La
televisión es el medio de comunicación de masas que alcanza una mayor difusión,
y llega a un mayor número de personas; su poder es difícil de valorar pero, sin
lugar a dudas, es enorme. Prácticamente todos los hogares tienen uno, dos o más
aparatos de televisión, y son muy pocas las personas que no le dedican un tiempo
diario, que en algunos casos llega a ser de varias horas; los programas
emitidos, además, no sólo los ve una gran audiencia, sino que luego se comentan
entre los telespectadores. Nuestra cultura está ampliamente influida por este
aparato.
La
televisión acarrea ventajas y desventajas, como casi todo, pero que pueden ser
controladas y elegidas por el individuo y que dependen de la forma de ver la
«tele», del tiempo que se le dedica y de la selección que se hace de los
programas. Es y debe ser ante todo un medio de esparcimiento, diversión y
entretenimiento, uno se sienta delante de ella para pasar un rato agradable y
distendido. Cumple una labor informativa a través de los programas estrictamente
informativos y noticiarios, y con los programas culturales aporta distintos
conocimientos tanto formativos como informativos.
Pero se
trata de un medio unidireccional que envía constantemente mensajes al sujeto sin
que exista la posibilidad de replicar o de contestar a las preguntas que éste se
pueda hacer. Tiene una enorme capacidad para transmitir, ideas e inducir hacia
ciertas formas de comportamiento que, a mayor o menor plazo, acaban siendo
captadas por el público. Cualquier cosa, a base de repetirse y según el enfoque
que se le dé, acaba considerándose como normal.
La
televisión, pues, condiciona la forma de pensar, transmite ideas que poco a poco
acaban siendo apropiadas por los telespectadores. Esto es una de las bases de la
publicidad, y qué duda cabe, la mejor publicidad que hay, la más efectiva es la
que se transmite por la televisión. Los «teleadictos» son aquellas personas que
tienen una fuerte dependencia de la televisión, le dedican mucho tiempo en
perjuicio de sus otras ocupaciones, abandonan otras aficiones y
entretenimientos, evitan salidas con amigos y cuando llegan a casa se sientan
delante de la pantalla. La televisión se convierte en una obsesión que deteriora
sus relaciones interpersonales y su rendimiento en general. En algunas familias
hasta se pierde la comunicación intrafamiliar y todos sus miembros pasan horas
delante de la «tele», pero sin hablarse «porque si no no se oye la película».
Cómo hay
que ver la televisión:
— Seleccionando la
programación.
— Ajustando el tiempo que
se le dedica, de manera que no sustituya otras ocupaciones y distracciones.
— Con objetividad, sin
tomar como norma todo lo que en ella se dice o aparece.
— Discutiendo o valorando
los mensajes que envía con otras personas.
— Evitando que afecte la
vida de relación.
— Procurar que los niños
no vean la tele solos, hay que ayudarles a seleccionar los programas y estar con
ellos para contestar a las muchas preguntas que se hacen.