LA ORIENTACIÓN
La
orientación se define como la capacidad para precisar los datos sobre nuestra
situación real en el ambiente y sobre nosotros mismos; es una función de la
conciencia, y la separación entre ambas es artificial: para estar consciente hay
que estar orientado.
La
orientación sobre el mundo exterior se llama orientación alopsíquica, y la que
se tiene sobre uno mismo, orientación autopsíquica.
Cuando
esta capacidad de orientarse se pierde, se produce la desorientación.
ORIENTACIÓN SOBRE EL MUNDO EXTERIOR. Se refiere a la orientación en el tiempo y
en el espacio; para que sea correcta tienen que funcionar adecuadamente la
memoria, la atención, el pensamiento y la comprensión. A través de la
orientación en el tiempo (orientación temporal) se sabe la hora, el día, el mes,
el año, en que se vive, y el orden en que transcurren los acontecimientos, de
forma que luego puedan recordarse cronológicamente. En ciertos trastornos
psiquiátricos el enfermo se desorienta, no sabe en qué día vive, ni en qué año,
si es por la mañana o por la tarde, si ha comido o no. Hay un tipo de
desorientación, típica de las personas de edad avanzada, que está muy
relacionada con la pérdida de memoria: se acuerdan muy bien de hechos que
ocurrieron hace muchos años, pero son incapaces de recordar los del día
anterior.
Hay que
distinguir entre el tiempo cronológico, que es el que mide el reloj, y la
vivencia del tiempo, es decir, cómo se siente que pasa el tiempo. Para las
personas deprimidas el tiempo pasa muy lento, «como si estuviese congelado»,
«los minutos se hacen horas», «parece que el día nunca va a acabar»...; en otros
casos, en cambio, se siente que el tiempo «se escapa de las manos», «vuela tan
rápido que no da para hacer nada».
La
orientación en el espacio consiste en saber en qué lugar se está (orientación de
lugar), y en reconocer el espacio y los objetos que a uno le rodean (orientación
espacial). La primera tiene una gran importancia clínica: cuando falla, un
enfermo que esté, por ejemplo, ingresado en un hospital de Lérida puede creer
que se encuentra en el cine de su pueblo. La ingestión de tóxicos, o ciertas
enfermedades psíquicas, como la esquizofrenia, pueden alterar la percepción del
espacio que rodea al sujeto, que nota como si cambiasen las formas y la
situación de las cosas. Esta orientación espacial es típica tras ingerir
alucinógenos.
ORIENTACIÓN SOBRE UNO MISMO. Consiste en reconocerse a uno mismo física y
psíquicamente; cuando esto falla, se produce la desorientación autopsíquica: un
enfermo esquizofrénico, por ejemplo, puede creerse Hitler o Napoleón debido a un
trastorno en la identificación de su yo. En la personalidad alternante, el
enfermo reconoce distintas etapas de su vida o aspectos de su personalidad, pero
no es capaz de relacionarlos. El «encontrarse raro», «sentirse distinto», «estar
cambiado», «no reconocerse al mirarse al espejo»... recibe el nombre de
despersonalización. Cuando el sujeto se siente extraño y también encuentra
extraño el mundo que lo rodea, llegando incluso un momento en el que no reconoce
algunos aspectos de su personalidad, «como si dentro de él viviese una persona
distinta», estamos ante un caso de desdoblamiento de personalidad.
La
enajenación aparece cuando el sujeto no se reconoce en absoluto, tiene la
sensación de que no es él mismo; en este caso, es posible que surja la necesidad
de identificarse con algo o con alguien y el enfermo puede llegar a creerse el
rey de España.
Dentro de
la orientación de uno mismo está, también, el reconocimiento del propio cuerpo.
Aquí pueden presentarse también un sinfín de alteraciones, desde la percepción
de un miembro que no existe (el «miembro fantasma») hasta ver el cuerpo distinto
a como es en realidad, notar que algunas de sus partes se desplazan, no
determinar bien sus fronteras, etc.