FORMAS NORMALES Y
ANORMALES DE REACCIONAR. REACCIONES PSICOLÓGICAS Y REACCIONES VIVENCIALES
Se
denomina reacción psicológica a la que obedece a mecanismos puramente
psicológicos, sin participación de mecanismos biológicos, y que es perfectamente
comprensible desde el punto de vista psicológico. Se trata, pues, de una forma
de reaccionar en la que solamente influyen factores psicológicos personales, sin
que la reacción se deba o esté mediatizada por factores de índole corporal.
Cuando las reacciones psicológicas se producen por una experiencia que se ha
vivido con gran intensidad hablamos de reacciones vivenciales, y para ser
consideradas como tales deben cumplir los tres criterios propuestos por laspers:
1. La
reacción tiene que aparecer por un motivo, que sería una vivencia de cierta
intensidad.
2. La
reacción y la vivencia mantienen entre sí una relación que es comprensible desde
el punto de vista psicológico; es decir, mantienen una relación causa-efecto que
resulta comprensible dentro de las leyes generales de la psicología.
3. La
aparición de la reacción mantiene una cierta dependencia cronológica con el
momento en que se ha producido la vivencia. Generalmente, la reacción se produce
inmediatamente después de la vivencia, aunque a veces surge de forma retardada.
¿Hasta
qué punto podemos decir que una reacción es normal o anormal? No existe
verdaderamente una línea que separe de forma precisa a las reacciones normales
de las anormales, entre unas y otras existe un campo de transición gradual que
va desde la total normalidad a la anormalidad, pasando por estados intermedios
de dudosa clasificación. Los criterios que se utilizan para valorar estas
reacciones psicológicas son de intensidad y duración. Una reacción vivencial es
anormal en la medida en que es en exceso intensa, como cuando persiste demasiado
tiempo; pero también puede ser anormal por defecto, es decir, cuando es
exageradamente débil y fugaz. Por ejemplo, ante la muerte de un ser querido,
sería una reacción anormal el no darle ninguna importancia y olvidarnos en
minutos de lo sucedido. Una reacción anormal por exceso sería una crisis de
pánico que se mantuviese durante mucho tiempo, causada por una herida
insignificante que se ha hecho una persona querida.
Muchas
veces, las reacciones vivenciales anormales están en relación con la
agresividad. Se trata de explosiones de cólera o de conductas agresivas que se
desencadenan por estímulos insignificantes. En ocasiones se trata de actos en
cortocircuito, es decir, actos impulsivos en los que se produce un salto
psicológico: la secuencia vivencia-reflexión-actuación se ve abreviada al
saltarse el paso de la reflexión, con lo que la vivencia lleva a actuar de modo
anómalo sin que esa persona haya reflexionado sobre lo sucedido. Estos actos en
cortocircuito son típicos de algunas agresiones e incluso autoagresiones. En
otros casos, las reacciones vivenciales normales están en relación con los
celos, la vergüenza, la desconfianza, la tristreza, la frustración, el dolor,
etc.
Hay
personas que son más propensas a tener reacciones vivenciales anómalas, como los
impulsivos, excitables, inestables y, en general, todos los rasgos de
personalidad que implican una falta de reflexión o disminución del autocontrol.
Entre los trastornos psicopatológicos destacan las personalidades psicopáticas,
personalidades infantiles o inmaduras, los alcohólicos, olígofrénicos,
epilépticos, esquizofrénicos, neuróticos, quienes sufren hipomanía o manía y
depresiones disfórícas. También se pueden producir en personas perfectamente
normales, aunque esto sucede de forma muy aislada. No obstante, toda reacción
vivencial de cierta intensidad deja una tendencia a repetir una reacción de
características similares cuando se repiten vivencias parecidas, e incluso, ante
vivencias caracterizadas por una fuerte sobrecarga afectiva, aunque no guarden
una relación temática directa con la que produjo la primitiva reacción
vivencial.