PERSONALIDADES FUERTES Y
DÉBILES
La
personalidad del hombre está constituida por un complicado conjunto de funciones
psíquicas, como percepción, entendimiento, imaginación, voluntad, sentimientos,
instintos, etcétera, todas ellas estrechamente interrelacionadas y en
combinación tan precisa que determinan la individualidad. Es decir: son tantos
los factores que influyen en la configuración de la personalidad que es
prácticamente imposible encontrar dos individuos psicológicamente iguales.
No
obstante, en términos muy generales, tendemos a dividir a las personas en dos
bandos según se comporten en la sociedad: las personalidades fuertes frente a
las débiles.
Cuando se
habla de fortaleza o debilidad en la personalidad del individuo, se está
haciendo referencia a un comportamiento del hombre dentro de la sociedad y en
comparación con sus congéneres. Y en todo grupo social, animal o humano, siempre
hay elementos fuertes y débiles.
Para
hacernos idea de aquellas características que definen a uno y otro, veamos unos
prototipos que definirían ambas personalidades. Son una especie de caricatura
que, exagerando cualidades habituales, inclinan la personalidad hacia uno u otro
lado. Lo normal es que nos movamos entre tipos intermedios y no tan definidos.
Personalidad fuerte. En general, es una persona independiente, aunque necesita
de los demás para ejercer y mantener su posición; una de las características del
individuo «fuerte» es, de hecho, su capacidad para conseguir que los demás hagan
las cosas por él. Es la capacidad de mando. Cuando toma una decisión logra que
los demás lo sigan y acepten su criterio, un poco por costumbre, ya que
habitualmente así lo hacen, y el resto por convicción, ya que otra
característica del «fuerte» es el aplomo con que afirma cuanto dice o hace. Tal
vez no tenga razón, pero lo dice con tal seguridad que, en cierto modo, impregna
el ambiente con su firmeza, contagiando a los demás con sus ideas.
Cuando
topa con otra personalidad fuerte entablará una polémica; pero, sí se avecina
una derrota, antes que perder, castigará al adversario con su indiferencia.
Puede
llegar a aceptar sus errores, pero jamás se sentirá culpable por ellos, pues es
positivo siempre en sus conclusiones y el optimismo desproporcionado que siente
ante sus logros eclipsa los posibles contratiempos.
Es fácil
de distinguir en un grupo o tertulia: ocupa el lugar central y ensancha su campo
de expresión con ademanes amplios. Suele llevar «la voz cantante» y hablar lo
suficientemente alto como para acallar a los timoratos e imponer sus ideas. Los
demás escuchan, asienten o preguntan, rara vez contradicen.
Su porte
es, asimismo, fuerte. Camina con aplomo, rapidez y la cabeza erguida. Mira de
frente cuando habla, «clava» sus ojos en el interlocutor y consigue que éste
desvíe la mirada. Cuando saluda, estrecha la mano con fuerza.
En el trabajo, la persona
fuerte no se conformará con puestos subalternos; es ambiciosa y, por su
capacidad de mando, escalará hacia la dirección.
Sea hombre o mujer, en la
familia será quien, como vulgarmente se dice, «lleve los pantalones».
En su
aspecto positivo, el fuerte es emprendedor, práctico y aportará beneficios a la
sociedad.
En su
aspecto negativo puede ser peligroso, pues, con facilidad, cae en la tiranía, el
autoritarismo y la agresividad.
Personalidad débil. Es la cara opuesta de la anterior y de quien más se vale
ésta para ejercer su dominio.
Es una
persona dependiente y necesitada de protección. Generalmente duda de su propio
criterio, por lo que precisa siempre de alguien que la respalde y apoye en sus
convicciones.
Es
vulnerable y voluble, y, como las veletas, sigue la dirección que los demás le
marcan. Fácil de manejar, suele formar parte de la «masa», adoptando la cómoda
postura de quien se limita a «dejarse llevar».
85Apenas
discute porque, consciente de su debilidad, se sabe derrotado. Puede tener
acertadas y convincentes razones, pero no sabe manejarlas y prefiere caer en el
anonimato antes que arriesgarse.
Adopta
habitualmente una postura pesimista ante la vida y resalta todos los posibles
inconvenientes sobre las ventajas. Esto le hace ser un sujeto pasivo, que tiende
a quedarse estancado. No tolera sus errores, que le producen gran angustia, pues
los interpreta como distintivos claros de su torpeza y su debilidad.
En las
reuniones ocupa siempre un segundo lugar, tratando de pasar inadvertido. Dialoga
poco, dando la razón a todos. Cuando expone algo, lo hace con titubeos y escasa
potencia de voz, por lo que se ve ignorado con frecuencia y sus opiniones caen
en el olvido general.
Su
aspecto es retraído, cabizbajo; su mirada huidiza. Cuando estrecha la mano, al
saludar, lo hace sin fuerzas, como un niño.
En el
trabajo no destaca jamás; se deja mandar dócilmente y cae en la monotonía,
incapaz de tomar decisiones que varíen su ritmo laboral.
En la
familia, el débil se deja dominar siempre por su pareja y carece de respeto por
parte de sus hijos.
En su
faceta positiva destacan la meticulosidad y el cuidado. Trata de moverse sobre
seguro para evitar contratiempos.
En su
lado negativo, es poco creativo, lento y puede convertirse en un parásito
social, por puro miedo a realizar cualquier labor.
Pero, en
conclusión, las personalidades fuerte y débil son complementarias. Cada una
necesita de la otra: para manejar o para ser protegida. De hecho, la sociedad es
una simbiosis de ambas formas.