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Un nacimiento divino
Cuando Filipo regresó a Macedonia se llevó consigo a Polixena, a quien
desposó. Al año siguiente nació Alejandro III de Macedonia. Realmente, sería
extraño que sus padres iniciados no lo concibieran mediante ritos de magia
sexual. Sobre todo, porque existen muchos indicios documentales de ello.
Al casarse con Filipo, Polixena cambió su nombre por el de “Myrtale” (una
ninfa, deidad de la naturaleza asociada a la primera iniciación de
Alejandro). El día del nacimiento de éste, adoptó el de “Olimpia” (morada de
los dioses).
Años más tarde, volvería a cambiar su nombre por el de Estratonice (una
forma de la diosa Afrodita) en defensa de legitimidad de su nieto Alejandro
IV –hijo de Alejandro y la princesa afgana Roxana –como heredero del trono.
¿Estamos ante indicios de que así encarnaba una función ritual distinta en
cada caso?
No lo sabemos. Pero ella misma sostuvo que Alejandro no era hijo de Filipo,
sino del propio Zeus-Amón, encarnado en una serpiente que se había deslizado
en su lecho. También inculcó esta firme convicción en su hijo.
La serpiente sagrada enlazaba con su antepasado Aquiles, nombre que proviene
del término echis y significa serpiente. Al quedar encinta de Alejandro,
Olimpia soñó que el rayo de Zeus –zig zag evocador de la serpiente celeste o
de luz– la abrasaba antes de extenderse y envolver la Tierra.
Pero no estamos ante una simple fantasía de su temperamento místico. Lo
confirma el sueño que tuvo Filipo durante la misma noche del nacimiento de
su hijo. Según confió el rey a los adivinos de su corte, él soñó que un
sello con el signo de Leo cerraba el sexo de Olimpia, impidiéndole unirse a
ella.
Alejandro nació con el Sol en Leo y teniendo como ascendiente a Aries, el
signo de Amón. De modo que también Filipo compartía la misma expectativa de
Olimpia y el sentimiento de que, al menos en calidad de una paternidad
simbólica, el Cielo había participado en la concepción y nacimiento de su
hijo.
El alumbramiento se produjo a medianoche. En la víspera, dos águilas se
habían posado sobre el tejado de la habitación de Olimpia y, cuando ella dio
a luz, la tempestad estalló con profusión de truenos y relámpagos sobre la
tierra, sacudida por un fuerte seísmo.
Aquella misma noche se incendió al Templo de Artemisa en Éfeso, un signo que
los adivinos de Filipo interpretaron como el anuncio del advenimiento de un
niño con corazón de león (Leo), cuya antorcha incendiaría todo Oriente. |
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