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EL MIEDO A LA MUERTE DESDE LA PSICOLOGÍA
Todos
somos conscientes de que la muerte es la consecuencia inevitable de la
propia vida. Sin embargo, y a pesar de tratarse de un fenómeno absolutamente
natural, no significa que exista siempre una aceptación plena de esta
realidad, siendo un hecho temido por la mayor parte de las personas.
El miedo
es una de nuestras emociones básicas
Desde un
punto de vista psicológico, el miedo se da en todos los individuos y en
todas las culturas, no es de entrada una reacción patológica y, junto a la
tristeza, la ira o la alegría, se considera una de las emociones primarias a
partir de las cuales se derivan todas las demás.
Las
emociones tienen una importancia crucial en cualquier tipo de actividad que
desarrollemos, incluidas las intelectuales y las habilidades sociales. Son
esencialmente agradables o desagradables, nos activan, forman parte de la
comunicación con los demás, pueden actuar como poderosos motivos de nuestro
comportamiento e influyen en nuestros estados de salud y de enfermedad. Uno
de los objetivos de las emociones es señalar qué hechos son importantes para
nuestro bienestar, ya sea porque son potencialmente peligrosos o porque sean
potencialmente placenteros; en este sentido, son un recurso y una fuente de
bienestar para las personas, pues ayudan a detectar las situaciones
especialmente peligrosas, procurando nuestra atención y la búsqueda de
soluciones.
Pero
también las emociones pueden ser fuente de malestar, sobre todo cuando se
presentan de forma intensa, cuando son crónicas o bien cuando no podemos
concretarlas. Cuando nos emocionamos, unas veces podemos identificar lo que
sentimos y lo que pensamos, pero otras no podemos identificar de qué se
trata, así mismo unas veces podemos ejercer control sobre lo que sentimos y
otras veces nos desborda y quedamos a merced de la reacción emocional de que
se trate y de la intensidad con la que se presente.
Las
emociones nos protegen, pero en su extremo son fuente de malestar y
padecimiento. Unas veces nos sentimos confortados por lo que sentimos y
otras lo que sentimos no nos gusta o no se presenta en nosotros ni de forma
adecuada, ni de acuerdo a nuestra voluntad ni a nuestro deseo.
Cómo se organiza nuestro mundo emocional y cómo se manifiesta el miedo
Lo que
llamamos nuestro mundo emocional, del que el miedo es uno de sus
componentes, está sujeto a una organización que se va formando gradualmente
y ganando en complejidad a lo largo de nuestro desarrollo como personas. Las
emociones:
• Poseen
un sustrato biológico. Dentro de nuestro cerebro, las zonas encargadas de
organizar, regular y controlar los mecanismos emocionales se encuentran en
las regiones internas y más primitivas desde un punto de vista evolutivo.
Algunas estructuras implicadas son la amígdala, el sistema límbico, el
tálamo, hipotálamo e hipocampo; así mismo, a nivel interno las emociones
dependen de reacciones bioquímicas que se producen en nuestro organismo por
medio de algunos de los neurotransmisores que permiten a las células
nerviosas comunicarse entre sí, como son la adrenalina, noradrenalina,
endorfinas, dopamina y serotonina.
• Se
organizan también como efecto de nuestras relaciones. Los modos que tenemos
de reaccionar emocionalmente o de sentir son modulados, independientemente
de las características objetivas de una situación, por nuestro organismo,
pero también y con la misma intensidad, si cabe, por variables personales
asociadas a nuestro pasado, a las relaciones que hemos establecido y a lo
que hemos aprendido emocionalmente con esas relaciones y en esas relaciones.
Cuando
nacemos nuestro organismo viene dotado de un equipo básico emocional
preparado para reaccionar e interactuar cuando nos relacionamos con el
medio, pero nuestra afectividad es más amplia y compleja que estas
emociones. Las personas aprendemos, desde que nacemos, en y de lo que nos
transmiten emocionalmente los otros. Y eso hace a nuestra afectividad mucho
más rica, pero también más compleja. Junto a las experiencias de miedo,
pena, desamparo, satisfacción o alegría que cada uno hemos tenido en nuestra
vida desde nuestros primeros contactos con el entorno, están también los
modos en como hemos sido acompañados o desatendidos o cómo hemos percibido
ese acompañamiento y/o falta de atención, es decir cómo han sido
significados esos momentos, y eso también está presente cuando se disparan
en nosotros cada una de las emociones que sentimos y experimentamos o cuando
las observamos en otros. A veces esos significados son conscientes y otras
veces no, son inconscientes.
Las
emociones, por tanto, se sienten, están relacionadas con nuestros deseos
conscientes e inconscientes, con lo que creemos y con experiencias
anteriores. Nos disponen para actuar o para no responder, y anteceden,
acompañan y preceden a cualquier experiencia humana. En ese sentido también
la enfermedad y la muerte, como experiencias humanas, pero asimismo como
experiencias particulares, van a estar asociadas a emociones de todo tipo,
aunque fundamentalmente a las de tristeza, angustia o miedo.
El
sentimiento de miedo puede venir acompañado de toda una serie de
manifestaciones que pueden expresarse o afectar a nuestro cuerpo, a nuestros
pensamientos y a nuestro comportamiento. Algunas de ellas pueden ser:
palpitaciones, pulso y respiración rápida y superficial, tensión muscular,
presión en el pecho (cuerpo). Inseguridad, aprensión, preocupación,
sensación de desorganización o pérdida de control acompañada de dificultad
para pensar con claridad (pensamiento). Comportamientos de evitación,
dificultades de expresión verbal, movimientos repetitivos o, por el
contrario, paralización motora, alteraciones del sueño y del apetito
(comportamiento).
No podemos
obviar que una parte muy importante de nuestra afectividad está moldeada en
relación a cómo hemos sido amados, atendidos o dañados, como tampoco la
tendencia en nosotros a repetir, es decir, a buscar aquello que ya tuvimos o
creímos tener en relación a lo que nos proporcionó bienestar y seguridad y
huir o alejarnos de aquello que sin buscarlo ríos hizo daño o creímos que
nos lo hizo.
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