El miedo
a poder quedarse embarazada es algo que puede influir notablemente en las
relaciones sexuales, e incluso puede ser una causa de frigidez. Muchas veces
surgen problemas en las relaciones de pareja que provienen del distanciamiento y
deterioro de sus relaciones íntimas que se produce por el temor a que la mujer
se pueda quedar embarazada.
El miedo
al embarazo suele afectar más a la mujer que al hombre, y se manifiesta
fundamentalmente por una tensión emocional durante la relación sexual que se
traduce en ansiedad, irritabilidad, susceptibilidad e incluso agresividad
dirigida hacia su pareja. Todo esto hace que le resulte imposible estar
relajada, receptiva y comunicativa durante la relación con lo que se produce
frigidez, ya que la sexualidad deja de ser un placer que se comparte, una
expresión de amor, para convertirse en una peligrosa amenaza.
En este
contexto resulta muy difícil que se establezcan los necesarios vínculos entre la
pareja, con lo que la relación se puede deteriorar profundamente. El temor
substituye al amor, y en vez del ambiente de relajación y franca comunicación
interpersonal, surge un miedo que, además de frigidez, puede dar lugar, en la
mujer, a trastornos, como el vaginismo (incapacidad para que se produzca la
dilatación de la vagina durante las relaciones sexuales) por el cual se
imposibilita el coito. Y rara vez, el temor al embarazo se traduce en
dispareunia o coito doloroso. Se han descrito algunos casos de impotencia en el
hombre por temor al embarazo, pero parecen deberse más que al miedo a dejar
embarazada a la mujer, a la misma ansiedad con que se vive la relación, por la
tensión psíquica de la mujer.
Tras la
relación sexual se puede unir al temor al embarazo sentimientos de frustración
ocasionados por la insatisfacción propia de una relación tan angustiosa y
sentimientos de culpa. Como resultado, la pareja se desune y solamente contempla
la amenaza futura de que se haya podido producir el embarazo. Surge entonces una
gran ansiedad de expectación que sólo se resuelve con la llegada de la regla. En
algunos casos, la misma ansiedad da lugar a una amenorrea, es decir, a una
ausencia de la menstruación, con lo que el problema cobra una dimensión más
amplia. La mujer cree positivamente que se ha quedado embarazada y se angustia
más, creándose un círculo vicioso que sólo se rompe a los quince días de la
primera falta, cuando resulta negativo el correspondiente análisis de orina.
Estos períodos de tiempo pueden suponer una auténtica prueba para la pareja, que
en no pocos casos se termina disolviendo.
El miedo
al embarazo es más frecuente entre personas que no están casadas o que no tienen
una relación estable. Se puede mantener vivo este temor a pesar de estar
adoptando algún método anticonceptivo, ya que se duda de la eficacia del mismo,
con gran fundamento en muchos casos.
El temor
al embarazo referido a alguna experiencia concreta traumatizante puede tomar una
cierta autonomía psicológica hasta el punto de interferir en el desarrollo
cotidiano y normal de esa persona durante períodos muy prolongados de tiempo.