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RESILICIENCIA
En física, resiliencia (del inglés resilience o resiliency) es la
característica mecánica que define la resistencia de un material a los
choques. Se identifica por un número que caracteriza la fragilidad de un
cuerpo (o sea, su resistencia a los choques); así, la fragilidad es tanto
menor cuanto mayor es la resiliencia.
Al ser una noción afín al concepto psicológico de la resistencia que
presentan algunos adolescentes a sucumbir ante las adversidades que les
ofrece la vida, fue incorporado al campo de la psiquiatría. La hipótesis en
la que se basan los investigadores es que ciertas características o
condiciones personales o del entorno son capaces de neutralizar o moderar
los efectos de la exposición al riesgo. Se demostró que la resiliencia no se
adquiere evitando riesgos, sino mediante el control de la exposición a los
mismos (sería algo comparable al proceso de vacunación y la consiguiente
adquisición de inmunidad corporal frente a determinadas enfermedades). De
esta manera puede explicarse por qué algunos adolescentes, en circunstancias
muy adversas, con deterioro familiar, entorno de drogadicción y
delincuencia, consiguen sobreponerse a estas negativas condiciones de vida y
salirse de ellas (lo que se ha dado en llamar "el orgullo de sobrevivir" en
un estudio sobre hijos de alcohólicos).
La resiliencia significa que cada persona puede hacer mucho por influir en
lo que le sucede, para modificar su propio destino, creando nuevos marcos de
referencia (reframing). Así, por ejemplo, para algunos jóvenes de medios
desfavorecidos, el ingreso temprano en las Fuerzas Armadas ha resultado ser
un factor protector para la vida futura; también es importante la influencia
protectora de una relación de pareja armoniosa con personas que confieran
estabilidad a jóvenes en circunstancias difíciles. En estos estudios sobre
la resiliencia se encontró que, en general, los jóvenes que planificaron su
vida (profesión, matrimonio, etc.) tuvieron más probabilidades de tener una
adolescencia sin problemas. Retrocediendo a etapas anteriores de sus vidas,
los resultados mostraron que para los niños de medios desfavorecidos las
experiencias positivas en la escuela hicieron posible esta planificación.
Sin que sean aún bien conocidos los mecanismos que influyen en estas
decisiones, lo más probable es que el éxito en un determinado contexto (por
ejemplo, el escolar) confiera a las personas sentimientos positivos de
autoestima y eficacia que hacen más probable que tengan la confianza
necesaria para tomar medidas que les permitan salir airosas de las pruebas
que la vida les depare en otros contextos. Cabe observar que las
experiencias positivas en la escuela (al menos para el grupo estudiado por
estos investigadores) no tuvieron que ver con el éxito académico, sino que
fueron muy variadas, se extendieron desde el éxito en el deporte, la música,
las artes y los oficios, hasta las posiciones de responsabilidad social
dentro de la escuela. De esto se desprende que la agradable experiencia de
un éxito probablemente ayude a mejorar los aspectos personales que fomentan
la resiliencia.
Otro concepto clave para entender los orígenes de la resiliencia es el de
las variaciones individuales en la susceptibilidad o vulnerabilidad a
experiencias adversas, que surgen de experiencias sensibilizantes o
endurecedoras que ofrece la vida. Es el caso, por ejemplo, del internamiento
de niños en hospitales, mostrando que los que habían experimentado
anteriormente separaciones felices de su entorno familiar (quedándose con
amigos o con los abuelos) tuvieron menos probabilidades de sufrir con el
ingreso hospitalario. Por analogía con las infecciones, podemos suponer que
los efectos endurecedores tienen más probabilidad de ocurrir cuando las
personas han superado con éxito experiencias de estrés. Y un ejemplo
histórico lo tenemos en aquella jovencita judía que permaneció confinada
durante más de dos años, junto a su familia, en un habitáculo-escondrijo del
Amsterdam ocupada por el horror nazi, y nos dejó el precioso documento de la
capacidad de superación o resiliencia que es el conocido Diario de Anna
Frank.
Para los profesionales de la salud resulta de todo punto importante
reconocer las resiliencias, dado que son factores protectores sobre los que
pueden actuar directamente, promoviendo su desarrollo mediante su
identificación y cuidado. Hasta el momento se han propuesto varias
resiliencias.
- Asumir responsabilidades y planificación del futuro: profesión,
matrimonio, etc.
- Independencia y distandamiento de los focos de riesgo: por ejemplo,
estableciendo límites con los propios padres perturbados, manteniendo una
distancia emocional y física; "darse la vuelta" (turning point) a
situaciones adversas, etc.
- Establecer relaciones compensatorias: por ejemplo, formando pareja con
personas con sólida experiencia de éxito; integrándose en asociaciones
juveniles: culturales, deportivas, religiosas, de ayuda social, etc.
- Iniciativa: hacerse cargo de problemas, ejercer control, encontrar placer
en ponerse a prueba con tareas que nos exigen, etc.
- Ideas de creatividad y humor: descubriendo lo cómico en lo trágico, hasta
llegar a "reírse de uno mismo"; transformar experiencias preocupantes en
proyectos positivos, con un sentimiento interior de belleza, etc.
- Ideología personal y moralidad: conciencia deseosa de llevar una vida
positiva, extensible a toda la humanidad.
Hasta hace poco, el interés principal de todos los estudios sobre el riesgo
psicosocial era la reducción de las influencias adversas (factores de
riesgo). Naturalmente, ésta es una meta importante; pero es igualmente
importante prestar atención a las características de que hablamos (factores
de protección o resiliencias), ya que, aunque no promuevan directamente
buenos resultados, mejoran la resistencia a las adversidades psicosociales y
a los peligros a que están expuestos nuestros adolescentes. Y una línea
magnífica de trabajo para producir resiliencias es la actuación en tres
conjuntos amplios de factores:
1) Las características de la personalidad, como la autonomía, la autoestima
y una orientación social positiva;
2) La cohesión, el calor y la ausencia de desavenencias en la familia.
3) La disponibilidad de sistemas externos de apoyo que alienten y refuercen
los intentos de adaptación de los niños. En esta labor estamos todos
comprometidos. |
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