Trabajar solo o en
equipo
Durante
las últimas décadas venimos asistiendo a un progresivo proceso de
especialización y subespecialización en la mayoría de las profesiones que
favorece la creación de equipos de trabajo configurados por expertos en facetas
de una misma materia, para de este modo, lograr mejores resultados. Por otro
lado, cuando se realiza el trabajo en equipo se reparte la responsabilidad entre
sus miembros, que intervienen a la hora de tomar decisiones comprometidas
aportando diversos puntos de vista y evitando, en muchas ocasiones, la
equivocación que puede provenir de un punto de vista sesgado del problema.
Trabajar
en equipo supone una limitación de los sentimientos individualistas y la
necesidad de que entre los miembros que lo componen se desarrollen unas
relaciones interpersonales y profesionales de mutua confianza, ya que si no es
así, si no están plenamente compenetrados, se van a crear disputas y tensiones
que van a obstaculizar la realización del trabajo. Trabajar solo implica una
responsabilidad muy superior y asumir ciertas limitaciones consecuentes a la
menor especialización en la resolución de los problemas que se abordan, si bien,
se actúa de un modo más independiente, salvando algunas de las trabas y
obstáculos que siempre surgen en el trabajo en equipo, especialmente con
personas que mantienen criterios diferentes o más innovadores que la mayoría, de
modo que se sienten limitados en su actividad profesional por las actitudes de
los otros, que juzgan demasiado conservadoras, o por el contrario, demasiado
audaces con lo que se ven obligados a asumir riesgos que no desean.
El
trabajo en equipo requiere una actitud colaboradora y una gran capacidad de
integración dentro del grupo de trabajo para lo que en muchas ocasiones se
necesita la labor de un buen director capaz de coordinar las funciones
encomendadas a cada uno de sus miembros, de este modo, se logran niveles de
eficacia muy superiores a los que resultarían del trabajo individualizado.