Las
observaciones y estudios llevados a cabo por la antropología, sociología,
psicología, sexología y la propia historia, en lo relativo a los cambios
socioculturales, indican que los antiguos roles masculino y femenino postulados
por Freud estaban más cerca de la influencia cultural que de la biológica y
sexual. Se ha concluido diciendo que prácticamente no hay patrones de conducta
propios de un sexo que no puedan ser adoptados por el otro.
Del mismo
modo, las llamadas «normas morales y de buena conducta» han experimentado un
notable cambio en el ámbito de la sexualidad. Lo que la sociedad juzgaba como
funcionamiento sexual normal ha pasado de tener una finalidad exclusivamente
reproductora a ser una forma de relación en la pareja y, en la actualidad, se
incluye un fin meramente recreativo a través del placer físico acompañado o no
de afecto o amor.
La idea
de inferioridad sexual de la mujer ha ido perdiendo argumentos del mismo modo
que la de su inferioridad en el plano social. A medida que la mujer alcanza un
status socio-sexual equiparable al del hombre, se instaura consecuentemente una
cierta forma de unisexualidad; que no sólo se manifiesta a través de la moda y
el vestuario, sino en una creciente igualdad de derechos sexuales. Las barreras
comienzan a romperse en favor de una mayor oportunidad sexual de la mujer, que
deja de ser un objeto del deseo conquistable por el dominio del hombre.
En los
niveles culturales más avanzados y progresistas, donde dicha igualdad adquiere
firmeza, la sexualidad llega a ser una forma más de relación social. Tan natural
entre ciertos grupos sociales como cualquier otro placer sensual, digno de ser
compartido entre amigos, compañeros o simplemente conocidos, sin la necesidad
imprescindible de amor. Para algunos no tiene mayor relevancia compartir la cama
que la mesa de un restaurante.
Evidentemente los tiempos cambian ante el pesar de religiosos y moralistas más o
menos reaccionarios; y con ello los conceptos de relación sexual normal.
Actualmente la tendencia es a fundir sexualidad y libertad, admitiéndose como
lícita toda forma de actividad erógena o sexual elegida libremente por sus
practicantes y que no encierre un carácter lesivo para ellos u otras personas.
Obviamente incluyendo en la libertad de elección la claridad de juicio, que
evite el abuso sexual sobre menores o deficientes mentales.