Las
formas de relacionarse de las personas entre sí son tan diversas como las
múltiples combinaciones posibles entre los diferentes tipos de personalidad
existentes.
Si
partimos de la base de que todos no somos iguales y que inevitablemente debemos
vivir en sociedad, es lógico pensar que aparezcan interferencias entre unos y
otros que determinan una influencia en el modo de ser y vivir de la gente.
La fuerza
que pueda tener nuestra influencia sobre los demás estará en función de una
serie de factores, como:
Relación
afectiva: El vínculo familiar directo, la proximidad de parentesco o la simple
amistad actúan como refuerzo de la influencia interpersonal. Una opinión emitida
por un familiar o un amigo causa más impacto que la procedente de un extraño.
Cuando se forma un juicio sobre una idea escuchada, no tiene tanta fuerza la
idea en sí como la fuente de donde proviene. Si procede de alguien conocido y
además conectado por un lazo afectivo se añade a la idea un carácter de
confianza paralelo al que se tiene con dicha persona.
En la
práctica se viene utilizando a diario como táctica. Por ejemplo, es bastante
habitual que quien sea candidato a un puesto de trabajo o simplemente pretenda
lograr algo de un estamento, busque sus «influencias». Es decir, busque a
alguien relacionado con el selector de personal o la directiva del estamento
para que responda por él, a sabiendas de que la opinión de aquél va a tener más
influencia que la suya propia, por tratarse de un allegado.
Relación
de simpatía: Hay personas que por su carácter amable y gracia en la forma de
expresarse y comportarse resultan simpáticas. Es decir, despiertan a su
alrededor un ambiente cordial y de confianza que facilita la relación
interpersonal. Esto hace que cuanto opinan o predican llegue a los demás con un
aire de veracidad y convicción. Es una forma de carisma personal que refuerza
notablemente la influencia. Lógicamente, el caso contrario, la antipatía, es
capaz de echar por tierra el juicio más veraz. Cuando una persona «cae mal»,
todo cuanto diga o haga pasará por este filtro negativo que oscurecerá la
fiabilidad y, por tanto, la influencia.
Relación
de fuerza: Sabemos que existen personalidades fuertes y personalidades débiles.
Las primeras poseen una seguridad en sí mismas que da gran firmeza a sus
criterios y costumbres. Generalmente dominan las situaciones y consiguen
doblegar las opiniones de la oposición. La influencia que ejercen en los demás,
en este caso, viene reforzada por la seguridad que emanan sus afirmaciones. Por
el contrario, los débiles de carácter albergan en su interior un sentimiento de
inferioridad que les hace subordinarse al más fuerte. Dudan de sí mismos hasta
el punto de estar convencidos de antemano de que todo lo que diga éste ha de ser
profundo, sincero e ingenioso. Son personas de criterio maleable, influenciables
por excelencia y que cambian de opinión con gran frecuencia.
Relación
de autoridad: Cuando existe una jerarquía de autoridad más o menos aceptada, el
superior ejerce una influencia manifiesta sobre el inferior. Esto es notorio
entre padres e hijos, maestros y alumnos, jefes y subordinados y todas aquellas
personas que por su status social poseen una diferencia de mando. A veces tal
autoridad no precisa estar legitimada; simplemente una notable diferencia de
edad determina la influencia: el mayor sobre el más joven. Y en otras ocasiones
la autoridad viene dada por la sabiduría o especialización. Por ejemplo, la
opinión de un mecánico de automóviles puede influir decisivamente sobre quien se
va a comprar un coche, independientemente de que éste tuviera una mayor
autoridad legítima sobre aquél para otros menesteres.
Evidentemente, la suma de dos o varios de estos factores multiplicará el poder
de influencia. Si además de autoridad, el carácter posee fuerza y simpatía, el
éxito en la persuasión está prácticamente asegurado. De hecho son maniobras muy
utilizadas en la publicidad y la política.
La
influencia ajena actúa sobre el individuo reflejándose en su forma de ser, su
forma de vivir, sus necesidades, sus temores y sus preocupaciones. De la
adaptación del ser humano a las distintas influencias del mundo que lo rodea
surge la opinión que dará la pauta para su conducta.