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Un contenido adecuado para la palabra "anciana".
La palabra "anciana" posee reminiscencias medievales, e incluso un matiz
malicioso si sugerimos que una mujer puede aspirar a convertirse en una de
ellas. Ser anciana no es algo a lo que alguna de nosotras aspiró a ser
durante su juventud, pero esta aspiración a ser anciana sucedía cuando las
mujeres mayores jamás decían su verdadera edad, y antes de que éstas se
manifestaran como personas de pleno derecho, o vivieran tantos años como
nosotras en la actualidad.
Nosotras, las de la generación del Movimiento para la Liberación de la Mujer
o las beneficiarias de éste, seguimos disfrutando de oportunidades que jamás
tuvieron las generaciones que nos precedieron (y que se remontan a la
antigua Grecia). Hemos ido reinventándonos en cada etapa de la vida. Ahora,
en cambio, ha llegado el momento de rescatar y redefinir el término
"anciana" entre el montón de palabras despectivas que se utilizan para
denominar a las mujeres maduras, y conseguir que la acción de convertirse en
"anciana" sea un supremo logro interior característico de esta fase de la
vida.
Convertirse en anciana tiene que ver con el desarrollo interior, y no con la
apariencia externa. Una anciana es una mujer que posee sabiduría, compasión,
humor, valentía y vitalidad. Es consciente de ser verdaderamente ella misma,
sabe expresar lo que sabe y lo que siente, y emprender una acción
determinada cuando es necesario. No aparta los ojos de la realidad, ni
permite que se le nuble la mente. Puede ver los defectos y las
imperfecciones en ella misma y en los demás, pero la luz con la que los ve
no es severa ni enjuiciatoria. Ha aprendido a confiar en sí misma hasta
saber lo que ya sabe.
Las cualidades de la anciana no se adquieren de la noche a la mañana. Una
mujer no se convierte en una anciana hecha y derecha automáticamente después
de la menopausia, así como tampoco por el mero hecho de volverse vieja una
se vuelve más sabia. Sin embargo, hay unas décadas tras la menopausia en las
cuales podemos crecer psicológica y espiritualmente.
"Las ancianas no se quejan" es una afirmación fundamental. Es una "norma"
básica que describe una conducta impropia de una anciana. Quejarse es una
actitud que bloquea el desarrollo espiritual y psicológico. Lamentarse
impide la comunicación genuina y arranca por la fuerza lo que luego ya no
puede otorgarse con libertad. Sorprenderse a una misma quejándose es un
momento de "¡aja!", esta percepción puede significar el
comienzo de la sabiduría para una quejica con la capacidad de observarse a
sí misma y con el deseo de cambiar.
Mientras que un espejo normal y corriente refleja a los ojos físicos la
apariencia superficial, la conciencia es el espejo en la que vemos
reflejadas unas cualidades que no se pueden tocar, pero que tienen que ver
con el alma.
Estas cualidades de las que hablamos son las características de las mujeres
experimentadas y sabias. Para la mujer que cultiva estas cualidades, la
tercera edad, ese tercer estadio de la vida, viene a ser una época de
culminación para la belleza interior y para la sabiduría. Esta manera de ver
la vida es lo que convierte esta etapa en los mejores años de en una época
especialmente fecunda para disfrutar de quienes somos, de lo que tenemos y
de lo que hacemos. Es una época en que la sabiduría nos insta a que
empleemos bien nuestro tiempo y nuestra energía y vitalidad. Es una
oportunidad para disfrutar de un mayor número de posibilidades, para
experimentar distintos roles y para desarrollar talentos e intereses. Puede
ser una época para jugar y expresar los sentimientos, o una época de
creatividad o sensualidad, o una época para la meditación o la terapia, o
una época para la familia o, al contrario, una época para dejar nuestra
huella en el mundo.
Las ancianas poseen la capacidad de alterar las cosas. Lo que digamos y
hagamos podrá cambiar un modelo familiar disfuncional. Con nuestro consejo
podemos animar y facilitar que otras personas crezcan y florezcan. Podemos
ser una influencia curativa determinante. Incluso podemos crear un efecto
ola a lo largo de las generaciones venideras o en las comunidades y sus
instituciones. Con visión e intención, y dada su presencia numerosa e
influyente, las ancianas, todas juntas, podemos y debemos cambiar el mundo.
A pesar de que este texto está pensado para las mujeres que están viviendo
los mejores años de la postmenopausia, si este espacio te aporta algo a
pesar de no encontrarte todavía en este momento de la vida, ¡mucho mejor!
¡atenta a lo que te decimos, preanciana! Asimismo, aunque muchos hombres
sufren el impedimento de la socialización y de su propia fisiología, algunos
son excepcionales y pueden llegar a poseer las cualidades de la anciana.
La mujer que lea estas cualidades y le divierta advertir que se identifica
con ellas, con la idea de ser o convertirse en una anciana, y lo ve bajo un
prisma positivo, ya es una mujer sabia. La mujer que ve en alguna o en
varias de estas cualidades lo que desea desarrollar en sí misma y encuentra
la fuerza para realizarlo en estas palabras, es una mujer que evoluciona.
La vida entera es el material con el que todas tenemos que trabajar. Hasta
que este período no haya concluido, todas seguimos estando "en el proceso",
involucradas en una historia inacabada. Lo que hacemos con la vida es
nuestra opera magna o gran obra de creatividad personal. Si adoptamos el
punto de vista de una anciana, nos veremos a nosotras mismas y veremos a los
demás desde el ámbito del alma en lugar de desde el ego. Envejecer bien es
un objetivo que vale la pena desear. |
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