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Tecnología médica en el antiguo Egipto

El Egipto faraónico no sólo nos asombra en la actualidad con su desconcertante tecnología arquitectónica. El pueblo que construyó la Gran Pirámide de Keops, la Esfinge de Gizeh, o el colosal Templo de Abu-Simbel, también poseía unos desconcertantes conocimientos técnicos que eran aplicados a la cirugía de alta precisión.

En el Templo de Komombo se conserva uno de los documentos en piedra más fascinantes de todos los jeroglíficos egipcios. Una pieza única que cualquier estudioso del Egipto faraónico debe conocer. Por eso había decidido "llevármela" conmigo. Una simple fotografía no refleja todos los detalles de ese grabado a tamaño natural. Así que, mientras mi compañero entretenía a los tediosos vigilantes, rodeé el templo y trepé a la parte superior del muro pertrechado con todo el equipo de calcos. Una vez en la parte superior fijé la pieza, y procedía a frotar con papel carbón el preciado jeroglífico. Como por arte de magia todas y cada una de los elementos del grabado aparecían sobre el papel blanco, con todos sus detalles y a tamaño natural. Los calcos son la forma más perfecta de recuperar un petroglifo, para su posterior estudio, ya que no agrede la pieza, al no frotarla ni remarcarla por contacto, y permite a los arqueólogos e historiadores "llevársela".

En este caso se trataba de una representación jeroglífica de los instrumentos quirúrgicos que los cirujanos del Egipto faraónico utilizaban en sus complejas y arriesgadas intervenciones. Aquella estela pétrea, única en todo Egipto, y que puede pasar desapercibida a los ojos de los cientos de turistas que visitan el Templo, es una de las pruebas más evidentes de los sofisticados conocimientos tecnológicos del Egipto que construyó las pirámides.


Una medicina muy desarrollada

La medicina preventiva en el Egipto faraónico gozaba de excelente salud; con muy buen nivel técnico, y prácticas sanitarias muy difundidas y respetadas en la época. La medicina interna y diagnóstica se caracterizaba por los excelentes conocimientos que poseían. Traumatología y cirugía estaban bien desarrolladas. Y, según Herodoto, existía incluso una cierta forma de servicio sanitario nacional, una suerte de "Seguridad Social" con asistencia gratuita a cargo del Estado.

Mezclada con la magia y la astrología, sus recetas eran en general eficaces y sus diagnósticos correctos. Se consideraba al corazón el centro de la vida, que bombeaba los diversos fluidos necesarios para la existencia; sangre, aire, mucus, orina, esperma… El médico comprobaba esta circulación auscultado al enfermo, tomándole el pulso y examinando su aspecto. También se asignaba gran importancia al aparato respiratorio.

En los diagnósticos se reconocían las enfermedades del corazón, del hígado, de los pulmones y del cerebro. Los remedios eran muchos; píldoras, decocciones, supositorios, inhalaciones, edemas y hasta la agresión quirúrgica con hierros y fuego (en el caso de tumores). Se conocía la anestesia, o al menos una cierta anestesia, que se obtenía, normalmente, a través de la utilización de la amapola somnífera, o sea, en la práctica, del opio. La odontología llegaba a un verdadero virtuosismo. Y tampoco faltaba la publicidad: a partir del día lejano en que el sabio Imhotep, médico tan excelente como arquitecto, sentó las bases de una ciencia destinada a un luminoso desarrollo en los siglos posteriores.

Las heridas eran cerradas mediante la cauterización de las mismas, o bien con puntos de sutura, o bien utilizando una especie de emplasto a base de ciertas hierbas medicinales.


Magia en el quirófano

No cabe duda de que las fórmulas mágicas, los estudios astrológicos y los ensalmos esotéricos estaban presentes antes, durante y después de toda operación médica. Y para algunos autores esas fórmulas mágicas, y los conocimientos esotéricos de los sacerdotes egipcios, serían la explicación a la extraordinaria calidad de sus operaciones quirúrgicas. Debe acudirse al conocimiento, esotérico y exotérico, porque no deja de ser lo mismo, conocimiento, para comprender la sabiduría del pueblo que creo la Esfinge de Gizeth, los nilómetros o la Gran Pirámide de Keops.

Un ejemplo elocuente de su desarrollo científico es la práctica de las trepanaciones de cerebro. Estas peligrosas operaciones consistían en la realización de amputaciones de parte del casquete cerebral, que se realizaban utilizando una especie de "bisturíes" -como los representados en la estela de Komombo- punzones y tijeras, y arrancando trozos de cráneo que todavía hoy son visibles en algunos de los cuerpos descubiertos en tumbas y restos arqueológicos. Esas mismas operaciones -la trepanación de cerebros- eran practicadas en otros pueblos muy distantes de la cultura egipcia; como ciertos pueblos precolombinos.

No obstante, otra de las habilidades de la cirugía del cerebro que al parecer poseían los antiguos egipcios, y que desconcierta a egiptólogos e historiadores, era el alargamiento de los cráneos.

Al final de la primera planta del Museo Arqueológico de El Cairo, cualquier visitante pude contemplar, en la sala de Akhenaton, estelas y esculturas en las que se muestra a Amenofis IV y a toda su familia con unas cabezas desproporcionadas. Esa deformación, un alargamiento del cráneo que aparece en las radiografías de algunas momias, y que algunos médicos denominan jocosamente "cabeza de joroba de camello", ha intentado ser explicada a través de diferentes hipótesis médicas, pero hasta la fecha no se ha llegado a un consenso de opinión. Sin embargo deformaciones craneales parecidas se han localizado en otras culturas. La deformación del cuerpo, y los alargamientos de algunas zonas anatómicas han sido, y son aún, consideradas estéticas en muchos pueblos de Africa, Asia o América; alargamiento de los lóbulos de las orejas, alargamiento del cuello, etc.

Llegados a este punto es inevitable hacerse una pregunta; ¿las deformaciones craneanas egipcias obedecían exclusivamente a fines estéticos o trataban de identificar al Faraón y a su familia con los dioses llegados de las estrellas?.

Desde esa hipótesis "ritual" de la operación de alargamiento del cráneo, podría afrontarse desde otras perspectivas el conocimiento técnico y anatómico de los cirujanos egipcios. Exactamente igual que en la más famosa de sus actividades quirúrgicas: la momificación.

La momificación del cuerpo del Faraón, y de los animales que le acompañarían a la otra vida, era una compleja operación en la que eran amputados órganos; rellenado el cuerpo, invertidas horas de trabajo y costosas joyas, en un ritual puramente esotérico. Una intervención quirúrgica muy sofisticada que, obviamente, no tenía por objeto la sanación del cuerpo físico, sino la preparación para la Vida Eterna…

Mientras escribo estas líneas tengo ante mi el calco que hice en Komombo, con el instrumental quirúrgico de los cirujanos, y no puedo dejar de preguntarme: ¿tan asombrosas y artísticas operaciones eran ejecutadas con tan primitivas herramientas? Y si es así, ¿quién inspiró esa cirugía de alta precisión en el antiguo Egipto?

 

 

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