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MITOS, IDEALES Y
REALIDAD DE LA ADOLESCENCIA
En mi juventud fui tan joven, que ahora sigo siendo joven.
Pablo Picasso, a los noventa años
En este espacio Web hemos visto cómo los adolescentes con frecuencia son
encajonados en categorías negativas. Hemos visto también cómo se ha descrito
tradicionalmente a la adolescencia como si fuese una enfermedad o un
problema. Consideramos que estos fenómenos de estereotipación
condescendiente van más allá de ser un simple error o una "mentira" y
preferimos definirlos como mitos acerca de la adolescencia.
Los mitos pueden tener o no una base real; pero, básicamente, son
construcciones colectivas que no se refieren a hechos reales, sino que
responden a nuestros deseos y temores. Los críticos sociales señalan que los
sistemas de creencias tienden a apoyar el statu quo. De modo que se
atribuyen las expectativas del grupo a la ley natural, a la sabiduría
antigua y a las diversas doctrinas. La resultante es que, una vez elaborado
el mito, las personas (incluidos los profesionales) vacilan en cuestionarlo.
La realidad es que los mitos nos dan una estructura, simplifican realidades
complejas (a veces sobrecogedoras) y nos proveen con explicaciones
causa-efecto que nos hacen sentir mejor.
Sin embargo, cuando los consideramos una verdad incontrovertible, inhibimos
nuestra capacidad de entender y adaptarse a situaciones nuevas. El
propósito, pues, de este espacio es el de alertar sobre la presencia de
mitos anticuados, destructivos y persistentes acerca de los adolescentes;
mitos que contribuyen a crear obstáculos a una relación de guía cordial y
honesta. Escogemos para nuestro análisis los cinco mitos que se encuentran
de manera omnipresente en la literatura no especializada y en la profesional
que asumen temas acerca de la adolescencia. Se trata de los siguientes:
- "El desarrollo del adolescente normal es turbulento."
- "La adolescencia es un período de gran emotividad."
- "La pubertad es un suceso negativo para los adolescentes."
- "La adolescencia es un período con alto riesgo de suicidio."
- "El pensamiento de los adolescentes es irracional e infantil."
Primer mito: "El desarrollo del adolescente normal es turbulento".
Históricamente esto ha sido descrito con mucha frecuencia, tanto en la
literatura mundial propiamente dicha (como es el caso del Werther de Goethe)
como en la profesional. El origen de esta aseveración, razonable en
apariencia, es sin duda el hecho de la aparición clara y evidente de
conductas delictivas y enfermedades mentales durante la adolescencia (si
bien una observación más profunda tanto de los adolescentes enfermos como de
los delincuentes podría haber detectado dificultades tempranas durante la
infancia). Desafortunadamente, muchos especialistas que sólo trabajan con
poblaciones de adolescentes con trastornos psiquiátricos llegaron sin
fundamento a la conclusión de que si un adolescente no pasa por un período
turbulento, por una crisis de identidad, estará destinado a ser un adulto
perturbado. No hay, por supuesto, ningún estudio que confirme dicha
creencia. Está claramente demostrado que el 80 % de los adolescentes no
pasan por un período tumultuoso, se llevan bien con sus padres y sus
familiares, les gusta estudiar y trabajar, y se interesan por los valores
sociales y culturales circundantes. La mayoría de los jóvenes, pues, pasan
por la adolescencia con desequilibrio escaso o ausente. Indudablemente, un
número grande de adolescentes pasan por momentos de gran sufrimiento, pero
se trata de sentimientos internos, subjetivos. La adquisición de la madurez
del adulto es un proceso gradual y sin grandes sacudidas.
Segundo mito: "La adolescencia es un periodo de gran emotividad".
Esto es un corolario del primer mito, que insiste en caracterizar la vida
emocional del adolescente como un vendaval de cambios del estado de ánimo,
llegando con frecuencia a límites extremos. La hipótesis que intenta
explicar esta supuesta emotividad descontrolada es que surge debido a los
profundos cambios biológicos y sociales que acompañan a la pubertad.
Los estudios que se han realizado no han mostrado diferencia alguna entre la
emotividad de los niños y la de los adolescentes. Estos hallazgos sugieren
que el comienzo de la adolescencia no se asocia con diferencias apreciables
en la variedad de los estados emocionales experimentados en la vida
cotidiana. Lo que sí hay es una relación lineal entre la edad y los estados
emocionales: cuanto mayor es el adolescente, más negativo es el estado de
ánimo. Y es probable que esto se deba a que las crecientes obligaciones y
responsabilidades escolares y/o laborales contemporáneas han creado más
estrés e infelicidad.
Tercer mito: "La pubertad es un suceso negativo para los adolescentes".
Es tradicional considerar que los cambios hormonales son supuestamente
responsables y causantes del desequilibrio emocional en la etapa puberal. Y
durante muchos años se ha creído, por tanto, que los cambios puberales
resultan penosos y amenazantes para los adolescentes.
La realidad es que la influencia hormonal sobre la emotividad ni es
particularmente potente ni es persistente. En cambio, lo que se entiende por
culturalmente deseable sí que tiene un gran impacto sobre el desarrollo
adolescente. Como es, por ejemplo, el aumento de peso, normal para la chica
púber, y que es un factor importante en la disconformidad femenina con el
propio cuerpo. Otra consideración a tener en cuenta es si el proceso puberal
lo encuentra el chico en coincidencia o desfasado con respecto a sus
compañeros.
Cuarto mito: "La adolescencia es un período con alto riesgo de suicidio".
La creencia general y la de muchos profesionales siempre ha sido que durante
este período de la vida se da el mayor número de suicidios. Sin embargo, la
recopilación de datos demográficos ha demostrado que, excluyendo la
infancia, la adolescencia es el período de la vida en el que se da la menor
proporción de gente que se suicida. Lo que sí han descubierto los autores
estudiosos del tema es que parece haber una relación directa entre el
aumento en la proporción de la población adolescente y el incremento en el
número de suicidios (a lo que denominan, estadísticamente, el fenómeno de
cohorte). Otro hallazgo es que hay una clara relación entre la
insatisfacción por la autoimagen de los adolescentes y la conducta suicida.
Quinto mito: "El pensamiento de los adolescentes es irracional e
infantil".
Los juristas y los profesionales de la sanidad debaten actualmente cuándo se
puede aceptar que un adolescente es responsable de sus acciones, cuándo
puede dar consentimiento a un tratamiento médico y psiquiátrico; en otras
palabras: cuándo puede considerarse que piensa como un adulto.
La adolescencia es el período de la vida en que surgen las operaciones
mentales formales, comienzan a formularse hipótesis y pueden establecerse
conclusiones. También, los adolescentes adquieren la capacidad de "ponerse
en los zapatos de otro" y, especialmente en el sexo femenino, desarrollan la
capacidad de sentir empatía y practicar el altruismo. Las nuevas habilidades
del pensamiento permiten al joven reconstruir su niñez y verla bajo una luz
muy diferente de como la percibía cuando era niño... Y así podríamos seguir
señalando características diferenciales y de madurez del pensamiento
adolescente.
Conclusiones prácticas.
¿Por qué es importante denunciar estos mitos acerca del desarrollo
adolescente? En primer lugar para alertar a padres, maestros y pediatras de
que, aún hoy en día, grandes sectores profesionales mantienen un punto de
vista inapropiado acerca de la adolescencia, considerándola una fase en la
que se espera la conducta anormal. De no reconocer este mito de "la
anormalidad adolescente" se corre el alto riesgo de no identificar a tiempo
lo que es patológico y realmente peligroso. Es decir: si se pierde la
oportunidad del diagnóstico precoz y la intervención temprana, el curso, por
ejemplo, de un trastorno mental podrá hacerse más severo y crónico.
No hay que olvidar que muchas de las descripciones tradicionales de los
adolescentes están meramente basadas en creencias y convicciones, a menudo
originadas en conceptos psicoanalíticos, y no en investigaciones
contrastadas. Así, del análisis de los estudios modernos de prevalencia de
perturbaciones psicoemocionales en la población adolescente puede concluirse
que:
- La inmensa mayoría de los jóvenes no tienen una adolescencia turbulenta.
- No pasan por un período de gran emotividad (en comparación con su niñez).
- La adolescencia no es un período de alto riesgo de suicidio.
- El pensamiento adolescente es distinto del infantil, pudiendo destacarse
por su nivel de racionalidad y capacidad de elaboración.
Casi todo lo que es grande ha sido obra de la juventud. Es el inmenso
potencial de energía juvenil lo que ha hecho posible avanzar a la humanidad.
La juventud, cuando no se “agilipolla”, arrasa, porque es una fuerza de la
Naturaleza. Cuando uno es joven, tiene mañanas triunfales, y la adolescencia
no es sino una sucesión de mañanas. Siempre es por la mañana.
Nadie pone en duda que la juventud es la fuerza creadora por excelencia.
Basta recordar algunas de las personas que durante su etapa juvenil
consolidaron su nombre en la historia: Alejandro Magno, a los 20 años, ya
era rey de Macedonia, y a los 27 había conquistado todo el mundo civilizado;
Miguel Ángel, a los 17 años, había esculpido La Batalla de Centauros y La
Piedad; Blaise Pascal, a los 16 años, ya había escrito un libro sobre
geometría e inventó la máquina de sumar a los 19; James Watt tuvo la idea de
su máquina de vapor a los 25 años; Ludwig van Beethoven, a los 13 años,
escribió sus primeras composiciones y sus famosos cuartetos a los 15 años;
Michael Faraday inventó el motor eléctrico a los 21 años; Samuel Colt, a los
17, realizó su primer modelo de revólver en metal; Alexandre Graham Bell
concibió a los 22 años la idea de un teléfono sin hilos; Thomas Alva Edison
inventó a los 17 años el telégrafo; Charles Martin Hall fue el primer hombre
que, a sus 23 años, obtuvo aluminio por electrólisis; los hermanos Wright,
Wilbur y Orville iniciaron a los 20 años sus estudios sobre el avión a
motor; Albert Einstein desarrolló a los 26 años su teoría de la
relatividad... Y a esta lista pueden añadirse cantidad de nombres de jóvenes
actuales, que ya en su más temprana adolescencia eran destacados físicos,
pintores, cantantes, diseñadores, inventores, etc.
El sentirse acompañado toda la vida de las características de la juventud,
con sus rasgos típicos de inmadurez e ingenuidad, es algo que se identifica
siempre en las personas creativas. A la juventud se le ha llamado "talento
perecedero" pero, quizá, talento y originalidad son aspectos siempre propios
de la juventud, y el ser humano creativo es irremediablemente juvenil.
¡Juventud, divino tesoro!
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