EL LISTO Y EL INTELIGENTE. DIFERENCIAS
¿Es
lo mismo ser listo que ser inteligente? Con frecuencia usamos indistintamente
expresiones como «qué listo es», o «es muy inteligente», pero hay matizaciones
entre uno y otro término. En realidad, desde el punto de vista teórico, o
científico, se maneja el término inteligencia (como alta capacidad mental). La
palabra «listo» sólo se suele usar coloquialmente.
El
inteligente es el que llama la atención por su capacidad mental global o
parcial, generalmente con un CI o coeficiente de inteligencia alto. El listo es
el que utiliza al máximo su capacidad intelectual, aprovecha sus aptitudes y les
saca todo el partido que puede, y es capaz de afrontar y emprender múltiples
empresas de las que sale airoso, adaptándose a situaciones nuevas y resolviendo
los problemas de forma eficaz. A diferencia del inteligente que tiene un CI
importante, el listo puede tenerlo dentro de la normalidad, pero sabe
desarrollar y aprovechar al máximo su capacidad intelectual.
El
«listo» puede ser resultado de un buen número de estímulos. Las situaciones
ambientales obligan a poner en marcha soluciones concretas para resolver
conflictos o simplemente contratiempos de forma eficaz. Hay quienes se plantean
objetivos claros y concretos, que consiguen alcanzar a base de tenacidad,
esfuerzo y trabajo, logrando el éxito aunque no destaquen precisamente por una
inteligencia deslumbrante. Esto mismo se puede conseguir a fuerza de estudio,
entrenamiento en ciertas tareas y desarrollo cultural.
Hay
claramente un condicionamiento cultural a la hora de valorar este tipo de
capacidad intelectual. Se dice «el listo es el que se las sabe todas», cuando
una persona sale siempre bien de cualquier situación comprometida: se
sobrentiende casi que utiliza métodos no del todo aceptables. Al contrario, se
oye «es tan bueno que parece bobo», comparándose casi la bondad con la falta de
inteligencia.
Otro
factor que influye en la inteligencia es la situación afectiva y el equilibrio
psicológico. Una persona afectivamente equilibrada y estable puede poner en
marcha todos sus recursos intelectuales siempre que resulten necesarios. Pero si
existe cualquier tipo de descompensación, en forma de ansiedad, angustia,
depresión, el sujeto tiene una merma subjetiva y objetiva de su capacidad
intelectual, de forma que es menos eficaz ante cualquier tarea que se proponga.
No es que pierda su inteligencia, que permanece exactamente igual, sino que se
alteran otras funciones psíquicas directamente relacionadas con ella, como puede
ser la atención.
Hay que
tener claro que la inteligencia no es únicamente la puntuación que da el
coeficiente de inteligencia, sino la capacidad global del sujeto para adaptarse
a la vida, lograr sus objetivos con éxito, acoplarse al ambiente y a los que lo
rodean y obtener de sí mismo aquello que quiere obtener.
En otro apartado de la
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La inteligencia