e influencia, respetado y querido por los otros y
situado en ese papel por un conjunto de cualidades entre las que destaca un
indefinible carisma. Su figura recibe una especial consideración social, alcanza
posiciones de prestigio y tiende a ser tomada como punto de referencia por los
otros.
Hay una
serie de cualidades y características que hacen sobresalir al líder dentro del
grupo, suele ser algo más inteligente, pero sólo un poco más que el resto y
nunca excesivamente, ya que esto lo situaría en desventaja y sería rechazado.
Posee una
importante seguridad en sí mismo y en sus propias convicciones, hecho que es
rápidamente percibido y transmitido a los otros. Toma decisiones y corre riesgos
mayores y destaca en tres dimensiones: su actividad, su capacidad para
desempeñar las tareas y objetivos que se propone y el afecto que obtiene de los
otros. Acepta los valores fundamentales del grupo y los lleva a cabo mejor que
ningún otro, pero generalmente estos valores han sido sutilmente impuestos por
él mismo con unas innegables dotes de persuasión.
El líder
adquiere dentro del grupo los más diversos papeles y funciones, es ante todo el
modelo y el individuo representativo y dirige, controla, planifica, asume,
decide, actúa como mediador y experto en casi todo tipo de tareas, aporta
gratificaciones y sanciones e, indudablemente, cuando las cosas funcionan mal se
convierte en el objetivo de las culpas, en el «chivo expiatorio».
Según la
personalidad y las características particulares del individuo, se distinguen
varios tipos de líder:
El
doctrinario traza un sistema coherente de pensamiento y trata, siempre que es
posible, de armonizar con él sus decisiones en la mayor parte de las cosas.
El
oportunista va acomodando su conducta a las circunstancias de las que saca el
máximo partido sin vincularse a ningún sistema concreto.
El
luchador es aquel que una vez fijados unos objetivos, que no tienen por qué
seguir una doctrina en especial, lucha y se esfuerza por lograrlos hasta que los
consigue.
El
conciliador actúa como mediador de posturas, limando asperezas y disminuyendo
divergencias y se convierte en el apoyo de cuantos le rodean.
El
idealista justifica siempre su actitud, que atrae a los otros, en nombre de
valores universales y eternos.
El cínico
suele apelar a cuestiones secundarias para poner en marcha sus auténticos
intereses que luego afirma abiertamente.
El rígido
marca objetivos de conjunto aferrándose a determinados métodos, no es un hombre
creador ni doctrinario sino que sigue fielmente el «procedimiento».
El
imaginativo sabe salir airoso de cualquier situación, las nuevas circunstancias
no lo desconciertan y sabe inventar soluciones.
El
jugador afronta el riesgo de manera más o menos consciente, arrostra el peligro
y decide con rapidez.
El
prudente carece totalmente de amor al riesgo, no lo afronta nunca, tiene sangre
fría, domina las situaciones y decide con lentitud.
Cualquiera de estos tipos de líder puede llegar a convertirse por sus cualidades
en un jefe nato y arrastrar tras de sí a un conjunto de personas, y como hemos
visto, las diferencias entre unos y otros son totales.