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LA
MUJER Y LA TERAPIA DE CONDUCTA
La terapia de conducta (modificación de conducta) es un conjunto de terapias
basado en los principios del condicionamiento clásico (relacionado, por
regla general, con Pavlov) y del condicionamiento operante (vinculado a
menudo con Skinner). En contraste con el psicoanálisis, la terapia de
conducta no pretende efectuar un análisis profundo de la personalidad ni de
los motivos inconscientes del paciente. En cambio, se ocupa de la conducta
problemática y de cómo modificarla de acuerdo con los principios del
aprendizaje, como recompensando las conductas deseadas o castigando las
indeseables.
Pueden aplicarse una serie de técnicas terapéuticas específicas. Una de
ellas es la desensibilización sistemática, que se utiliza en el tratamiento
de las fobias. El paciente y el terapeuta elaboran una lista de los
acontecimientos que suscitan la ansiedad de aquél, ordenándolos en una
"jerarquía", desde los que menos ansiedad provocan hasta los que
desencadenan una grave ansiedad. A continuación, se entrena al paciente en
relajación muscular profunda. Después, éste se relaja y, mientras permanece
en ese estado, se le pide que imagine el ítem de la jerarquía que menos
ansiedad le provoca; si aparece alguna tensión, el paciente vuelve a
concentrarse en la relajación. Cuando el paciente permanece relajado
mientras imagina la situación ansiógena, el terapeuta pasa al hecho
inmediato superior de la jerarquía y así sucesivamente, hasta que el
paciente se mantiene relajado mientras imagina la situación que le provoca
la máxima ansiedad. Cuando los pacientes se sienten relajados mientras
piensan en tales acontecimientos, a menudo son capaces de sentirse relajados
y confiados cuando los afrontan en la realidad.
Otra técnica terapéutica que se practica es el reforzamiento positivo,
mediante el que se recompensan las conductas deseadas. También pueden
utilizarse la observación y la imitación, así como el entrenamiento asertivo
para las mujeres, del que escribiremos más adelante, en este mismo capítulo.
Por último, los procedimientos de aprendizaje aversivo (en los que opera
algún estímulo desagradable para eliminar una conducta no deseada)
constituyen otra técnica aplicable. Por ejemplo, a los alcohólicos puede
suministrárseles una droga que al ingerir alcohol les provoque reacciones
corporales molestas, como náuseas y vómitos. Esta terapia se denomina
contracondicionamiento aversivo.
En los conceptos de la terapia de conducta no existe un sexismo intrínseco.
No supone que deban haber diferencias de género ni que sólo la mujer tenga
que realizar determinadas conductas. Por supuesto, en la terapia de conducta
existen los juicios de valor, pero éstos se aplican por igual a mujeres y a
hombres. Por ejemplo, los terapeutas de conducta valoran la asertividad,
pero ha de considerarse tanto en el caso de varones como en el de mujeres.
Sin duda, es posible que un terapeuta de conducta concreto sostenga una
inclinación tendenciosa con respecto al sexo, pero, en sí, nada en el
sistema teórico aparece sesgado.
Como ejemplo del tratamiento de un problema muy común en las mujeres, como
es el de la depresión, el terapeuta de conducta tratará la depresión
intentando aumentar el nivel de reforzamiento positivo que la mujer reciba
en su ambiente. Por ejemplo, podría ocurrir que su marido no respondiera o,
incluso, lo hiciera de forma negativa, ante sus intentos de entablar
conversación o en su trabajo en el hogar o en una discusión sobre su trabajo
fuera de casa. Su marido puede entrenarse para ser más sensible con ella,
proporcionándole más reforzamientos positivos. O quizá ella reciba pocos
reforzadores positivos en su trabajo, en cuyo caso habría que animarla a que
modificara su ocupación o buscara otro trabajo que le proporcionara mayor
reforzamiento. |
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