En el siglo XXI se observa una notable tendencia a una
adolescencia más temprana, con una mayor aceleración del crecimiento. En los
países desarrollados, así como en algunos en vías de desarrollo, se ha
llegando a la madurez en un período más corto de tiempo. Este fenómeno
recibe el nombre de tendencia secular.
Desde el punto de vista biológico, el comienzo de la
pubertad es ahora más temprano que hace cien años, como lo evidencia la
aparición cada vez más precoz de la menarquia, la primera menstruación (hay
quien incluso ha calculado que la pubertad de las chicas ha ido bajando unos
cuatro meses por década durante los últimos 100 años). Los adolescentes de
hoy alcanzan sus etapas de desarrollo sexual, su ovulación y su capacidad
para procrear mucho antes que los de ayer. Por ello, cuando los jóvenes
"buscan el sexo temprano" no es solamente por una mayor liberalización de
las costumbres, una mayor libertad sexual o una menor represión social, hay
también un hecho fisiológico a tener en cuenta.
Parece ser que en épocas anteriores las jóvenes
alcanzaban la madurez sexual a la misma edad que las de hoy, e incluso
antes. Luego ha habido un retroceso en la aparición de la madurez sexual
para volver, ahora, en nuestros tiempos, a un nuevo adelanto madurativo.
Así, después de un siglo, en Europa, la edad de la pubertad se ha visto
rebajada en unos cinco años. De tal manera que, por ejemplo, desde 1840 a
1950, la edad de las primeras reglas pasó de los 17 a los 13 años, para las
jóvenes de los países nórdicos. En los EE. UU. también sucedió algo similar,
rebajándose la edad, entre 1905 y 1955, de los 14 a los 12 años y medio. Y
en la década de los noventa se mantiene la tendencia a la baja.
La explicación exacta de este fenómeno resulta difícil de
concretar por la diversidad de factores que inciden en el crecimiento
físico. Los estudios realizados otorgan gran peso a los factores ambientales
y a la mejora de las condiciones nutricionales de los individuos. También
existen diferencias genéticas que, por ejemplo, influyen en la fecha de
iniciación de la menstruación de una jovencita, que estará fuertemente
relacionada con la de las mujeres de su familia (hermanas, madre, tías,
etc.). Aparte, pues, de las consideraciones del entorno, existe un carácter
familiar indiscutible. Hay que reseñar, para tranquilizar a los padres y a
la propia jovencita, que la irregularidad en la abundancia y en la
periodicidad es la tónica general durante meses o años (hasta dos años)
después de la primera menstruación, con abundantes ciclos anovulatorios, es
decir, sin capacidad de concepción.
No existe una estrecha relación entre el desarrollo de
las mamas y el del vello pubiano: algunas niñas completan su desarrollo
mamario antes que aparezca el vello, mientras que, en otras, el vello es la
primera indicación de que ha comenzado la pubertad.
El vello axilar generalmente no aparece hasta que las
mamas se encuentran en pleno desarrollo. En otras chicas, el crecimiento de
este vello puede preceder al desarrollo mamario.
No se ha demostrado una relación entre el desarrollo de
las mamas y el estirón de la pubertad. De ahí que al observar el desarrollo
mamario no se puede deducir cuándo ha de presentarse el empuje puberal de la
estatura, pues ya puede haber ocurrido.
Hay una evidente relación entre la menarquia y el empuje
de la pubertad. Así, toda niña normal que ha comenzado a menstruar ya ha
alcanzado sus máximos de velocidad de crecimiento, y se le puede asegurar
que su crecimiento, en estos momentos, está desacelerándose y que continuará
creciendo, aunque no a la misma velocidad como lo hizo en los períodos
previos.
Esta notable variabilidad en la aparición de los signos
puberales depende, fundamentalmente, de la acción de las hormonas: los
andrógenos sobre el crecimiento del vello púbico y los estrógenos
responsables del desarrollo mamario.