No todo
el mundo tiene el mismo modo de amar, esto está muchas veces en relación con el
temperamento de cada persona, si bien influyen muchos otros factores de tipo
educacional, social, etc.
El
temperamento es una predisposición constitucional, es decir, que se posee desde
el nacimiento, por la que cada persona tiende a reaccionar de un modo específico
frente a los diferentes estímulos. Esto condiciona, tan sólo en cierta medida,
el comportamiento de cada persona en lo que se refiere al amor. Siguiendo la
tradicional clasificación de Kretschmer, los ciclotímicos harían gala de buen
humor y establecerían generalmente una relación amorosa natural, abierta,
espontánea y tierna con gran facilidad, que a veces se puede ver enturbiada por
su predisposición a sufrir oscilaciones de ánimo, pasando de la alegría a la
tristeza. No obstante, son personas con una gran capacidad para compartir los
sentimientos de su pareja, de los que se contagian con gran facilidad, dentro de
una gran predisposición a sintonizar afectivamente con ella, para dar y recibir
cariño, y establecer una relación muy comunicativa. Pueden ser auténticos
compañeros ideales, ya que se adaptan con facilidad a los deseos e intereses de
su pareja, sin perder por eso su propia personalidad; disfrutan con los demás y
tienen una gran facilidad para conservar y ampliar el círculo de sus relaciones
sociales. Suelen tener gran sentido del humor, que también demuestran frente a
las dificultades de la vida, con lo que tienden a desdramatizar los problemas
que siempre provoca la convivencia estrecha y diaria con otra persona.
Los
esquizotímicos de Kretschmer son más serios en sus relaciones afectivas; pero
bajo esta apariencia suelen ser personas muy apasionadas. Oscilan desde una
absoluta frialdad a una hipersensibilidad extrema que no siempre demuestran
exteriormente. Al ser tan introvertidos y reservados pueden confundir a su
pareja, que muchas veces no comprende lo que les ocurre, a qué se debe su cambio
de actitud. Les cuesta establecer con los otros una relación profunda, ya que
tienden a mantener durante bastante tiempo una barrera de frialdad o reserva; si
bien, cuando ésta se traspasa, pueden establecer una relación plena y profunda.
Por
último estarían los denominados por Kretschmer atléticos o enequéticos,
caracterizados por su lentitud y perseveración, como si se adheriesen a cada
afición o a cada tema de conversación. Son tal vez los más constantes en sus
relaciones, los más fieles, aunque aportan generalmente poca originalidad, pocos
incentivos e innovaciones en el terreno amoroso. Su concepción del amor y de la
relación con su pareja puede alcanzar, en función de su temperamento, una gran
estabilidad, no obstante lo cual, a veces resultan sorprendentes debido a su
tendencia a irritarse de forma esporádica por motivos verdaderamente
insignificantes; son capaces de tener una explosión de cólera por cualquier
nimiedad, pero estas situaciones ocurren con escasa frecuencia.